sábado, diciembre 29, 2007

Martín Adán.(ESQUIZOFRENIA)

Martín Adán y su denegación vanguardista

*Texto de Marcos Mondoñedo


En la época de la aparición de los primeros poemas del peruano Martín Adán (1908-1985), la retórica vanguardista llegó a masificarse tanto que los principios de insularidad y de novedad que motivaba a los poetas jóvenes de entonces terminaron diluyéndose. Esa fue la crítica que los intelectuales de la época esgrimían frente a una nueva versión de ese caos tipográfico que para estos era superficial y maniqueo. La demanda de tales críticos era la de que los poetas se comprometieran con los olvidados, los desposeídos a escala mundial. Ante las alternativas elaboradas en esta relación poético-crítica (o juegos tipográficos o emoción comprometida), es factible sostener que la decisión de Adán se estructura en una lógica denegativa: en el nivel del enunciado, los poemas de Adán asumen las formas tradicionales en aparente contradicción respecto del contexto discursivo vanguardista, y en el nivel de la enunciación se realiza una aceptación respecto de la lógica del discurso moderno en su aspecto basal: la identidad del individuo sin remisión a ningún cuerpo de tradiciones vigente, lo que trae como consecuencia extrema la autonegación absoluta o un cierto “delirio de la autodestrucción”[16]. En pocas palabras, las circunstancias en las que se vio envuelto y la opción que asumió ante ellas hacen de su poesía una manifestación lograda de los anhelos neutralizados de la vanguardia.

De ser así, la tradición clásica estaría adquiriendo con Adán una significación beligerante, innovadora, incluso “posmoderna” y por adelantado.
Como demostración de esta hipótesis, proponemos dar un vistazo a un poema de cada una de las dos posturas que queremos contrastar. Comparemos el poema “jaqueca” de Alberto Hidalgo y de su libro Química del espíritu de 1923[17] y el antisoneto de Adán “Esquizofrenia” perteneciente a Itinerario de Primavera, de 1928.


Manicomnio del alba, asilante un lucero
friolero, adormilado, tan ave todavía…
-Apenas la tarde se pone luz ap-te-ro,
cuerdo, inmóvil, etcétera, a toda celestía.

En la rama cimera de un arbógeno aguacero,
estrellín, estrellón, anoche se dormía,
el pico bajo el ala, a un grado bajo cero,
sin hembra al lado, al lado de un viento que rugía.


Hora aletea torpe con las alas rociadas;
loco de soledad, se ignora estrella y pía
en tema de ave y topa con las brisas cerradas.


-Avestrella, delirio, patetismo mentales…
Los anteojos de Núñez deploran tu manía
en ciegas adherencias de orvallos lacrimales.

(De Itinerario de primavera)



El primer vistazo nos llevaría a sostener que el sentido estaría más del lado del poema de Adán que de la fragmentación explosiva de Hidalgo; también podríamos sospechar que la dificultad de “lectura” se encuentra repartida en el mismo sentido: sería más fácil entender al “antisoneto” –tal como los llamo un contemporáneo de Adán, Mariátegui– que a “jaqueca”. Pero la estructura de los dos poemas nos compromete de un modo radicalmente distinto. La dispersión, la sopa de letras del primer poema rechaza, con claridad, cualquier lectura que no sea de carácter plástico, pictórico o en todo caso espacial. Si tuviéramos que hablar de “figuras literarias” en aquel poema, lo haríamos a condición de entender la palabra “figuras” en un sentido literal, además del sentido literario. Es verdad que se trata de letras y algo queda, a modo de un rezago, de la escritura como código comunicativo; sin embargo, es tanta la distancia que el poema establece con dicho código que la sensación ante jaqueca es menos “dolorosa” respecto de la búsqueda de sentido que ante el poema de Adán. En aquél, se trata de la ausencia del sentido; en éste, el acto de recorrer los versos de sus cuartetos es un compromiso intenso: estamos determinados por la forma de soneto, por la rima A-B-A-B, pero el tránsito a través de sus palabras se hace escarpado debido la calidad casi extranjera del castellano asumido por Adán.

Es factible sostener, entonces, que la “jaqueca” de Hidalgo no produce su sentido sino por una facultad que podríamos describir como representativa u objetivadora –la dispersión de letras “representa” una jaqueca que observamos objetivamente, sin comprometernos, con la ayuda del título. Mientras que la “Esquizofrenia” de Adán nos interpela peligrosamente, llevándonos fuera de nuestro uso habitual del castellano, y comprometiéndonos en una búsqueda del sentido de los cultismos utilizados ―por ejemplo “asilante”, “ap-te-ros”, “orvallos”― que no garantiza, necesariamente, la captación del sentido cabal del poema. El resultado quizás no sea del todo la esquizofrenia pero se puede decir que, de todos modos, genera una cierta “enajenación” lingüística.

Verifiquémoslo con el primero de los tres ejemplos mencionados: “asilante”. Este adjetivo puede provenir del sustantivo asilo; de este modo, asilante designaría a quien realiza el asilo, es decir el que alberga o acoge a alguien. En el verso “Manicomio del alba, asilante un lucero”, esa cualidad parece adjudicada al último sustantivo. A “lucero” también le pertenecerían los adjetivos “friolero” (es decir aterido, muy sensible al frío), “adormilado” y la frase adjetival “tan ave todavía...”. Pero el resultado de esta atribución semántica es paradójico: el lucero es protector pero también es digno de protección. Sería más coherente –con el sentido común– que en vez de “asilante” se dijera “asilaste”; así, el “alba”, como espacio de albergue, cobijaría a un lucero friolero y adormilado. Una hipótesis mejor –porque no intenta la modificación del verso, pero que permite cierto sentido común– es la de que se habría producido una elipsis, es decir, se habría suprimido la preposición “de” por razones métricas y de eufonía: “Manicomio del alba, asilante [de] un lucero”. En otras palabras, para no repetir la sonoridad de y para que el verso sea alejandrino, se suprimió una de las dos apariciones de la preposición que serían obligadas en el lenguaje estándar.

Este breve análisis demuestra que la utilización de la lengua castellana por parte de Martín Adán termina convirtiéndola en una materia casi despojada de toda su codificada carga semántica. Visiblemente, en la poesía del peruano se diluye la significación convencional, se descompone en una sonoridad que de este modo adquiere relieve, volumen y obtura el tránsito hacia el sentido.

Para significar estos procedimientos en relación con el momento de su producción, proponemos que lo fundamental de su alternativa discursiva no es que el poeta se niegue a dejarse deslumbrar por las novedades europeas y que, de este modo, constituya para su “clasicismo” una significación que no es posible sin tales novedades; lo que le da un relieve singular en el campo de la literatura peruana y latinoamericana es, más bien, el hecho de haber logrado por un camino denegativo lo que los vanguardistas procuraban de un modo afirmativo. Más precisamente, lo que habría conseguido Adán es obtener algunos de los valores de la vanguardia (la novedad, la insularidad trascendente), e incluso transitar por los mismos fracasos (los de la estetización del mundo, por ejemplo) con procedimientos contravanguardistas. Agradecimientos a la Web.


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