jueves, octubre 04, 2007

EDMUNDO DE AMICIS (CORAZÓN)

Diciembre

El comerciante

Jueves, 1

*


Mi padre quiere que cada día de fiesta o sin clase traiga a casa a uno de mis compañeros o que vaya a buscarlo, para ir haciéndome más amigo de todos. El próximo domingo fui a pasear con Votino, aquel muchacho tan bien vestido, que siempre se está alisando y que tanta envidia de Deroso.

Hoy ha venido a casa Garofi; aquel chico alto y delgado, con la nariz de pico de loro y los ojos pequeños y picaruelos, que parecen buscar por todas partes. Es hijo de un droguero. Un tipo muy original. Siempre está contando el dinero que lleva en el bolsillo: cuenta muy de prisa con los dedos y hace cualquier multiplicación sin recurrir a la tabla pitagórica. Hace sus economías, y tiene ya una libreta de la Caja de Ahorros escolar. Yo creo que no se gasta nada y, Es descibfiado si se le cae algo o una monedita bajo el banco, es capaz de estar buscando una semana entera. Deroso dice que hace como las urracas.

Todo lo que encuentra, plumas gastadas, sellos usados, alfileres, trocitos de velas, lo recoge cuidadosamente. Hace más de dos años que colecciona sellos de correos, y tiene ya tiene centenares de diferentes países en su gran álbum, que después venderá al librero cuando esté completo. Entretanto el librero le da los cuadernos gratis porque le lleva muchos chicos a la tienda lleno todo de él sumas y restas..

En la escuela no para de comerciar; todos los días vende cosas, hace rifas y subastas; después se arrepiente y quiere de nuevo sus mercancías; lo que compra por dos lo da por cuatro; juega a las aleluyas y nunca pierde; revende periódicos atrasados al pirotécnico y al estanquero, y tiene una libreta, llena de sumas y restas, donde anota todas las operaciones que realiza. Sólo le interesa la Aritmética, y si ambiciona premios es para entrar sin pagar en el teatro de “Guignol”.

A mí me gusta y me divierte. Hemos jugado a vender con pesos y medidas; sabe el precio exacto de las cosas, conoce las pesas, y lía las cosas en papel de estraza con la habilidad y presteza del mejor tendero. Dice que se establecerá en cuanto salga de la escuela, y se emprnderá, un negocio nuevo inventado que ha ideado.

Se ha puesto muy contento porque le he dado algunos sellos extranjeros, habiéndome dicho al instante el precio a que se venden para las colecciones.

Mi padre, haciendo como que leía el periódico, le estaba oyendo y se divertía oyéndole. Siempre lleva los bolsillos llenos de pequeñas mercancías, que cubre con un largo delantal negro, y parece en todo instante preocupado y pensativo, como los comerciantes ya mayores. Pero lo que más estima es su colección de sellos de correos: es su tesoro y habla de él como si fuese a sacar una verdadera fortuna.

Los compañeros le creen avaro y un usurero. Yo no sé qué pensar de él. Le quiero bien, me enseña muchas cosas y me parece un hombrecito.

Coreta, el hijo del revendedor de leña, dice que Garofi no daría sus sellos ni para salvar la vida de su madre. Mi padre no lo cree así.

-Espera aún para juzgarlo -me ha dicho-; siente pasión por las ganancias, pero tiene buen corazón.

*

Diciembre

Vanidad

Lunes, 5


Ayer fui a pasear por la alameda de Rívoli con Votino y su padre. Al pasar por la calle Dora Grossa, vimos a Stardo, el que no permite que le distraigan en clase, que se incomoda con los revoltosos, parado, muy tieso, delante del escaparate de una librería con los ojos fijos en un mapa. Sabe Dios desde cuándo estaría allí, porque estudia hasta en la calle; ni siquiera nos devolvió el saludo que le dirigimos el muy grosero.

Votino, como siempre, iba muy elegante, quizás demasiado; llevaba botas de tafilete con pespuntes encarnados, un traje con bordaduras y borlitas de seda, un sombrero de castor blanco y reloj. ¡Había que ver el postín que se daba el chico! Pero esta vez iba a acabar mal su vanidad.

Después de haber andado buen trecho por una calle, dejando muy atrás, que andaba despacio paseaba bajo los árboles leyendo un periódico, nos detuvimos en un banco de piedra, junto a un chico modestamente vestido, que parecía cansado y estaba pensativo, con la cabeza gacha. Un hombre, que debía ser su padre.

Nos sentamos. Votino se puso entre aquel chico y yo. De pronto se acordó de que iba bien vestido, muy majo y quiso hacerse admirar y envidiar de nuestro vecino.

Levantó un pie y me dijo:

-¿Has visto mis botas de militar nuevas?

Lo decía para llamar la atención del otro chico. Pero éste no se fijó.

Entonces bajó el pie, y me enseñó las borlitas de seda, diciéndome, mirando de reojo al desconocido, que no terminaban de gustarle y que prefería botones de plata. Pero el otro chico tampoco se fijó en las borlitas.

Votino se puso a hacer girar sobre la punta del dedo índice su precioso sombrero de castor blanco. Mas el otro parecía que lo hiciese adrede y ni siquiera se dignó dirigir una mirada al sombrero.

Votino que empezaba a enfadarse, sacó el reloj, lo abrió y me enseñó la maquinaria. Tampoco volvió esta vez la cabeza el vecino del banco.

-¿Es plata sobredorada? -le pregunté.

-No, hombre -me respondió-. Es de oro.

-Pero no será todo de oro -le dije-; tendrá también algo de plata.

-¡No, no hombre! -replicó;

Y para obligar al otro chico a mirar, le puso el reloj delante de sus ojos, diciéndole:

-Oye, tú, fíjate, ¿no es verdad que es todo de oro?

El interpelado respondió secamente: -No lo sé.

-¡Vaya, vaya Oh, oh! -exclamó Votino lleno de rabia-. ¡Qué soberbia! Mientras decía esto, llegó su padre, que había oído su expresión. Miró fijamente al niño desconocido y dijo bruscamente a su hijo:

-¡Cállate! -E inclinándose a su oído, añadió: -¡Es ciego!
Votino se puso de pie de un salto y miró la cara del muchacho. Tenía las pupilas apagadas, sin expresión, sin mirada.

Votino se quedó anonadado, sin palabra, con los ojos en tierra. Después balbuceó:

-¡Lo siento; no lo sabía!

El cieguecito, que todo lo había comprendido, dijo, sonriéndose bondadosa y melancólicamente:

-¡Oh, no importa nada!

Ciertamente Votino es vano; pero después de todo no tiene mal corazón Votino.. Durante todo el resto del paseo no se volvió a reír.


1 comentario:

Guille Bravo dijo...

Estoy muy contento de hqber conocido tu blog. Corazon es uno de los primeros libros aue me leyo mi padre, hay mucha nobleza en ese libro, es fantastico

un saludo enorme

Guille