22 años del Movimiento Kloaka
1. Tuve noticias de este grupo algunos años después de su disolución ya en la segunda mitad de la década de los 80. Luego de ingresar a la Universidad Católica, así como de un fugaz y curioso paso por su escuela de teatro, recalé en la facultad de Lengua y Literatura. Pero Kloaka no estaba en la Católica, sino que a comienzos de esos años (setiembre de 1982) fue fundado por Edián Novoa, Guillermo Gutiérrez, Mariela Dreyfus y Róger Santiváñez —todos estudiantes sanmarquinos— en el barrio del Rímac. Al poco tiempo se unirían Domingo de Ramos, José Velarde, Julio Heredia, Mary Soto y el pintor Enrique Polanco. Juntos redactaron manifiestos irreverentes contra el establishment culturoso, y organizaron algunos provocadores recitales «en lugares tan disímiles como el bar `La Catedral´ (el mismo utilizado como referencia y escenario en Conversación en la Catedral, la célebre novela de Vargas Llosa), en los extramuros de Lima cuadrada o colonial, o como el `Auditorio Miraflores´, en el corazón del homónimo distrito tan representativo en el imaginario —aunque ya no tanto en la realidad— de la clase media alta limeña» (tomado de la Introducción a El bosque de los huesos, de José Antonio Mazzotti y Miguel Ángel Zapata, p. 31). En Piura, tuvo una base con Lelis Rebolledo, director de la revista Agua, el pintor César Badajoz y el músico Estanislao Quesada, que animaban la escena cultural del norte peruano.
Mary Soto, Domingo de Ramos, José Velarde, Róger Santiváñez,
Mariela Dreyfus, Edián Novoa y Guillermo Gutiérrez, en El Agustino
(1982).
En la universidad de San Marcos, estudiaba también Dalmacia Ruiz Rosas, quien junto a de Ramos y Santiváñez hoy constituyen el núcleo creativo más representativo, sólido y fértil de aquella experiencia grupal y literaria-artística.
Por divergencias de orden personal, así como de diferentes posicionamientos políticos y poéticos relacionados con el propio devenir de los acontecimientos sociales del país, algunos de sus integrantes serían separados o simplemente se apartarían del colectivo —en suerte de parodia de lo que suele ocurrir en los partidos políticos, y especialmente en la atomizada izquierda de los años 70—; hasta que éste finalmente acabó desintegrándose en 1984 (Véase los anexos Uno y Dos).
Es interesante notar la interrelación entre los ritmos y decisiones de un colectivo literario-artístico, y la realidad de un período histórico; porque ello es cabal muestra de que la creación y el arte, más aun en sus momentos y expresiones álgidos como le tocó vivir a Kloaka, a su manera marchan de la mano de los cursos sociales en la historia, y que en este flujo los creadores y su obra van adquiriendo su carácter específico, su personalidad más reconocible.
Kloaka no fue ajeno a ello, y su élan estuvo signado por su irreverencia antiburguesa y su recordada rebeldía anarca contra la cultura y el poder establecidos1. Dicho esto así puede sonar demasiado general, pero se verá que es la más justa caracterización de aquella experiencia2.
Cuando se recuerda lo que fue Kloaka en los años 80, conviene también recordar la efervescencia de la escena cultural «subte»3 y su mejor expresión: la movida del rock limeño-peruano que en dicha década inundó, literalmente, no pocos espacios urbanos nativos donde diversas bandas congregaron de manera estruendosa a una parte de la juventud de entonces. Acerca de la «subterraneidad» y los «subterráneos» en la Lima de los 80 —que es de cuando data esa movida— conviene matizar el alcance real de estos términos, agregando que aquí las referencias se sitúan y entienden mejor en el imaginario de dichos grupos, muchos de cuyos individuos no vivían en su práctica concreta aquella «vida en las cloacas» —su temporada en el infierno, digamos— sino más bien otra menos dramática y desamparada.
Recuerdo su negra vestimenta, su parco saludo, el grito y frenesí de sus letras y guitarras eléctricas; un paisaje en el que destacaría la banda «Leuzemia», que aún hoy existe y ha vuelto reciclada —luego de su disolución en 1985— con otras características y proyecciones. Róger Santiváñez, principal mentor de Kloaka, fue un manager de esta importante banda de rock hecho en el Perú4.
2. El Movimiento Kloaka, como todo en la vida, no surgió por generación espontánea. Es necesario situar su explosivo verbo, como queda dicho, en el escenario de la política nativa para entender cabalmente el significado de toda esta escena grosso modo aquí descrita. Los 80 significan el retorno al régimen de la democracia representativa, luego de doce años de dictadura militar en su primera y segunda fase. Para algunos, como José Antonio Mazzotti, amigo cercano del Movimiento Kloaka y conocido poeta y crítico peruano desde aquella época, los 80 expresan el ascenso triunfante del movimiento popular y de sus organizaciones sindicales y políticas representativas. Para otros como Rodrigo Quijano, también cercano amigo de aquella experiencia, ello significa, en cambio, la derrota del movimiento popular, cuya beligerancia contra la dictadura militar se vio finalmente encausada hacia una alternativa política liderada por aquel sector de la derecha que a fines de los 60 fue derrocada por el golpe militar (específicamente la referencia es a Acción Popular y a su líder Fernando Belaunde, quien volvió a la presidencia del Perú en1980)5.
Como sea, este retorno al régimen representativo mediante las urnas no significó mejorías ni bienestar para las mayorías nacionales, sino que como se comprobó año tras año la crisis económica y de legitimidad fue agravándose. Este proceso no se detuvo; al contrario, se agudizó durante los cinco años del régimen aprista liderado por Alan García, en el cual se llegó al aterrador índice de inflación acumulada de 2 millones por ciento: todo un récord de Guiness, y obtenido por políticos made in Peru. Como suele pasar entre nosotros, mientras el país mayoritario se sumergía en la miseria, la política oficial y oficiosa no sólo no cambiaba de rumbos sino que tampoco mostraba signos de enmienda ni siquiera en su retórica, gastada y abigarrada.
Imbricado con todo ello, la violenta irrupción de Sendero Luminoso» 6 a inicios de los 80, y su alucinante proceso ulterior de inesperada expansión en la sociedad peruana, tanto en el campo como en la ciudad, contribuyeron a que la crisis aludida y el desgobierno se acentuaran; lo que dio lugar a la intervención de las fuerzas armadas en el conflicto, así como a la aparición de comandos paramilitares y a sucesivas acciones represivas del Estado que diversos analistas coinciden en denominar como «la guerra sucia».
Es al centro de este periodo histórico dramático y en trance bélico que se dimensiona mejor ya no sólo la aparición provocadora, de contestación anarca radical, de un grupo como Kloaka, sino en general la escena artística local, que quizá tuvo en el rock «subte» su expresión más definida y pública. A pesar de la aproximación y cierta trayectoria de identificación con las luchas y reclamos del movimiento popular, así como de militancia fugaz en organizaciones y partidos de izquierda, a fines de los 70, de algunos miembros de Kloaka, pudo más su temperamento individualista y sin vocación por admitir otro compromiso que no fuese con el solitario acto de escribir. La historia posterior a la disolución de este colectivo no ha hecho sino confirmar lo que ya estaba incubado allí desde su partida de nacimiento: el heterogéneo decurso individual de sus integrantes, tanto en lo creativo como en lo personal, y que en los mejores de ellos —como el trío destacado al inicio de este artículo, a quienes habría que sumar al narrador Edián Novoa y a los poetas aliados José Antonio Mazzotti y Rafael Dávila Franco— el lenguaje ha alcanzado cuotas de desestructuración (o de otro tipo de estructura verbal, en todo caso) que bien expresan lo acontecido en la propia sociedad peruana desde aquellos años 80.
Así pues, la negra impostura «subte» y su descreimiento y sátira extremada contra todo viso de formalidad (en la vida social, política y cultural) nacen de la propia lumpenización de nuestro medio social y nuestro —es un decir— Estado. La siguiente década de los 90 —bajo la égida del fujimorato y su largo desfile de políticos, empresarios, intelectuales y ciudadanos de diferentes capillas comprados (y grabados en plena acción como muestran los videos de Montesinos) por el régimen— no hizo sino confirmar que el expresivo nombre de Kloaka y aquel otro de «cultura subterránea» no pudieron ser mejor elegidos para representar mediante la ironía y la sátira esta sociedad y este orden, su decadencia irrefrenable.
Quizá la más importante limitación de esta manera de hacer y ver la vida sea su reconocida falta de voluntad y capacidad para sumar la protesta a cualquier propuesta constructiva y masiva 7. Kloaka y la escena «subte» finalmente han visto diluido su grito en los molinos del tiempo y del devenir histórico entre nosotros; pero es innegable que expresaron —y lo hacen aún, en cierto imaginario local— algunas de las maneras de rebeldía y protesta de al menos un sector radicalizado de la pequeña burguesía urbana en el país, sobre todo en Lima (como, entre otros testimonios de época, lo demuestra su «Pronunciamiento» acerca de la matanza de ocho periodistas en Uchuraccay, divergente respecto de la versión oficial de los hechos). También es innegable que en torno a este espíritu beat, creativamente reciclado desde y para nuestra realidad, se nuclearon varios artistas y escritores jóvenes que hallaron en esa manera de ser un espacio para ciertas rupturas, aunque éstas pocas veces llegaron a las últimas consecuencias o fueron procesadas de tal manera que cobrasen mayor complejidad y contundencia, o coherencia. No deja de ser curioso, sin embargo, que estemos dedicando varios párrafos en esta revista —que no guarda mayor relación con el pathos de la experiencia reseñada en estas líneas— a un colectivo que se pretendió contra-cultural y al margen de todo reconocimiento formal o académico. Una señal de las limitaciones aludidas anteriormente de una expresión contracultural que, contradictoriamente, se ha procesado mediante un código de escritura altamente sofisticado y, en principio, elitista como es en nuestro país la moderna poesía escrita en castellano.
Guardando las distancias, algún paralelo puede establecerse entre lo que dice José Carlos Mariátegui del Movimiento «Colónida», respecto a su carácter de ser «movimiento», «estado de ánimo», y no «escuela», y nuestra interpretación de la escena «subte». Dice el Amauta: «(...) Los ‘colónidos’ no coincidían sino en la revuelta contra todo academicismo. Insurgían contra los valores, las reputaciones y los temperamentos académicos. Su nexo era una protesta; no una afirmación. (...) tendieron a un gusto decadente, elitista, aristocrático, algo mórbido». Sin embargo, el mismo Mariátegui destaca el humor del líder colónido: «[...] ningún humorismo menos acerbo, menos amargo, menos acre, menos maligno que el de [Abraham] Valdelomar. Valdelomar caricaturizaba a los hombres, pero los caricaturizaba piadosamente. Miraba las cosas con una sonrisa bondadosa» (en 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: editorial Minerva, 1980; 40ª edición: 281-282 y 288, 286). Algo que ciertamente no podría decirse de la escena «subte» de los 80. Sin embargo, hay otras diferencias más de fondo, ya que «Colónida» irrumpe contra la aristocracia de principios del siglo XX, pero en una Lima más pequeña que el monstruo sobre poblado de hoy. Y, asimismo, sus integrantes son una suerte de vaso comunicante con la actitud revolucionaria de varios miembros de esa poderosa generación que fue la del ‘Centenario’ (a la que pertenecen Mariátegui, Vallejo, Oquendo de Amat, Basadre, Sabogal, Chambi, entre tantos otros); de ahí que los colónidas, y especialmente su líder y mentor, adelantan con su rebelde sensibilidad de sujetos mestizos y migrantes en la capital peruana de entonces, una época de ahondamiento cultural y político trascendental entre nosotros. Digamos, pues, que si los rasgos decadentistas de la pose colónida se reciclaron y agudizaron mediante el estilo filo-punk de los «subtes», Mariátegui y la inmarcesible revista Amauta conformaron el énfasis constructivo inspirado en la doctrina socialista aplicada creadoramente a nuestra realidad. La primera pregunta que cae por su peso es ¿dónde y cómo se encarnaron, individual o colectivamente, aquellas fuerzas afirmativas y constructivas durante los años 80? ¿O seguiremos repitiendo de memoria la generalización de que entonces todo no fue sino una «década perdida», una situación de destrucción, guerra y terror? ¿No es verdad, en cambio, que en todo período histórico, y más aún en los de conflagración y desgarro extremos como se acaban de vivir en nuestro país, afloran diversas voces, sujetos, realidades, de distinto y antagónico sino?
3. Queda por decir en qué momento de la historia literaria peruana aparece Kloaka, lo cual ciertamente da para otro artículo. Pero cabe anotar que algunos de sus principales representantes, como Róger Santiváñez y Dalmacia Ruiz Rosas, provienen del Movimiento «Hora Zero», el cual predominó como colectivo —sobre todo en poesía— en la vida literaria nacional durante los años 70, signado por el populismo del régimen velasquista. Con todo, es claro que el tiempo de los 80 y lo que vino luego difiere mucho a todo nivel, como se ha visto, de lo acontecido entre nosotros, e incluso en el mundo, en años anteriores. De ahí que no deba sorprender que la mejor obra literaria cosechada por algunos integrantes de Kloaka tenga la marca de otro sello, principalmente en la radicalización de algunos postulados horazerianos, como aquel de salir a las calles de nuestras ciudades y volver la mirada a la realidad nacional 8. Si algo debe reconocerse en lo hecho por algunos miembros de Kloaka es precisamente su tomar en serio esta consigna, al punto de haberse aproximado —en ciertos casos, hasta la mímesis— a no pocos de nuestros infiernos de droga y lumpenería 9. Los libros de los autores aquí destacados son testimonio de ello, en los cuales se dio voz a nuevos sujetos y temas de nuestra realidad más reciente, con un ritmo diferente que en sus mejores momentos es realmente original y corresponde a una sociedad rota, herida y desintegrada como la nuestra.10
Finalmente llegamos a lo que hace que cualquier cosa valga o no: la calidad, pasión y autenticidad con que se haga. Creo que de todos esos años quedan en nuestras manos no pocos libros valiosos, no pocos ritmos y canciones, así como no pocas formas verbales y no verbales contundentes. Todo ello aguarda todavía una suerte de inventario y balance que profundice tanto en la relación entre las partes como en su ineludible y particular articulación con el dramático devenir social de ese período 11. Asimismo, quede claro que si lo ejecutado por los ex integrantes de Kloaka es, sin duda, parte representativa de la cultura de nuestro país en los convulsionados y beligerantes años 80 (aquellos de nuestros 70,000 muertos12 entre víctimas de la represión visible o clandestina del Estado, las acciones senderistas y las del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru —grupo de guerrilla foquista que aparece en 1983—), esto no significa que haya sido lo único ni necesariamente, a priori, lo mejor.
Queda aún mucho por decir sobre otros autores y agrupaciones de los 80, así como de todo aquello creado más recientemente en literatura y arte que por corresponder a provincias, o por pertenecer a circuitos de llegada alternativos al letrado culto en castellano, es poco o nada conocido —cuando no desdeñado— por el establishment cultural entre nosotros 13.
Considerando todo ello, y aun expresando mis diferencias y contradicciones con la posición anarca que vertebra la historia contada, vaya desde aquí mi saludo a los 22 años de este nacimiento que, como suele pasar, en mi caso se limita a estrechar la mano de algunos pocos y a volver la vista hacia algunas imágenes de veladas (¿debeladas?), experiencias comunes, conversaciones, calles, esquinas, días y sobre todo noches que han de existir aún de alguna manera, personal e intransferible, en el tiempo presente y por venir.
Por divergencias de orden personal, así como de diferentes posicionamientos políticos y poéticos relacionados con el propio devenir de los acontecimientos sociales del país, algunos de sus integrantes serían separados o simplemente se apartarían del colectivo —en suerte de parodia de lo que suele ocurrir en los partidos políticos, y especialmente en la atomizada izquierda de los años 70—; hasta que éste finalmente acabó desintegrándose en 1984 (Véase los anexos Uno y Dos).
Es interesante notar la interrelación entre los ritmos y decisiones de un colectivo literario-artístico, y la realidad de un período histórico; porque ello es cabal muestra de que la creación y el arte, más aun en sus momentos y expresiones álgidos como le tocó vivir a Kloaka, a su manera marchan de la mano de los cursos sociales en la historia, y que en este flujo los creadores y su obra van adquiriendo su carácter específico, su personalidad más reconocible.
Kloaka no fue ajeno a ello, y su élan estuvo signado por su irreverencia antiburguesa y su recordada rebeldía anarca contra la cultura y el poder establecidos1. Dicho esto así puede sonar demasiado general, pero se verá que es la más justa caracterización de aquella experiencia2.
Cuando se recuerda lo que fue Kloaka en los años 80, conviene también recordar la efervescencia de la escena cultural «subte»3 y su mejor expresión: la movida del rock limeño-peruano que en dicha década inundó, literalmente, no pocos espacios urbanos nativos donde diversas bandas congregaron de manera estruendosa a una parte de la juventud de entonces. Acerca de la «subterraneidad» y los «subterráneos» en la Lima de los 80 —que es de cuando data esa movida— conviene matizar el alcance real de estos términos, agregando que aquí las referencias se sitúan y entienden mejor en el imaginario de dichos grupos, muchos de cuyos individuos no vivían en su práctica concreta aquella «vida en las cloacas» —su temporada en el infierno, digamos— sino más bien otra menos dramática y desamparada.
Recuerdo su negra vestimenta, su parco saludo, el grito y frenesí de sus letras y guitarras eléctricas; un paisaje en el que destacaría la banda «Leuzemia», que aún hoy existe y ha vuelto reciclada —luego de su disolución en 1985— con otras características y proyecciones. Róger Santiváñez, principal mentor de Kloaka, fue un manager de esta importante banda de rock hecho en el Perú4.
2. El Movimiento Kloaka, como todo en la vida, no surgió por generación espontánea. Es necesario situar su explosivo verbo, como queda dicho, en el escenario de la política nativa para entender cabalmente el significado de toda esta escena grosso modo aquí descrita. Los 80 significan el retorno al régimen de la democracia representativa, luego de doce años de dictadura militar en su primera y segunda fase. Para algunos, como José Antonio Mazzotti, amigo cercano del Movimiento Kloaka y conocido poeta y crítico peruano desde aquella época, los 80 expresan el ascenso triunfante del movimiento popular y de sus organizaciones sindicales y políticas representativas. Para otros como Rodrigo Quijano, también cercano amigo de aquella experiencia, ello significa, en cambio, la derrota del movimiento popular, cuya beligerancia contra la dictadura militar se vio finalmente encausada hacia una alternativa política liderada por aquel sector de la derecha que a fines de los 60 fue derrocada por el golpe militar (específicamente la referencia es a Acción Popular y a su líder Fernando Belaunde, quien volvió a la presidencia del Perú en1980)5.
Como sea, este retorno al régimen representativo mediante las urnas no significó mejorías ni bienestar para las mayorías nacionales, sino que como se comprobó año tras año la crisis económica y de legitimidad fue agravándose. Este proceso no se detuvo; al contrario, se agudizó durante los cinco años del régimen aprista liderado por Alan García, en el cual se llegó al aterrador índice de inflación acumulada de 2 millones por ciento: todo un récord de Guiness, y obtenido por políticos made in Peru. Como suele pasar entre nosotros, mientras el país mayoritario se sumergía en la miseria, la política oficial y oficiosa no sólo no cambiaba de rumbos sino que tampoco mostraba signos de enmienda ni siquiera en su retórica, gastada y abigarrada.
Imbricado con todo ello, la violenta irrupción de Sendero Luminoso» 6 a inicios de los 80, y su alucinante proceso ulterior de inesperada expansión en la sociedad peruana, tanto en el campo como en la ciudad, contribuyeron a que la crisis aludida y el desgobierno se acentuaran; lo que dio lugar a la intervención de las fuerzas armadas en el conflicto, así como a la aparición de comandos paramilitares y a sucesivas acciones represivas del Estado que diversos analistas coinciden en denominar como «la guerra sucia».
Es al centro de este periodo histórico dramático y en trance bélico que se dimensiona mejor ya no sólo la aparición provocadora, de contestación anarca radical, de un grupo como Kloaka, sino en general la escena artística local, que quizá tuvo en el rock «subte» su expresión más definida y pública. A pesar de la aproximación y cierta trayectoria de identificación con las luchas y reclamos del movimiento popular, así como de militancia fugaz en organizaciones y partidos de izquierda, a fines de los 70, de algunos miembros de Kloaka, pudo más su temperamento individualista y sin vocación por admitir otro compromiso que no fuese con el solitario acto de escribir. La historia posterior a la disolución de este colectivo no ha hecho sino confirmar lo que ya estaba incubado allí desde su partida de nacimiento: el heterogéneo decurso individual de sus integrantes, tanto en lo creativo como en lo personal, y que en los mejores de ellos —como el trío destacado al inicio de este artículo, a quienes habría que sumar al narrador Edián Novoa y a los poetas aliados José Antonio Mazzotti y Rafael Dávila Franco— el lenguaje ha alcanzado cuotas de desestructuración (o de otro tipo de estructura verbal, en todo caso) que bien expresan lo acontecido en la propia sociedad peruana desde aquellos años 80.
Así pues, la negra impostura «subte» y su descreimiento y sátira extremada contra todo viso de formalidad (en la vida social, política y cultural) nacen de la propia lumpenización de nuestro medio social y nuestro —es un decir— Estado. La siguiente década de los 90 —bajo la égida del fujimorato y su largo desfile de políticos, empresarios, intelectuales y ciudadanos de diferentes capillas comprados (y grabados en plena acción como muestran los videos de Montesinos) por el régimen— no hizo sino confirmar que el expresivo nombre de Kloaka y aquel otro de «cultura subterránea» no pudieron ser mejor elegidos para representar mediante la ironía y la sátira esta sociedad y este orden, su decadencia irrefrenable.
Quizá la más importante limitación de esta manera de hacer y ver la vida sea su reconocida falta de voluntad y capacidad para sumar la protesta a cualquier propuesta constructiva y masiva 7. Kloaka y la escena «subte» finalmente han visto diluido su grito en los molinos del tiempo y del devenir histórico entre nosotros; pero es innegable que expresaron —y lo hacen aún, en cierto imaginario local— algunas de las maneras de rebeldía y protesta de al menos un sector radicalizado de la pequeña burguesía urbana en el país, sobre todo en Lima (como, entre otros testimonios de época, lo demuestra su «Pronunciamiento» acerca de la matanza de ocho periodistas en Uchuraccay, divergente respecto de la versión oficial de los hechos). También es innegable que en torno a este espíritu beat, creativamente reciclado desde y para nuestra realidad, se nuclearon varios artistas y escritores jóvenes que hallaron en esa manera de ser un espacio para ciertas rupturas, aunque éstas pocas veces llegaron a las últimas consecuencias o fueron procesadas de tal manera que cobrasen mayor complejidad y contundencia, o coherencia. No deja de ser curioso, sin embargo, que estemos dedicando varios párrafos en esta revista —que no guarda mayor relación con el pathos de la experiencia reseñada en estas líneas— a un colectivo que se pretendió contra-cultural y al margen de todo reconocimiento formal o académico. Una señal de las limitaciones aludidas anteriormente de una expresión contracultural que, contradictoriamente, se ha procesado mediante un código de escritura altamente sofisticado y, en principio, elitista como es en nuestro país la moderna poesía escrita en castellano.
Guardando las distancias, algún paralelo puede establecerse entre lo que dice José Carlos Mariátegui del Movimiento «Colónida», respecto a su carácter de ser «movimiento», «estado de ánimo», y no «escuela», y nuestra interpretación de la escena «subte». Dice el Amauta: «(...) Los ‘colónidos’ no coincidían sino en la revuelta contra todo academicismo. Insurgían contra los valores, las reputaciones y los temperamentos académicos. Su nexo era una protesta; no una afirmación. (...) tendieron a un gusto decadente, elitista, aristocrático, algo mórbido». Sin embargo, el mismo Mariátegui destaca el humor del líder colónido: «[...] ningún humorismo menos acerbo, menos amargo, menos acre, menos maligno que el de [Abraham] Valdelomar. Valdelomar caricaturizaba a los hombres, pero los caricaturizaba piadosamente. Miraba las cosas con una sonrisa bondadosa» (en 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: editorial Minerva, 1980; 40ª edición: 281-282 y 288, 286). Algo que ciertamente no podría decirse de la escena «subte» de los 80. Sin embargo, hay otras diferencias más de fondo, ya que «Colónida» irrumpe contra la aristocracia de principios del siglo XX, pero en una Lima más pequeña que el monstruo sobre poblado de hoy. Y, asimismo, sus integrantes son una suerte de vaso comunicante con la actitud revolucionaria de varios miembros de esa poderosa generación que fue la del ‘Centenario’ (a la que pertenecen Mariátegui, Vallejo, Oquendo de Amat, Basadre, Sabogal, Chambi, entre tantos otros); de ahí que los colónidas, y especialmente su líder y mentor, adelantan con su rebelde sensibilidad de sujetos mestizos y migrantes en la capital peruana de entonces, una época de ahondamiento cultural y político trascendental entre nosotros. Digamos, pues, que si los rasgos decadentistas de la pose colónida se reciclaron y agudizaron mediante el estilo filo-punk de los «subtes», Mariátegui y la inmarcesible revista Amauta conformaron el énfasis constructivo inspirado en la doctrina socialista aplicada creadoramente a nuestra realidad. La primera pregunta que cae por su peso es ¿dónde y cómo se encarnaron, individual o colectivamente, aquellas fuerzas afirmativas y constructivas durante los años 80? ¿O seguiremos repitiendo de memoria la generalización de que entonces todo no fue sino una «década perdida», una situación de destrucción, guerra y terror? ¿No es verdad, en cambio, que en todo período histórico, y más aún en los de conflagración y desgarro extremos como se acaban de vivir en nuestro país, afloran diversas voces, sujetos, realidades, de distinto y antagónico sino?
3. Queda por decir en qué momento de la historia literaria peruana aparece Kloaka, lo cual ciertamente da para otro artículo. Pero cabe anotar que algunos de sus principales representantes, como Róger Santiváñez y Dalmacia Ruiz Rosas, provienen del Movimiento «Hora Zero», el cual predominó como colectivo —sobre todo en poesía— en la vida literaria nacional durante los años 70, signado por el populismo del régimen velasquista. Con todo, es claro que el tiempo de los 80 y lo que vino luego difiere mucho a todo nivel, como se ha visto, de lo acontecido entre nosotros, e incluso en el mundo, en años anteriores. De ahí que no deba sorprender que la mejor obra literaria cosechada por algunos integrantes de Kloaka tenga la marca de otro sello, principalmente en la radicalización de algunos postulados horazerianos, como aquel de salir a las calles de nuestras ciudades y volver la mirada a la realidad nacional 8. Si algo debe reconocerse en lo hecho por algunos miembros de Kloaka es precisamente su tomar en serio esta consigna, al punto de haberse aproximado —en ciertos casos, hasta la mímesis— a no pocos de nuestros infiernos de droga y lumpenería 9. Los libros de los autores aquí destacados son testimonio de ello, en los cuales se dio voz a nuevos sujetos y temas de nuestra realidad más reciente, con un ritmo diferente que en sus mejores momentos es realmente original y corresponde a una sociedad rota, herida y desintegrada como la nuestra.10
Finalmente llegamos a lo que hace que cualquier cosa valga o no: la calidad, pasión y autenticidad con que se haga. Creo que de todos esos años quedan en nuestras manos no pocos libros valiosos, no pocos ritmos y canciones, así como no pocas formas verbales y no verbales contundentes. Todo ello aguarda todavía una suerte de inventario y balance que profundice tanto en la relación entre las partes como en su ineludible y particular articulación con el dramático devenir social de ese período 11. Asimismo, quede claro que si lo ejecutado por los ex integrantes de Kloaka es, sin duda, parte representativa de la cultura de nuestro país en los convulsionados y beligerantes años 80 (aquellos de nuestros 70,000 muertos12 entre víctimas de la represión visible o clandestina del Estado, las acciones senderistas y las del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru —grupo de guerrilla foquista que aparece en 1983—), esto no significa que haya sido lo único ni necesariamente, a priori, lo mejor.
Queda aún mucho por decir sobre otros autores y agrupaciones de los 80, así como de todo aquello creado más recientemente en literatura y arte que por corresponder a provincias, o por pertenecer a circuitos de llegada alternativos al letrado culto en castellano, es poco o nada conocido —cuando no desdeñado— por el establishment cultural entre nosotros 13.
Considerando todo ello, y aun expresando mis diferencias y contradicciones con la posición anarca que vertebra la historia contada, vaya desde aquí mi saludo a los 22 años de este nacimiento que, como suele pasar, en mi caso se limita a estrechar la mano de algunos pocos y a volver la vista hacia algunas imágenes de veladas (¿debeladas?), experiencias comunes, conversaciones, calles, esquinas, días y sobre todo noches que han de existir aún de alguna manera, personal e intransferible, en el tiempo presente y por venir.
Lima, la ex ponja; mayo-junio, 2002
última revisión: abril, 2004.
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última revisión: abril, 2004.
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BIBLIOGRAFÍA BÁSICA SOBRE KLOAKA
de Lima, Paolo. «Violencia y ‘otredad’ en el Perú de los 80: de la globalización a la ‘Kloaka’». Revista de Crítica Literaria Latinoamericana año XXIX, N 58. Lima, 2do semestre 2003: 275-301. También disponible en Ciberayllu [en línea] , 10 de abril del 2004.
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Gris, Sebastián. «Pelea de blancos». La República. Lima: 21 mayo 1983.
Mazzotti, José Antonio. Poéticas del flujo, migración y violencia verbales en el Perú de los 80. Lima: Fondo editorial del Congreso, 2002.
Mazzotti, José A. y Zapata Miguel A. Selección y prólogo de los autores. El Bosque de los Huesos/ Antología de la nueva poesía peruana 1963-1993. México DF: El Tucán de Virginia, 1995.
Santiváñez, Róger. «¿Quién es el blanco?». La República, Lima 21 de mayo de 1983.
Zevallos Aguilar, Juan y Jose Antonio Mazzotti. «Movimiento Kloaka: Dossier de la vanguardia poética peruana de los 80». Osamayor 4. Pittsburgh: 1991.
Zevallos Aguilar, Juan. Movimiento Kloaka (1982 — 1984): Cultura juvenil urbana de la postmodernidad periférica.(Incluye fotos y documentos de época). Lima: Editorial Ojo de Agua, julio 2002.
VV. AA. (José Antonio Mazzotti, Róger Santiváñez y Rafael Dávila-Franco) La Última Cena. Lima: ASALTOALCIELO / editores & Naylamp editores, 1987.
VV. AA. Revista Kloaka Nro. 1. Lima, verano 1984.
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ANEXOS
UNO
PARTE DE EXPULSIÓN
Ante la inconsecuencia demostrada por —sucesivamente— Guillermo Gutiérrez, Julio Heredia, Mariela Dreyfus, Mary Soto ante diversas situaciones de enfrentamiento —en el campo de la realidad y de la poesía— contra los enemigos del Movimiento, vale decir la imbecilidad del orden establecido y sus conservadores, el Movimiento Kloaka y su instancia suprema hacen conocer lo siguiente:
Los arriba mencionados quedan expulsados del paraíso para siempre/ por incapacidad ideológica y poética/ haber claudicado en distintas y reveladoras performances.
Carencia de bases ideológicas
Gutiérrez: No resistió el ataque reaccionario de Caretas. Huyó en vez de cerrar filas en torno al Movimiento.
Heredia: No supo manejar los límites entre el amor y la fe en el Movimiento. Fue arrasado por una corriente pasional destructiva.
Dreyfus: Imbecilizada por el orden. Incapaz de una verdadera ruptura. Miedo y sujeción al PADRE. Oportunismo.
Soto: Ganada exclusivamente por sus notas. Alejada del Movimiento y de la poesía.
Negaron 3 veces seguidas a Nuestro Señor/ como Pedro/ Serán la mofa del pueblo./ El que no computa NO computa/ Así es.
PORQUE DE KLOAKA SOLO SE SALE MUERTO O EXPULSADO (QUE NO ES LO MISMO, PERO ES IGUAL)
Barranco-Rímac, enero de 1984
Movimiento Kloaka
Edián Novoa Enrique Polanco Domingo de Ramos Róger Santiváñez José Velarde
Aliados Princ..: José Mazzotti/ Dalmacia Ruiz-Rosas
DOS
«Kloaka soportó las inundaciones norteñas del año 1983, estoicamente. Reapareció en octubre cuando ya le había roto el cerebro a todo Lima, con sus manifiestos y declaraciones. Otra vuelta en el auditorio Miraflores, con el desinteresado apoyo a la cultura joven de nuestra primera actriz Dalmacia Samohod. Durazno Sangrandoya había desparecido, pero en cambio contábamos con un grupo recién salidito del horno y que derrochaba talento a borbotones: Del Pueblo 14 y su música peruana contemporánea. Ya por esos días Mazzotti y Dalmacia Ruiz Rosas aparecían como aliados principales del movimiento.
Por fin llegó 1984. En febrero Kloaka realiza su última presentación pública. Siempre en el auditorio Miraflores. Perfomance de Frido Martín con Fernando Bryce, quien destruye su batería a patadas, al son de la lectura delirante de Martín, impecablemente vestido como un new romantic después de tomar té y de haber sido expulsado de la Católica, por escribir Breton Vive en uno de sus muros. Bryce viajó a Alemania; Polanco a la China, Velarde a París. Inmediatamente Heredia hacia China y también París. El movimiento se diluye entregando la única revista del grupo, expresionistamente ilustrada por Polanco. Poco antes una instancia suprema de Kloaka había ofrecido un parte de expulsión para Mariela Dreyfus, Guillermo Gutiérrez, Julio Heredia y Mary Soto, por haber incumplido las bases ideológicas del movimiento. Esas bases ideológicas eran una mezcla de Mayo 68, con toda la tradición de movimientos artísticos de vanguardia que en el mundo han sido, desde el surrealismo hasta los beatniks, pasando por Hora Zero, los nadaístas y el estridentismo mejicano.
Años después, Velarde edita Kloaka Internacional, en París, como queda dicho líneas antes»
(del artículo «Los poetas subterráneos/ Historia jamás contada»,
por Róger Santiváñez; en revista OIGA. Lima: 19 de octubre de 1992).
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POEMAS
Dalmacia Ruiz-Rosas (Lima, 1957)
EL LUGAR...
EL LUGAR...
el lugar donde nos amamos parece un convento
custodiado por camiones del ejército el río
el mercado y palacio de gobierno unas fondas y bares
y nosotros y unos cuantos minutos que nos quedan
...................fumándonos un cacho
somos nosotros y no lo siento real
el agua que nos peina carece de violencia
estamos envueltos en colores fascinantes
por un momento el cielo abría sus puertas
....................ese fue el asalto.
Róger Santiváñez (Piura, 1956)
REFLEXIONES AL PIE DE LA TUMBA DEL LOCO VICHARRA
Cuando veo tu nombre en los periódicos
pienso en la muerte, en la sorda muerte
que no sabe, que no oye, que no
escucha, que es como latón oxidado
a mis preguntas: Por qué no hubo
alguien que te diera una sonrisa,
en vez de recluirte abruptamente
en el Reformatorio, cuando habías
robado 15 libras de la bodega,
de tu barrio por palomillada,
por jugarle una pasada al destino;
el destino es como un viejo caficho
que nunca da la cara. Y así fuiste
perfectamente destruido en Maranga,
y allí, tampoco hubo nadie que
te hablara, porque los cancerberos
de todo Reformatorio, Cárcel, Asilo, Manicomio
son lo mismo: la enfermera antihumana
de Atrapados sin Salida-Pero tú
no eras Jack Nicholson interpretando
un papel, sino José Asunción Vicharra
Sánchez, un muchacho de la esquina,
al que ¿cómo recluyen? para hundirlo
más y más: De palomilla a Enemigo Público N° 1.
Ya el abandono posterior, la sociedad te dio la
espalda y no supiste sino alcoholizar tu
dolor, buscar una música entre la jerga del choro,
porque nadie quiso mirarte sino de soslayo,
murmurando basura, lumpen, ratero, asesino
y allí sí que todo fue irreversible;
después del primer disparo ya no hay
regreso posible, además, regreso ¿adónde?
si todos los corazones te fueron cerrados
si en cada recodo de tu vida, justo
en el momento en que necesitaste
una mano, nadie te la quiso dar,
por eso yo ahora te ofrezco la mía
aunque ya sea el reyno de la muerte
aunque quede tendida en el vacío
como la sensación final de este
canto de rebeldía.
José Alberto Velarde (Puno, 1957)
MI POEMA
Eres precisamente aquella persona que ha tenido acceso
a la comodidad y a la cultura de serie
y obras desde tu propia crisis
como mentor del movimiento.
Eres aquel que ha saboreado alguna vez
la fuerte impresión que supone haberse asomado sin poder por el momento
/salir del plano del espectador
de toda una serie de manifestaciones
AUTENTICAS DE LOS HUMANOS
Eres aquel que advierte la servidumbre
que supone un estilo impuesto
aunque no sepas exactamente por qué ni por quién
Eres aquel que advierte en tu día
el drama de lo cotidiano
y te sabes hijo de esta sociedad decadente
y te sientes culpable al serlo
y ¡qué curiosa burla!
eres educado en una vertiente intelectual
y te ves incapacitado de tratar
de tú a tú a tu pueblo llano
a los restos que de él quedan
Eres el que la sociedad actual no dejó madurar
AFORTUNADAMENTE
Eres hasta ahora inconexo
de objetivos anticapitalista
y de ideología aún no definida
difícil mezcolanza de
Marx Buda Senda Zen Tercer Mundo Poder Cholo
Y ni el mismo monstruo capitalista
tiene actitud clara ante tu movimiento
pero te está viendo peligrosamente cerca
te siente en el seno mismo de las fisuras
que ellos a dentelladas han trabajado
por eso tu dionisiaca presencia
sale de la realidad misma.
Domingo de Ramos (Ica, 1960)
COMO UN MAR ENCALLADO EN EL DESIERTO
Todo está rodeado
Ves hijo naciste cuando el sol era más pequeño
que tu cuerpo
Cuando veías que la tarde se iba
y tu madre llegaba como una ronca respiración
para darte la leche de etiqueta roja
que lactabas como si fueran los pechos de tu madre
Ah hijo viniste justo cuando las esteras ardían
de calor y las banderas aún flameaban dándote la bienvenida
Ahora tienes 15 años
...................................y no has estudiado
pero es como si lo
hubieras hecho
........................levantando construcciones
...................................................................cazando pájaros
corriendo por las playas como una quilla con las olas
pescando en la madrugada
..................................trayendo flores en invierno
vendiendo en agosto
...................Ahora hijo todo está rodeado
rodeado de alambres con piltrafas de aves
que como un oleaje te arrebataron el aliento
en una noche tan distante de la noche en que naciste
mientras yo estaba arrastrando la carretilla azul
...................................recuerdas?
como el Titanic que viste en la televisión
que se hundía y tú te ahogabas de sopor con la fiebre
de la arena sobre tus desnudos pies.
Ahora todo está rodeado. Menos donde descansas. Tus huellas
se han perdido. En la falda del cerro unas lagartijas juegan
haciendo hoyos y bajo la solitaria cruz
hay una voz de conchas marinas que silban
entre las rocas. Más abajo mucho más abajo la casa
que a la distancia verás
como un mar encallado en el desierto.
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NOTAS
1 Lo que ocasionaría ronchas respectivas y duraderas en parte del patio crítico local. Me refiero concretamente a la reseña periodística que no sólo tuvo su exacerbada muestra el año 1983, en CARETAS (marzo y octubre), sino que aun pasados el tiempo y diversas aguas bajo los puentes tuvo otra tristemente muestra en la caza de brujas desatada desde el fujimorato, y que halló nuevamente eco en la mencionada revista (Cf. Los números 1228 –17/09/92- y 1229 –24/09/92-), cuando era editor Fernando Ampuero. Recientemente, y con algunos redactores también presentes en la anterior «caza», ha habido un gris y lamentable reciclaje de todo ello en el suplemento «Somos» del conservador diario El Comercio (Ver el artículo «Jóvenes del 80», 13/07/03, así como la sección «Cartas», 20/09 y 04/10 del mismo año).
2 Quienes se interesen por el tema, pueden consultar mis ensayos sobre poesía peruana actual en la web de esta revista, así como la bibliografía básica que se ofrece al final de este texto.
3 A propósito de este término y su acepción entre nosotros, cito aquí una reflexión en torno a ello tomada de mi ensayo sobre el libro Pastor de perros (Lima, 1993), de Domingo de Ramos, incluido en una edición de la revista mencionada en la nota anterior: «(...) En [Pastor de perros se] da cuenta de la «marginalidad»; y [el autor] aun aclara que, siendo ésta voluntaria, es mejor denominarla «subterraneidad». El matiz entre estos conceptos puede descifrarse como Marginal-Pasivo ante Subterráneo-Activo: «tener una opción»; ser subte implica una cultura, como buena parte de la juventud rokera de los 80 (y aún ahora hay tozuda resaca en esta «opción») en Lima y hasta en otros espacios urbanos de América Latina. Pero ser subte es vivir «en las cloacas» de la ciudad, una metáfora para expresar este modo de nutrirse de la descomposición del sistema. Ésta fue —y es— una opción, como dijimos, de parte significativa y estruendosa de la juventud pequeño-burguesa limeña».
4 Quien se interese por esta relación, puede consultar el artículo «Demolición», del propio Santiváñez, en la revista Debate, número 10, pp. 66-68; setiembre de 1986, Perú.
5 Ver la citada Introducción de El bosque de los huesos así como el artículo «El poeta como desplazado: palabras, plegarias y precariedad desde los márgenes», de Rodrigo Quijano (en revista Hueso Húmero, número 35; Lima, diciembre 1999).
6 Sobre esta organización existe abundante literatura, consecuencia directa del surgimiento de especialistas en el tema conocidos como los «senderólogos». A pesar del tiempo transcurrido y que la coyuntura es otra, aún hoy, en el año 2004, se da una continuidad con dicha línea de investigación. En este sentido, el libro de Nelson Manrique (de título elocuente: El tiempo del miedo/ la violencia política en el Perú, 1980-1996) es apenas uno de los más recientes botones de muestra de ello: la extensa bibliografía que cita así lo corrobora. A manera de información histórica sobre Sendero Luminoso y llamativo testimonio de época proporcionado por un afamado como ya extinto diario de corte liberalista, he tomado esta cita de 1982: «La historia de permanentes excomuniones de la izquierda peruana conoce tres vertientes básicas: la del Partido Comunista, la de Vanguardia Revolucionaria y la Trotskista. Sendero Luminoso proviene de la primera, del desprendimiento surgido de la IV Conferencia Nacional de 1964, con el nombre de ‘Bandera Roja’. En 1969, la VI Conferencia Nacional termina en la ruptura de B.R., naciendo el hoy controvertido grupo político denominado Partido Comunista ‘por el Sendero Luminoso de José Carlos Mariátegui’. Desde ese momento, el PC ‘Sendero Luminoso’ pasa a ser uno de los grupos más virulentos frente al gobierno militar, al que tipifica como ‘fascista’. ‘Sendero Luminoso’ (...) diseña una estrategia de penetración silenciosa pero eficaz del movimiento obrero y campesino. (...) A principios de 1974, y luego de evaluar las experiencias del Ejército de Liberación Nacional y del MIR, se define que la región de Huamanga en Ayacucho es la más apropiada [para hacer estallar ‘la guerra popular del campo a la ciudad’]. [Con] El advenimiento de la ‘segunda fase’ militar (...) ‘Sendero Luminoso’ inicia su plan de ‘Reconstrucción Partidaria’, buscando el crecimiento y la especialización de su estructura de cuadros. Reclutan universitarios, docentes, campesinos e incluso licenciados del servicio militar, llegando a tener una total cobertura del territorio nacional. Sendero sostiene una viva polémica con la izquierda que acepta participar en los comicios constituyentes. Al respecto, su documento ‘Contra las Elecciones Constitucionales y el Estado de Nueva Democracia’, de enero 78, hacía un llamado a ‘apoyar el desborde campesino y las olas huelguísticas, para retomar el camino de la lucha armada’» (del artículo «Sendero Luminoso: del terrorismo a la guerrilla», por Fernando Olmos, en suplemento Perspectiva, del diario La Prensa; Lima, 14 de marzo de 1982; pp. 3-4).
7 Lo que también, en no pocos casos, los hizo más vulnerables a la presión política de las fuerzas más conservadoras, cuando estas sumaron los diferentes medios a su disposición para usufructuar —en defensa de sus intereses y privilegios- la posición pacifista que sinceramente asumió algún sector de la sociedad peruana en el período de mayor conflagración interna. Todo ello, en medio de un clima de guerra y represión creciente, hizo que más de un escritor y artista disidente de aquel poder no supiera —o no quisiera— definir su posición, deslindando a la vez con las fuerzas elitistas y conservadoras. Así, muchos de ellos, al publicar vagas declaraciones contra la violencia, fueron limando sus aristas más filudas y también se volvieron más previsibles cuando no conciliadores con el orden imperante; menos críticos, más cuidadosos, menos rebeldes, en suma.
8 Como réplica al cosmopolitismo practicado y publicitado por varios poetas de la promoción de los 60.
9 «[Durante los años 80, ] Los poetas de Kloaka son los poetas que más acusan la crisis de valores, las tensiones y la agresión galopante que se da en una situación de esa naturaleza: la delincuencia llega a situaciones más perversas, hay más cinismo, y eso es muy difícil de expresar mediante el lenguaje, si uno no es un lumpen. Los poetas de Kloaka pasaron por la universidad y no estaban, digamos, en un plan delincuencial, eran más un grupo de poetas anarcoides que transitaban por ambientes sórdidos, que simpatizaban con toda forma de oposición a lo oficial y no estuvieron políticamente vinculados a ningún grupo; inclusive recibieron muchas censuras, llamándolos decadentes, por ejemplo. Ahí te das cuenta de las ambigüedades de Kloaka (José Antonio Mazzotti, entrevistado por José Medina, en revista Motivos No 39; agosto-setiembre 1995, Lima).
10 «(...) Vivo en la zona sur, en San Juan. Es difícil encontrar el lenguaje poético que exprese ese ambiente. Uno trata de transmitir las frustraciones de la gente, de absorber sus problemas, para hacer una forma de poesía con eso y es muy duro. Creo que la mejor forma es no ser poeta en esa zona. Uno debe estar más adentro con ellos, estar más hondo con ellos y así comenzar a entender ciertos códigos, ciertas ondas que ellos transmiten, pero no abiertamente. Estoy tratando de hacer eso ahora. Me es difícil todavía, porque yo no tengo una sólida formación académica.
P. ¿La cree necesaria para transmitir lo que sucede en su zona?
R. En parte sí. Para poder manejar ciertas formas, ciertos lenguajes, cierto tecnicismo, no lo considero fundamental. Es útil para poder formar una estructura y que la palabra sea más efectiva, para que pueda transmitir eso. José María Arguedas era uno de ellos pues, entonces él absorbía eso y dio bastante, porque se apropió de ese lenguaje. Por eso, él pudo expresar todo un sentimiento andino y es el único que pudo hacerlo»
(Domingo de Ramos responde en entrevista grupal, a propósito del lanzamiento de la selección de poesía peruana aparecida en los 80: La Última Cena. Lima; en El Comercio, Lima, 30 de enero de 1988: C12).
11 Cuando hablo de esto, no puedo evitar que me venga a la memoria un ensayo poco recordado, y curiosamente nada citado en los estudios literarios y de política cultural, pero de innegable valor para nosotros en tanto aplicación creativa del marxismo en el campo de la estética y la crítica literaria contemporáneas: La generación del 50/ un mundo dividido. Historia y balance (ediciones SETIMO ENSAYO; Lima, 1988, 288 pp.), de Miguel Gutiérrez.
12 Este es el dato oficial dado hasta el momento por el informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación: organismo fundado por el gobierno de transición de Valentín Paniagua (2000-2001), con la principal tarea de investigar las causas y dar cuenta de las víctimas de la guerra interna, durante el período 1980-2000. Antes de este informe, la cifra de víctimas que se manejaba públicamente era casi la tercera parte de la actual.
13 Juan Zevallos Aguilar, crítico e investigador literario, ha publicado Movimiento Kloaka (1982 - 1984): Cultura juvenil urbana de la postmodernidad periférica. En su largo estudio introductorio, hallamos una puntual referencia al escenario latinoamericano que sirve de telón de fondo para la experiencia de Kloaka. Tal estudio es un aporte para el mencionado retrato panorámico y puesta al día de la joven escena literaria-artística en dicha década, y más específicamente respecto del colectivo al que dedica su mayor atención (a partir del cual, sin embargo, se desliza hacia cierta idealización cuando no a una aventurada generalización de esa experiencia a todo el conjunto de la sociedad peruana). Contiene, asimismo, algunos conceptos e interpretaciones discutibles; como su caracterización del velascato o del retorno a la democracia representativa, así como en torno a la guerra interna y a los grupos alzados en armas en el período. Un acierto de Zevallos es afinar una mirada, en buena medida, libre de prejuicios y sentencias apodícticas acerca de esos micro universos donde se fermentó durante los años 80 una respuesta, anarca, es verdad, pero una respuesta al fin y al cabo, contra el tono uniforme e institucional de la escena cultural canónica. De ahí que el texto de Zevallos, en general, desecha la retórica oficial u oficiosa de la época —e incluso de ahora— que suele referirse con epítetos baratos cuando no mal intencionados a los sujetos y realidades de diverso tipo que irrumpieron en la sociedad peruana de aquellos años, en pleno proceso de conflagración interna; lo que es otro valor a resaltar. Por lo demás, el empleo del jabonoso y discutible término «postmodernidad» desde el subtítulo de su libro sobre Kloaka, aparece como algo innecesario e injustificado.
14 Sin duda, esta talentosa y pionera banda de rock liderada por Piero Bustos y Ricardo Silva es una de las que más y mejor acompañó a los Kloaka, aun en las presentaciones que algunos de sus miembros realizaron en los últimos años de la década del 80 y hacia el inicio de la siguiente. Su estilo desenfadado, lúdico, así como el carnavalesco mestizaje en sus ritmos, instrumentos y letras la convirtieron en excelente aliado musical. Este año celebra también 22 años de fundación, componiendo con instrumentos andinos, folklóricos, en función de una base musical rock sazonada con aires negroides. A «Del Pueblo» hay que añadir las bandas «Kolarock», liderada por Edgard «Kilowatt» Barraza, y «Durazno sangrando», que fueron parte de los recitales del movimiento.
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César Ángeles L,
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