jueves, abril 03, 2008

Martín Adán.(LA CAMPANA CATALINA)

De la coplería arequipeña, inédita, de Martín Adán:"La Campana Catalina" (1936)


and many a heart tant was gay,
within the tomb now darkly dwells,
and hears no more those evening bells!
Th. Moore

I

-¡Catalina, catalina,
campana de acompañarte
uno, la lengua de oro,
aal uúltimo aire!...

¡Callándote, que no te oye!...
¡Das el ángelus al ángel!
¡Que la Catalina habla
como si le faltara aire!

-La campana Catalina
nunca tocó a tal valle.
¡Catalina la campana
no niega cuando no plañe!

¡Que la Catalina canta,
en el domingo del aire!
¡Que la Catalina, tonta,
que ella reía llorares!...

¡Que la Catalina, ciega,
que no se pierde buscándole!...
¡Que la Catalina miente,
que sí que llamó a alguien!

¿Y las voces inauditas,
inciertas, inefables...?
¿Por qué responder a veces
apenas, a voz de nadie?

-¡Catalina la campana,
la de falsos olvidares,
que te quedas con amor,
que te quedas con amante!

¡Catalina, Catalina
descúbretele, reclámale,
que el río gloguea ya,
que ya se despinta el valle!

Que la Catalina calla,
porque padeció callares,
que la Catalina es ella,
pero no la quiere nadie.

-¿Que la Catalina puede!
¡Que la Catalina sabe!
¡Que la Catalina, de oro,
como corazón constante!...
Que la Catalina esconde
su corazoncito grande,
que lo que provoca envidia
uno no la fía a nadie.

-¡El ha de volver a bello!
¡El ha de volver a valle
Él ha de volver a ti,
a la campanita madre!

¡Que con lampo y con zureo
tornará alado a cauce,
la inmortalidad, ardida
de estrellas y soledades!

¡Que es de tu cuerpo, de tu alma,
de tu bronce, de tu alcance!...
¡Hétele, que se te esconde!
¡Llámale, llámale, llámale!

¡Que asorda la campanita!
¡Que arrasa un soplo anhelante!
¡Que por sobre todo otea!
¡Que le distinguió el aire!

La campana Catalina
tañe, tañe, tañe, tañe.

IV

Bescheidet auch mit alten Leidensregeln
St. George


Guillén, Rodríguez y yo
íbamos a una tarde,
desde el tañido de Tingo,
sobre sonares de sauces

-¡Que la mamita del Dios,
la de los siete puñales!...
¡Que la mamita del Caima!...
¡Que la mamita del Carmen!...

Exacerban a un sollozo,
que se ahorca, por soltarse
la guitarra, indestructible,
y la mano, infatigable.

Y fue un dolor plañidero
que se sofoca en pañales
como el dolor de los niños
que atentan a los panales.

Y en sí misma, a mujeriegas,
la muerte sigue a mi valle,
embarrando hasta la luna,
sobre un trote sin ijares.

¡Y una sima, de resón!...
¡Y una raridad del aire!...
¡Y un goce de la herida!...
¡Y una gana de vengarme!...

-Yo quiero ser el que soy;
y quiero no preguntarte,
guitarra, por que soy otro
que no atina a preguntarme.

Bordonean las guitarras
sutiles de los gañanes;
y ya tira de su cuerda
el bordoneo, implacable.

-No te enamores de veras,
que te querrán con puñales.
Di que vas sin corazón;
porque lo dejan sin sangre.

Como el vilano a la luz,
el corazón siempre arde.
Como el vilano al viento,
el corazón nunca cae.

¡Poesía, no me hiciste!
¡Soy más que tu verso grande!
¡El río se va a la mar,
y yo me quedo acordándome!

-Es la muerte, y no revives.
La perfección ¿qué te vale!
Siempre serás el tu origen,
preso en la umbela del aire.

Molinos muelen y muelen
Mis huesos en otro valle,
por hogaza ácima inmensa,
por sustentar a Dios Padre.

Y el molino muele en vano.
Y el molino muele el aire.
¡Y guitarra, remolino
de antónimos y compases!...

En voz, en follaje, en poda
gimen las iras torcaces,
y rezuman higo y fuego
roja miel y dulce sangre.

Se queman cielos y cielos
a una noche que arde;
y se juntan miedosos,
uno a otro, valles, valles...
-¡Y sin tacto lo cogí!
¡Algo de la noche, madre
guitarra!... ¡Y heló la mano
del sí acertar a acordarme!
-¡Amor que se pone en ti
muy pronto se ve en el aire!
-¡Ay, el aire ha de ponerle
en viento que ha de tornarle!
-¡La dicha, no te me niegues,
no te escondas ni aplaces!
¡Yo siempre seré el que espera,
dispuesto a desesperarse!
Bordonean las confusas
guitarras irrefragables;
y va aserrando su borde
el bordoneo, crispante.
¡Guitarra, de no cejar!...
¡Guitarra, de no acordarte!...
¡Maldición de malquerido!...
¡Mansedumbre de cadáver!...
-¡Yo no fui! ¡Fue el que lloraba
yo, cuando no era nadie
yo, y la guitarra era
yo, sangre y sombra, la madre!
Con el lucero y el llanto,
lágrimas y luminares
de higos y de guitarras,
pendientes y entrañables!...
¡Oh, cómo truena y penetra
la campana del callarme!
¡Oh, qué badajo yo mismo
contra mi alma y hueso y carne!
¡Lo sé, el río, mi río,
yo, que yerro por tu valle,
quejándome de llamar
con los nombres sustanciales!
¡Sabiduría infinita
de no saber olvidarte!...
Y Dios toca la guitarra,
y llora ya sin doblarse.
¡Por la eternidad intacta,
por el designio incesante,
por la persona infinita
y por la obra interminable!
¡Poesía, tú no vas:
tú vienes de originarme,
y en tu término palpita
la eternidad de no hallarte!
¡Que la mamita del Dios,
la de los siete puñales,
como recordando mía
semana de no acordarme!...
¡Y como los nombres nombran
con los sueños por delante;
y como aran los bueyes,
con testículos impares!
La guitarra va y viene,
va y viene y en su abismarte
como el que se ahorcó,
ya inocente, en el aire.
-La muerte, ablanda tu hueso
duro, para sujetarme:
yo no huiré a parte alguna,
porque estoy en todas partes.
Yo siempre estaré en la vida
a sombra de costillares,
golpeando cuerdas y nervios
y remeciendo los árboles.
¡Infinita brevedad,
que sigue y sigue, aun de sangre,
que se desangra el absorto
de la que cobra el celaje!...
-¡Clava en tu carne tu hueso
y echa a morder en el aire,
que Dios no quiere contigo
sino errar adivinándote!
-¡El goce te habrá enterrado,
tesoro de despertares!
¡Mi ver lo tragó la tierra:
dunas lo llevan y traen!
Sangra, sangra la reciente
guitarra, eterna e incurable.
Treno tanto, treme, treme,
con la mama de la madre.
-Amor no es sino tu nombre
dicho a la oreja de nadie.
Si lo dices, dilo quedo:
procura no despertarte.
-¡Yo no sé sino que vivo
porque me maté muy tarde!
¡Yo no sé sino que muero
de tanto temer matarme!
¡Esta música maldita
que no acaba, y que no acabe!...
¡Ay, manera de matar,
que no mata lo bastante!...
¡Repetir que no, que no!...
¡En el fluir, atravesarte!...
¡Acallarlo, con sordera!...
¡Contener brazo del aire!
-¡Ay, que me enfrío de muerte!
¡Ay, que me pasó mi sangre!
¡Ay, que me puse a morir-
me de través en el cauce!
Luz deslumbra, ¿y qué esclarece!
Es, y azoga los cristales.
¡Poesía sin través,
tu verso es interminable!
Los sentidos se abalanzan
a un inútil esforzarse
de serojos sitibundos
para con aguas fugaces.
-¡Y mueres, y no te alegras!
¿No lo querías sin margen?
¡El agua que te ahoga
es el llanto ya sin sauce!
-¡Que los ayes me desuellan,
ay, sin llegar a tocarme!
¡Que ya me quiero dormir
en los brazos de los ayes!
Bordonearon las tremendas
guitarras imponderables;
y va enfriando su asfixia
a oscuridad del aire.

Bordón y prima se casan
en una clausura de ayes,
y se oye un callar de beso,
y cunde un vaho de sangre...
-¡Que el ritmo vuelva y me lleve
a donde puedan matarme!
¡Ya nazco otro, y no siento
-yo dolor- el que me pare!
¡Yo me ande sobre cayado
de gana que no se harte,
y yo me costee en leño
de eternidad inestable!
¡Y yo, mis dioses bebidos
regrese de lupanares,
de dioses que no consientan
ni perderme ni salvarme!
¡Sí, allá en el puerto de Thule,
donde amanece a los ángeles,
que remiran judas ciegos
y barajan gordos naipes!...
Cuando en casa sin aliento,
presente aún el ángel,
desnudan un lecho manos
mudas, ciegas, de una madre.
¡Ay, rumbo en que cupo el barco
apenas y ya no cabe!...
¡Ah, altamar de guitarra!...
¿Qué cielo para tu mástil!...
-Guitarras digan mi nombre;
besos husmeen a mi aire:
es en vano: me perdí,
y no quiero recobrarme,
-¡Redivivo nacerás,
si te acuerdas de acordarte!
¡Humanidad es de olvido!
¡Y Dios es inolvidable!
-Necesidad, alma mía,
¿Hasta cuándo habré de estarte?
¡Hágase el hecho una vez;
y yo pueda ir a mi hambre!
-¡Lo que una vez hiciste
siempre habrá de trasoñarte!
¡Mi corazón es de entonces,
pero mi fe era de enantes!
-¡Mi gozo, ser, crece, crece
más alto que tu desaire!
¡Me place mi vida en flor,
rodrigada de huracanes!
-Eternidad, alma mía,
¿hasta cuándo habré de fiarte?
¡Haz de mi sexo la roca
y de encaro de uno y nadie!
¡Abrazo no la extasíe!
¡Mirada no la embarace!
¡Amor no sepa decirla
los mil nombres del amante!
Que eternidad es así.
De alma y cuerpo y río y valle.
¡De pregunta y de callar,
y de encaro de uno y nadie!
-¡Ay, que no puedo morirme,
que me soy de hueso y carne,
y un alma que no me suelte,
y un beso que habrá de dárseme!
¡No hay ojo para la proa
y no hay cuerpo para el viaje!
¡Sólo apenas; sólo amarras;
variedad, empuje, alcance...!
¡Qué soledad numerosa,
de retraimiento unánime!...
Mirando el aire sedente
avanza el aire emigrante.
¿Qué humano se hace ninguno
para ya en ello embarcarse!
Y por la mar de las cosas
va uno a la angustia de nadie.
Es apenas leño y hierro,
pero guía un querer salvarte
de no sé quién tuyo acaso,
de huesos y venas grandes.
Mudez y musculatura
conciertan ritmos tenaces,
el cantar echa su hedor,
axila, red, a los trances.
-¡Sí, yo, que derroché todo
mi botín de inanidades,
de ternuras sin amor,
ganadas al abordaje!...
¡Derrota en que cupo el barco
apenas, y ya no cabe!...
¡Ah, altamar de la guitarra
sin ala para tu mástil!...
¿Qué mano empuño extensiones,
haz de quillas y de trances!
Y singla hacia puerto intenso,
pulso puro, el navegante.
¡Embraste la madera,
y quieres echar los trastes!
¡Ah, guitarra, el barco mío,
sin cielo para tu mástil!...
Y va en la fuerza durísima
la humanidad de la nave;
hondo en carga inescrutada,
la sentina inescrutable.
-¡Alma y cuerpo eres de alma
y ya no puedes fiarte!
¡Humanidad es de sido,
y Dios es irreparable!
¡Vida, es tu esfuerzo en vano,
que vivir es invocarte!
¡Abres la boca, y no estás,
nunca, ninguno, en tus mares!
-¡Amor, amor odiará!
¡Tú serás tú imaginarte!
Pereció la última mano,
pero sobrevive el ásgase.
¡Ah, mi corazón de ahora,
de menester de ahogarse!...
¡Ay, mi corazón de entonces,
de salvaciones falaces!
Hora se va mi deseo.
De aquí se va, sin llevarme.
Aquí quiere lo que no es.
Y mi alma, enamorándome.
Amor alguno vendrá,
Y estará un amor mirándome.
¡Yo no sé sino que supe,
Y que no sé olvidarme!
¡Guitarra, no me lo digas,
que dices secreto al aire!
¡Tristeza, no tengas miedo,
que yo tengo miedo, madre!
Golpean sus corazones,
impasibles los gañanes,
los ojos como de alumbre,
las manos como de alambre.

VIII

Llego a verde absoluto,
regresando; y no es el valle.
¡Y cómo pesa el pie,
calzado de espesa sangre!
Andando sobre mí mismo,
yo me procuro, cargándome;
y cada cosa me orienta
a un coágulo de sangre.
Miro buey: dos ojos ciegos,
que lucen a eternidades,
bajo testuz que es un vaso
de ofrenda de dura sangre.
Miro regato, de córnea
que una vez miró, vivace:
una lividez de párpado,
rusida de quieta sangre.
Casi humus, casi luz,
vasta electricidades,
los trigos ganados tremen,
vibran: ¡que abreve la sangre!
Nieves de cimas y cirros,
alcores de claras sales,
toisón del cordero albo
morirían para sangre.
¡Ay, que paró el que seguía
como el eterno romance!...
Y se me va la palabra
como se iría mi sangre.
Y escuchando a luces mudas,
aprehendo lo impenetrable:
que todo mi sangre vierte
si no lo agita la sangre.

X

Alberto Guillén, ya cera,
ya la miel de los panales
inúndate, macerando
tus corazones a mares.
Celda alguna permanece
por que nunca más te apartes,
gota de miel sin goloso,
abeja írrita y pinchante,
La corona de aguijones
de las sienes se te cae,
y en aureola de iris
de élitros la truecan ángeles.
-Ave y nube singular
que labran de gusto el valle,
hasta la colmena en ciernes
de tu Yanahuara cande.
-De una miel que era tan dulce,
que alanceaba al tragarse;
de una miel que así se acendra,
que a sí misma se relame.
-De la flama y del fluir
de mieles sentimentales,
las de los nombres en celo
que se hieren en el aire.
-El valle, en tu corazón,
inmóvil, mueve agua y cauce;
y el río traspasa, miel,
gota a gota, tu cadáver.
-Hondo en tu patria terrena,
ejemplo a eternidade,
dulzura que quiebra el vaso,
luces y zumbas y sabes.
El logaritmo en derrota
por el exágono plañe
a cera que se derrite
y a miel que fluye en Dios Cauce.

(De La Campana Catalina)
Agradecimientos a la web

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