viernes, enero 25, 2008

EDMUNDO DE AMICIS (CORAZÓN)


Abril

En convalescencia

Jueves, 20


¿Quién me había de decir, cuando volvía tan grata de aquella hermosa excursión con mi padre, que pasaría diez días sin ver el campo ni el cielo¡ He estado muy malo, en peligro de muerte.

He oído sollozar a mi madre y he visto a mi padre muy pálido, mirándomecon los ojos fijos, a mi hermana Silvia y a mi hermano, hablando en voz muy baja, y al médico de las anteojos, que no se separaba de mi lado y me decía cosas que no comprendía.

He estado bien cerca de dar el último adiós a todos para siempre ¡Ah. Pobre madre mía! Pasé tres o cuatro días por lo menos, de los cuales no recuerdo nada en absoluto, como si hubiese estado en medio de un sueño embrollado y obscuro. Me parece haber visto al lado de mi cama a mi buena maestra de secció primera superior, esforzándose por sofocar la tos con el pañuelito, para no molestarme; recuerdo muy confusamente a mi maestro, que se inclinó para besarme y me pinchó un poco la cara con la barba.

Vi pasar, como en medio de espesa niebla, la rubia cabeza de Crosi, los dorados rizos de Deroso, al calabrés vestido de negro, y a Garrón, que me trajo una naranja mandarina con hojas, y que se marchó en seguida porque su madre estaba enferma.

Me después desperté como de un sueño muy largo, y comprendí que estaba mejor viendo sonreír a mi madre y oyendo canturrear a Silvia. ¡Oh, qué sueño tás triste ha sido! Luego empecé a mejorar día a día, me sentía mejor…

El albañilito, que me hizo reír por primera vez, después de tanto tiempo poniéndome su acostumbrado hocico de liebre. ¡Qué bien le sale ahora que se le ha alargado un poco la cara por la enfermedad! Han venido Coreta y Garofi, éste con el fin de regalarme dos participaciones de su nueva rifa para «una cortaplumas con cinco sorpresas», que compró a un vendedor ambulante en la calle Bertola. Ayer, por último, mientras dormía vino Precusa, poniendo la mejilla debajo de mi mano, pero sin despertarme, y como venía de la herrería, con la cara ennegrecida por el carbón, me dejó tiznada la manga, cosa que me ha gustado ver al despertarme.

¡Qué verdes se han puesto los árboles en estos pocos días! ¡Y qué envidia me dan los chicos que van a la escuela con sus libros, cuando mi padre me asoma a la ventana! Pero también empezaré a ir yo otra vez pronto. Estoy impaciente por volver a ver a mis compañeros, mi banco, el jardín, las calles de costumbre, saber todo lo que me ha sucedido estos días, coger de nuevo mis libros y cuadernos, que me parece no los haya tocado hace un año.

¡Qué delgada y pálida está mi pobre madre mía! ¡Qué expresión de cansancio tiene mi pobre mi padre mío! ¿Y qué decir de mis buenos compañeros, que vinieron a verme, y caminaban de puntillas y me besaban en la frente?. Me da tristeza pensar que un día tendremos que separarnos. Tal vez continúe los estudios con Deroso y algún otro, pero ¿y los demás? Una vez terminados los estudios primarios, ¡Adios! ya no volveremos a vernos; ya no vendrán a visitarme cuando esté enfermo. Me tendré que separar definitivamente de Garrón, de Precusa, de Coreta, de tantos buenos y queridos compañerosmíos, ésos no los volveré VER PROBABLEMENTE.



LOS AMIGOS ARTESANOS

Jueves, 20



“¿Por qué, Enrique, no les volverás a ver? Esto dependerá de ti. Una vez que termines cuarto año, irás al bachiller superior y ellos se pondrán a trabajar. Pero permaneceréis en la misma ciudad quizá por muchos años. ¿Por qué no os volveréis a ver? Cuando estés en la universidad o en la academia, les irás a buscar a sus tiendas o a sus talleres y te alegrarás de encontrarte con tus compañeros de la infancia, ya hombres, en su trabajo. ¡Cómo es posible que tú no te encuentres con Coreta y Precusa, donde quiera que estén!

Irás y pasarás con ellos horas enteras en su compañía, y verás, estudiando la vida y el mundo, cuántas cosas puedes aprender de ellos, y que nadie te sabrá enseñar mejor, tanto sobre sus oficios, como acerca de su sociedad, como de tu país.

Y ten presente que si no conservas estas amistades, será muy difícil que adquieras otras semejantes en el futuro; amistades, quiero decir, fuera de la clase a que tú perteneces; y así vivirás en una sola clase; y el hombre que no frecuenta más que una clase sola, es como el hombre estudioso que no lee más que un solo libro. Proponte por consiguiente, desde ahora, conservar estos buenos amigos aun cuando os hayáis separado, y procura cultivar su trato con preferencia, precisamente porque son hijos de artesanos.

Mira: los hombres de las clases superiores son los oficiales, y los obreros son los soldados del trabajo; pero tanto en la sociedad civil como en el ejército, no sólo el soldado no es menos noble que el oficial, ya que la nobleza está en el trabajo, y no en la ganancia, en el valor, y no en el grado, sino que, si hay superioridad en el mérito, está de parte del soldado y del obrero, porque sacan de su propio esfuerzo menor ganancia.

Ama, pues, y respeta sobre todo, entre tus compañeros, a los hijos de los soldados del trabajo; honra en ellos el sacrificio de sus padres; desprecia las diferencias de fortuna y clase, porque sólo las gentes superficiales miden los sentimientos y la cortesía por aquellas diferencias; piensa que de las venas de los que trabajan en los talleres y los campos salió la sangre bendita que redimió la patria; ama a Garrón, ama a Precusa, ama a Coreta, ama a tu albañilito, que en sus pechos de obreros encierran corazones de príncipes; júrate a ti mismo que ningún cambio de fortuna podrá jamás arrancar de tu alma estas santas amistades infantiles.

Jura que si dentro de cuarenta años, al pasar por una estación de ferrocarril, reconocieras bajo el traje de maquinista a tu viejo Garrón, con la cara negra... ¡Ah! No quiero que lo jures; estoy seguro que saltarás sobre la máquina y que le echarás los brazos al cuello, aun cuando seas senador del Reino.



TU PADRE


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