lunes, septiembre 24, 2007

EDMUNDO DE AMICIS (CORAZÓN)

Noviembre

Los soldados

Martes, 22



Su hijo era voluntario del ejército cuando murió; por eso el Director va siempre a la plaza a ver pasar a los soldados cuando salimos de la escuela. Ayer pasaba un regimiento de infantería y cincuenta muchachos se pusieron a saltar alrededor de la música, cantando y llevando el compás con las reglas sobre la cartera. Nosotros estábamos en un grupo, en la acera, mirando. Garrón, oprimido entre su estrecha ropa, mordía un pedazo de pan; Votino, aquel tan elegantito, que siempre está quitándose las motas; Precusa, el hijo del forjador, con la chaqueta de su padre; el calabrés; el albañilito; Crosi, con su roja cabeza; Franti, con su aire descarado, y también Roberto, el hijo del capitán de artillería, el que salvó al niño del ómnibus y que ahora anda con muletas. Franti se echó a reír de un soldado que cojeaba. Pero de pronto sintió una mano sobre el hombro; se volvió: era el Director.

-Oyeme -le dijo el Director-, burlarse de un soldado cuando está en las filas, cuando no puede vengarse ni responder, es como insultar a un hombre atado; es una villanía.

Franti desapareció. Los soldados pasaban de cuatro en cuatro, sudorosos y cubiertos de polvo, y las puntas de las bayonetas resplandecían con el sol. El Director dijo:

-Debéis querer mucho a los soldados. Son nuestros defensores. Ellos irían a hacerse matar por nosotros si mañana un ejército extranjero amenazase nuestro país. Son también muchachos, pues tienen pocos más años que vosotros, y también van a la escuela: hay entre ellos pobres y ricos, como entre vosotros, y vienen también de todas partes de Italia. Vedlos, casi se les puede reconocer por la cara: pasan sicilianos, sardos, napolitanos, lombardos. Este es un regimiento veterano, de los que han combatido en 1848.

Los soldados no son ya aquéllos, pero la bandera es siempre la misma. ¡Cuántos habrán muerto por la patria alrededor de esa bandera, antes que hubierais nacido vosotros!

-¡Ahí viene! -dijo Garrón. Y en efecto, se veía ya cerca la bandera, que sobresalía por encima de la cabeza de los soldados.

-Haced una cosa, hijos -dijo el Director-; saludad con respeto la bandera tricolor.

La bandera, llevada por un oficial, pasó delante de nosotros, rota y descolorida, con sus medallas sobre el asta. Todos a la vez llevamos a tiempo a una mano a las gorras. El oficial nos miró sonriendo y nos devolvió el saludo con la mano.

-¡Bien, muchachos! -dijo uno detrás de nosotros. Nos volvimos a verle: era un anciano que llevaba en el ojal de la levita la cinta azul de la campaña de Crimea; un oficial retirado-. ¡Oh Bravo! -dijo-; habéis hecho una cosa que os enaltece.

Entretanto, la banda del regimiento volvía por el fondo de la plaza, rodeada de una turba de chiquillos, y cien gritos alegres acompañaban los sonidos de las trompetas, como un canto de guerra.

-¡Bravo! -repitió el bravo oficial mirándonos-. El que de pequeño respeta la bandera, sabrá defenderla cuando sea mayor.


Noviembre

El protector de Nelle

Miércoles, 23



También Nelle, el pobre jorobadito, miraba ayer el paso del regimiento a los militares; pero de un modo así, como pensando: «¡Yo no podré nunca ser soldado!» Es un buen chico y, además, estudioso; pero esta demacrado y pálido, le cuesta trabajo respirar. Lleva siempre un delantalde tela negra lustroza. Su madre es una señora pequeña y rubia, vestida de negro, que acostumbra acudir a la puerta de la escuela a la salida para evitar que salga en tropel con los demás, y lo acaricia mucho.

Como tiene la desgracia de ser jorobado, muchos chicos se burlaban de él en los primeros días y hasta le pegaban en la espalda con las bolsas; pero él nunca se enfadaba ni decía nada a su madre, para no darle el disgusto de saber que su hijo era objeto de burla por parte de sus compañeros. Se mofaban de él y el pobre chico sufría y lloraba en silencio, apoyando la frente sobre el banco.

Pero en la mañana se levantó Garrón y dijo:

-¡Al primero que toque a Nelle o se meta con él, le doy un testarazo que le hago rodar tres vueltas por el suelo!

Franti no hizo caso y recibio el testarazo de Garrón le propinó y el burlador dio tres vueltas sobre el pavimento. A partir de entonces, nadie se metió con Nelle.

El maestro le puso cerca de Garrón, en el mismo banco, y se han hecho se hicieron buenos amigos. Nelle ha tomado mucho cariño a su corpulento amigo;

Apenas entra en la escuela, le busca en seguida por donde anda, y nunca se va sin decirle: «Adiós, Garrón». Y lo mismo hace éste con él.

Cuando a Nelle se le cae una pluma o un libro debajo del banco, Garrón en seguida para que no tenga el trabajo del banco, enseguida para que no tenga de agacharse, Garrón anda se inclina y se los recoge el libro o la pluma, y después le ayuda a ordenar la bolsa y a ponerse el abrigo. Por todo ello, Nelle le quiere mucho, le mira constantemente y, cuando el maestro lo alaba, se pone tan contento como si le alabase, a él. Nelle tuvo que referírselo todo a su madre, tanto las burlas y lo que le hacían sufrir los primeros días como el comportamiento del compañero que le defendió y a quien tanto quiere y defendió y lo tomó tanto carino; debe habérselo dicho por lo sucedido esta mañana.

El maestro me mandó llevar al Director el programa de la lección media hora antes de la salida. Y yo Estando en su despacho entró la señora rubia, vestida de negro, madre de Nelle, la cual dijo:

-Señor Director, ¿hay en la clase de mi hijo un chico llamado Garrón?

-Sí, señora hay – respondió el director.

-¿Quiere ud tener la bondad de hacerle venir aquí un momento? Es que deseo decirle algunas palabra.

El Director llamó al bedel el portero y lo mandó al aula. Un minuto después llegó Garrón, muy extrañado con su cabaz grande y rapada, a la puerta. Apenas lo vio, salió la señora corrió a su encuentro, le echó los brazos al cuello, le dio muchos besos en la frente diciendo:

-¿¡Eres tú Garrón, el amigo de mi hijo, el protector de mi pobre niño!? Eres tú, hermoso…

Después buscó precipitadamente en sus bolsillos y en su bolso y, no encontrando nada, se quitó del cuello una cadenilla con una crucecíta y se la puso a Garrón por debajo de la corbata, diciéndole:

-¡Tómala, llévala en recuerdo mío, querido niño, en recuerdo de la madre de Nelle, que te da un millones de millones de gracias y te bendice!.


Noviembre

El primero de la clase

Viernes, 25


Garrón se atrae el cariño de todos, y Deroso, la admiración. Ha obtenido el primer premio y, con toda seguridad, será también el primero de la clase de este año, pues nadie puede competir con él; todos reconocen su superioridad en todas las asignaturas.

Es el primero en Aritmética, en Gramática, en Redacción, en Dibujo... Todo lo comprende al vuelo, tiene una memoria prodigiosa, en todo sobresale sin esfuerzo; parece que el estudio es un juego para él. El maestro le dijo ayer:

-Has recibido grandes dones de Dios; procura únicamente no malgastarlos.

Es también, por lo demás, alto, guapo, de pelo rubio y rizado, tan ágil, capaz de saltar por encima de un banco sin apoyar más que una mano sobre él; y ya sabe esgrima. Tiene doce años; es hijo de un comerciante; va siempre vestido de azul, con botones dorados; es vivaracho, alegre, amable con todos, ayuda a cuántos puede en el examen y nadie se atreve jamás a desairarlo o dirigirle una palabra malsonante.

Solamente le miran de reojo Nobis y Franti, y a Votino le salta la envidia por los ojos; pero él no parece darse cuenta. Todos le sonríen y le dan la mano o le cogen cariñosamente el brazo cuando pasa a recoger, con su acostumbrada afabilidad, los trabajos que hemos hecho. Regala periódicos ilustrados, dibujos, cuanto a él le regalan en su casa; para el calabrés ha hecho un pequeño mapa de Calabria; todo lo da sonriendo, sin pretensiones, a lo gran señor, y sin hacer distinciones de predilección por ninguno. Resulta imposible no envidiarlo y no sentirse inferior a él en todo.

Ah, yo también lo envidio, como Votino, y alguna vez experimento cierta amargura y siento una especie de inquina hacia él cuando apenas logro hacer los deberes en casa y pienso que Deroso los habrá terminado con muy poco esfuerzo. Pero luego, al volver a clase, viéndole tan sencillo, sonriente y afable; oyéndole responder con tanta seguridad a las preguntas del maestro, arrojo de mi pecho todo rencor, y me avergüenzo de haber dado cabida a tales sentimientos. Entonces quisiera estar siempre a su lado y seguir todos los estudios con él. Su presencia, su voz, su camaradería me infunden valor, ganas de trabajar, alegría y placer.

El maestro le ha dado a copiar el cuento mensual que leerá mañana: El pequeño vigía lombardo. Lo estaba copiando esta mañana, y estaba conmovido por el hecho heroico que se relata; se le veía el rostro encendido, los ojos húmedos y la boca temblorosa. Yo le miraba admirando sus hermosas cualidades, y con mucho gusto le habría dicho en su cara con toda franqueza: “ ¡Qué hermoso esta!” con gusto le hubiera dicho en su casa, francamente: «¡Deroso, tu vales mucho más que yo !Tú eres el hombre a mi lado!, ¡me aventajas en todo! ¡Yo Te respeto y te
admiro!»

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