CON ESTE TRABAJO, SE MANIFIESTA LA VOLUNTAD de acercarse al arte y a la literatura desde sus raíces ideológicas. Uno de los objetivos centrales ha sido lavar la cara de esa agobiante melancolía y tragedia que suele encajársele a la poesía, en general, y a la poesía de este escritor peruano en particular, que es una de las cumbres más altas de la literatura contemporánea.
Como corresponde en el análisis científico de toda realidad, es esencial reparar en los matices. Con César Vallejo (1892-1938) es prioritario -hoy más que nunca: tiempos de cambios históricos en el Perú y en el mundo- destacar y asumir el flanco iluminado, positivo y revolucionario de su actitud, su práctica y su obra literaria.
Maguer lo que pudiera sugerir el título del presente ensayo, obviamente no se quiere decir con él que leyendo a Vallejo estemos leyendo a un humorista ni que con su literatura nos desternillemos de risa. Sino que comprendiendo la naturaleza del humor, podemos concluir que el autor peruano lo tuvo en grado superlativo y que ello fue un factor importante en su vida y en su obra.
Si la referencia recae en Poemas Humanos (libro póstumo publicado por su esposa Georgette) es porque este volumen nos ofrece mejores argumentos para probar lo afirmado.
Por lo demás, no perdamos de vista que Humor, Comicidad e Ironía suelen confundirse como un mismo fenómeno. Sin embargo, si existen tres nombres diferentes, es justo sospechar que, asimismo, se refieren a tres cosas si no opuestas entre sí, al menos disímiles. Basándonos en algunos textos sobre estos temas (de Bergson, Croce, Freud, Pirandello...) se llega a algunas conclusiones, como entender que el humor es una operación superior y más compleja que la de la sátira, la ironía o la pura comicidad que son más bien liquidadoras.
De esto dan cuenta las primeras líneas del ensayo; aunque el grueso esté dedicado, como se ha dicho, a potenciar otra imagen de Vallejo. De las fuentes bibliográficas consultadas, sólo se anotan referencias explícitas a Luis Monguió -crítico e historiador literario-, a Pirandello -dramaturgo y ensayista italiano- y a José Carlos Mariátegui -político y ensayista peruano de principios de siglo, fundador del Partido Comunista del Perú-. Asimismo, para los apuntes biográficos que aparecen al final, se ha consignado principalmente la información proporcionada por Georgette Philipart de Vallejo en su recomendable libro testimonial: Vallejo: allá ellos, allá ellos, allá ellos! (Lima, 1978) (1). Todos los subrayados son míos; y se citan los poemas según la edición crítica coordinada por Américo Ferrari: César Vallejo / Obra Poética (Madrid, 1988).
I. CÉSAR VALLEJO explaya su humor sobre todo en su libro Poemas Humanos (1923-1938). La actitud de cáustica ironía hacia ciertas condiciones del ser humano va aunada con un abrazo fraternal en excelentes poemas: «Considerando/ que el hombre procede suavemente del trabajo/y repercute jefe, suena subordinado;/
(...)/ Comprendiendo sin esfuerzo/ que el hombre se queda, a veces, pensando,/como queriendo llorar,/y, sujeto a tenderse como objeto,/se hace buen carpintero, suda, mata/y luego canta, almuerza, se abotona.../Considerando también/que el hombre es en verdad un animal/y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza.../(...)Comprendiendo/ que él sabe que le quiero,/que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente.../Considerando sus documentos generales/y mirando con lentes aquel certificado/que prueba que nació muy pequeñito.../le hago una seña,/viene/, y le doy un abrazo, emocionado./¡Qué más da! Emocionado...
Emocionado...» (de «Considerando en frío, imparcialmente...»).
Como puede comprobarse leyendo los versos anteriores, el sentimiento de lo contrario, típico rasgo del humor, no pudo ser mejor expresado.
II. ¿QUÉ ES EL HUMOR?
El humor supone el cruce dialéctico entre lo trágico y lo cómico. De ahí que tenga sentido esa sentencia popular de que «el humor es cosa seria». Por otra parte, el humor no supone necesariamente la risa. Es una filosofía y praxis de la vida; realiza una compleja operación de remoción crítica pero no colocándose absolutamente de modo opuesto al sujeto en cuestión (ya se trate de uno mismo, de otro individuo, de un grupo, una institución...), sino que dialécticamentese ejecuta una confrontación recuperando a dicho sujeto: casi diríamos desde él y contra él.
En su extenso ensayo «El humorismo», el dramaturgo italiano L.Pirandello lo define así: «Veremos que en la concepción de toda obra humorística, la reflexión no se esconde, no permanece invisible; (...) sino que se pone ante (la emoción inicial) como un juez, la analiza, desapasionadamente, y descompone su imagen. Sin embargo, de este análisis, de esta descomposición, surge o emana otro sentimiento, aquél que podría denominarse, y yo lo llamo así, el sentimiento de lo contrario».
Es decir, no sólo sorprender una contradicción, por ejemplo entre lo que se busca y lo que se obtiene; reírse por ello, como hacen -de diverso modo- la comicidad y la ironía, sino que se trata de «sentir» simultánea y dialécticamente cada uno de los elementos de esta contradicción, y hacerse cargo de ellos.
Pirandello se remite a un personaje y a una novela emblemáticos del humor: las aventuras de Don Quijote. «Nosotros quisiéramos reírnos de todo lo que hay de cómico en la representación de ese pobre loco que disfraza con su locura a sí mismo, a los demás y a todas las cosas; quisiéramos reírnos, pero la risa no acude a nuestros labios pura y fácil; sentimos que hay algo que nos la turba y obstaculiza; es una sensación de pena, de conmiseración e incluso de admiración, sí, porque si bien las heroicas aventuras de ese pobre hidalgo son ridiculísimas, no hay duda, sin embargo, de que él en su ridiculez, es verdaderamente heroico (...) A través de lo cómico, tenemos en este caso el sentimiento de lo contrario». Y refiriéndose al factor de «la reflexión» que enunció como consustancial al humor, nos recuerda que el famoso autor de esta historia: don Miguel de Cervantes, estuvo preso por malentendidos económicos en las cárceles de su amado Rey, a quien había servido en Lepanto. Cervantes, dice Pirandello, tuvo que desembarazarse de aquel sentimiento inicial «que le había armado caballero de la fe, en Lepanto, (...) y poniéndose en contra de él (de ese sentimiento), como juez, en la oscura cárcel de La Mancha, y analizándolo con amarga frialdad, la reflexión ya había despertado en el poeta el sentimiento de lo contrario, fruto del cual es precisamente el Quijote, el cual es este sentimiento de lo contrario objetivado».
Es decir, sintiendo profundamente el desencanto y el dolor, Cervantes encausó todo ello hacia un personaje cómico, que siendo su alter ego era trágico y cómico a la vez, es decir, humorístico.
Estos pasajes se nos aparecen como claves y suficientemente claros como para obviar mayores desarrollos teóricos sobre el tema. Más bien vayámonos acercando a la poesía de Vallejo; viendo, antes, el caso de otro clásico del humor aunque ya contemporáneo: Chaplin. Él construye el personaje de Charlot, protagonista de sus films, quien es un vagabundo de la urbe moderna, que por ser tal y carecer de riquezas y hasta predisposición para conseguirlas (aunque en La quimera del oro hay una extraña variante) vive inadecuado respecto de una realidad social que lo excluye, lo margina.
Pero estos problemas no se presentan mediante el dolor que debe haber sido «el sentimiento inicial», sino que más bien propician una historia que provoca hilaridad. Aunque es verdad que se trata de una «risa que no acude a nuestros labios pura y fácil». Y ello es porque «la reflexión» de Chaplin atrapó ese dolor inicial y muy concreto y, sin desecharlo, lo transformó en su contrario: una protesta mediante la comedia, burlando a sus causantes o por lo menos a quienes representan el Poder, el sistema abusivo... principal causa del sufrimiento. «Los filmes cómicos han tenido un éxito inmediato porque la mayor parte de ellos presentaban a agentes de policía que caían en alcantarillas, tropezaban en los cubos de yeso y sufrían mil contratiempos. Son las personas que representan la dignidad del poder, frecuentemente imbuidas de tal idea; la visión de sus desventuras provoca mayores deseos de reír en el público que si se tratase de simples ciudadanos.» (Charles Chaplin).
De ese modo, entonces, Chaplin demostró su genial capacidad para apropiarse con humor de esos dos elementos de la contradicción; y a la vez que nos hace reír, nos azuza la compasión (co-pasión) por ese vagabundo y sus desventuras. Pero es que en Charlot habla la humanidad dolida y maltratada por este sistema; y entonces la comedia encierra nobleza y un elevado sentimiento solidario de identificación con las mayorías del mundo. El público aprecia y recrea, entrañablemente, esa misma contradicción.
Las caídas no angustian al vagabundo; está seguro de que finalmente saldrá adelante y todo terminará componiéndose a su favor. Y esta fe, nacida increíblemente de un desencanto y malestar iniciales, es una misma fe en el positivo destino de todos nosotros; o, al menos, de casi todos. Ya Mariátegui había percibido ello, con su habitual lucidez: «La imagen de este bohemio trágicamente cómico, es un cotidiano viático de alegría para los cinco continentes (...) Chaplin alivia con su sonrisa y su traza dolida, la tristeza del mundo. Y concurre a la miserable felicidad de los hombres, más que ninguno de sus estadistas, filósofos, industriales y artistas» ( en El Alma Matinal).
Por todo ello, el humor es una operación superior y más compleja que la de la sátira, la ironía o la pura comicidad que son más bien liquidadoras.
III. EN LA ANTERIOR CITA de Vallejo, la adhesión-crítica se despliega en imágenes desalienantes; dijimos que a través de la ironía utilizada contra el trabajo servil, la rutina, la cosificación del individuo. Y todo ello se corresponde con la confesión del odio/amor que el poeta expresa a propósito del ser humano: «le odio con afecto», así como con el testimonio de su estado, invulnerable por irónicamente distanciado: «y me es, en suma, indiferente».
Es el mismo sentimiento aunado de los contrarios, el que nos permite sorprender en Poemas Humanos pasajes tan diferentes como:
«César Vallejo ha muerto, le pegaban/todos sin que él les haga nada;/le daban duro con un palo y duro/también con una soga»
(de «Piedra negra sobre una piedra blanca»)
y
«¡Cuestas infraganti!/¡Auquénidos llorosos, almas mías!/¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,/y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!»
(de «Telúrica y magnética»).
¿Qué hizo que César Vallejo expresara esta honda adhesión no sólo hacia el ser humano sino, específicamente, hacia el Perú; y a pesar del maltrato desde el Poder (político-cultural) a su arte revolucionario, que se inició desde cuando Clemente Palma -prestigiado crítico de la época- rechazara a Los Heraldos Negros, tal y como hicieron varios intelectuales coterráneos de Vallejo en Trujillo? ¿Quizá permitió esto la distancia que significó su definitiva estadía en Europa? La hipótesis de Luis Monguió resulta más real y científica: la adhesión al marxismo entre 1928-1929 y, en consecuencia, a la esperanza, al futuro: «Esa adhesión me parece basada, aparte de la convicción intelectual, en una lógica emocional que, partiendo de su sentimiento de solidaridad ante el dolor (...) le condujo a las esperanzas -tras su desesperanza trílcica- que de poner fin a ese dolor sobre esta tierra tal filosofía (el marxismo) le aparejaba» (2).
Encarnándolo, Vallejo pudo ver con mayor claridad con cuál Perú iba a favor y con cuál, en contra (3). Y desde este terreno sólido, cada vez le fue menos difícil procesar con la cabeza fría (y el corazón caliente, siempre) la inicial pasión de odio que le generaban cosas como dicho maltrato. Entonces, se hizo cargo con optimismo, serenidad y firmeza del sufrimiento propio y ajeno. Y ese mínimo equilibrio de ánimo es otro factor importante del humor, el cual precisa contar con un suelo firme que simultáneamente permita cierto distanciamiento respecto del dolor, así como la imbatible resurrección desde la agonía; tal un Ave Fénix: muerte/vida, odio/amor:
«Tú sufres de una glándula endocrina, se ve,/o, quizá,/ sufres de mí, de mi sagacidad escueta, tácita»; «Tú sufres, tú padeces y tú vuelves a sufrir horriblemente,/desgraciado mono,/jovencito de Darwin,/alguacil que me atisbas, atrocísimo microbio»; «Amigo mío, estás completamente,/hasta el pelo, en el año treinta y ocho,/nicolás o santiago, tal o cual/(...)/Pero si tú calculas en tus dedos hasta dos,/es peor; no lo niegues, hermanito./¿Que no? ¿Que sí, pero que nó?/ ¡Pobre mono...!. ¡Dame la pata...! No. La mano, he dicho./¡Salud! ¡Y sufre!» (de «El alma que sufrió de ser su cuerpo»).
IV. LA CRITICA LITERARIA MÁS ACADÉMICA Y CONSERVADORA ha perfilado la imagen de un César Vallejo oscuro, serio, trágico. Es decir, que este poeta habría descompuesto la realidad social, la cotidianeidad del ser humano, para ahondar e incidir en su tragedia, en una larga derrota sin fin, en una condena fatal con cadenas agobiantes. Un alma negra, en suma (4).
Pongamos de cabeza esta interpretación y delineamiento metafísicos de su obra y personalidad. Y afirmemos aquí sin sombra de dudas ni temor que el gran escritor peruano, más bien, con su aguda sensibilidad e inteligencia, sí desmontó con su análisis la realidad social; pero para descomponer ese velo de tragedia y derrota que, como neblina, le ocasiona el dolor que el capitalismo incrusta en las mayorías del mundo.
Claro, Vallejo no fue indiferente a esto. Practicó la compasión, la pasión con el otro, la solidaridad en acto con ese dolor popular. Pero si se enfrentó a todo ello fue para ir más lejos y taladrarlo, en suerte de operación cultural, y poner urgentemente el dedo sobre la esperanza, el optimismo y la fe. Porque asumió que si el dolor era real en este mundo, el alba -«el sol»- alumbraba el cielo, el futuro; y en esta dialéctica entre el pesimismo del presente pero optimismo del mañana, enfatizó esto último.
V. LA POESÍA AUMENTATIVA DE VALLEJO anhela permanentemente la exageración de la hipérbole. Con este apoyo retórico, entre otros, logra brasas de humor al promover la toma de conciencia respecto del sobredimensionamiento que solemos hacer de nuestros dolores humanos. Además, mediante su osadía al incorporar en su lenguaje expresiones «no cultas», «coloquiales», o también desplegando una habilidad innata para el juego, fónico y semántico, da un nuevo giro al tono grave presente en muchos poemas.
Observemos la siguiente oda con elementos tan populares como animales de la sierra del Perú que, por esto, pareciera más bien parodia de las clásicas odas con elementos prestigiados de la cultura occidental (5). Nuevamente el tono grave se expresa a través de imágenes llanas y hasta sorprendentes en sus motivos ciertamente novedosos en dicha tradición:
«¡Oh campos humanos!/(...)/ ¡Oh campo intelectual de cordillera,/con religión, con campo, con patitos!/ ¡Paquidermos en prosa cuando pasan/ y en verso cuando páranse!/ ¡Roedores que miran con sentimiento judicial en torno!/ ¡Oh patrióticos asnos de mi vida!/ ¡Vicuña, descendiente nacional y graciosa de mi mono!/ (...)/ ¡Ángeles de corral,/ aves por un descuido de la cresta!/ ¡Cuya o cuy para comerlos fritos/ con el bravo rocoto de los templos!/ (¿Cóndores? ¡Me friegan los cóndores!)/ (...)/ ¡Lo entiendo todo en dos flautas/y me doy a entender en una quena! ¡Y lo demás, me las pelan...!» (de «Telúrica y magnética»).
Al término de este poema casi podríamos preguntar: y del caramillo ¿qué se hizo?.
VI. TODO LO DICHO HASTA AQUÍ viene redondeando nuestra interpretación de la poesía de Vallejo. A ello también contribuye percibir la antiheroicidad del poeta en Poemas Humanos, y su solidaridad con quien descubre en la derrota, con el sujeto anónimo de la historia cotidiana:
«(...) da ganas de besarle/la bufanda al cantor/ y al que sufre, besarle en su sartén,/ (...)/ al que me da lo que olvidé en mi seno,/ en su Dante, en su Chaplin, en sus hombros» (de «Me viene, hay días, una gana ubérrima, política...»)
o «¡Amado sea aquél que tiene chinches,/ el que lleva zapato roto bajo la lluvia,/ el que vela el cadáver de un pan con dos cerillas,/ el que se coge un dedo en una puerta,/ el que no tiene cumpleaños,/ el que perdió su sombra en un incendio,/ el animal, el que parece un loro,/ el que parece un hombre, el pobre rico,/ el puro miserable, el pobre, pobre!» (de «Traspié entre dos estrellas»).
El poeta se halla confundido con la masa. Y lo de «antiheroricidad» viene exacto si por «héroe» entendemos al individuo que se erige sobre su colectividad; específicamente estamos aludiendo, y rebatiendo, al súmmum de la filosofía capitalista: el hombre de empresa exitoso no es sino una versión contemporánea de Ulises, que ante los embates de la vida (o el mar, el destino, los dioses) triunfa, solito-su-alma, individualismo a tope.
En Poemas Humanos, la voz del poeta parte desde las mayorías; es decir, de quienes no han triunfado en este sistema. Más bien es una voz solidaria con esa ancha base que conforman los de abajo, es decir, los explotados: «Vamos a ver, hombre;/ cuéntame lo que me pasa» (de «Otro poco de calma, camarada...»). No se trata, entonces, de «héroes» según la interpretación individualista y simplemente burguesa del término; sino de «antihéroes», de aquéllos que han perdido, que carecen de poder y hasta de palabra en la historiografía tradicional.
Pero el marxismo asentó en César Vallejo la convicción científica de que si su presente tenía esas dramáticas características, el futuro les pertenecía y les pertenece. De ahí que si estamos alertas cuando leemos textos como los de Poemas Humanos, concluiremos que, en realidad, nos hallamos ante el encarnamiento y la postulación de otro tipo de épica: esa subversiva e insurgente que da la heroicidad cotidiana y, a la postre, triunfante, de las mayorías explotadas. En Vallejo la heroicidad es colectiva, popular; en suma, auténticamente democrática. Tal cosa es aún más directamente expresada en España, aparta de mí este cáliz -y el tono predominante es más severo y más grave también.
VII. LA SONRISA DE VALLEJO no conduce hacia la nada, hacia el vacío del absurdo. Su poesía hace adivinar un mito, una utopía (6), que mimetizándose con el paisaje campestre y urbano expresan la posición comunista; incorporando al individuo común, a los marginados, a la comunidad y al obrero como materia esencial de su poética.
Es así que esta trayectoria poética no es oscura ni angustiada como varios críticos miopes, amén de algunos lectores superficiales, han pretendido. Es cierto el dolor en su vida y en su obra. Pero no es cierto que quede sepultado en él. Su poesía muestra más bien imperativamente lo contrario. Ella está del lado de la luz para quien se le acerque sin los prejuicios ianmovibles de tono gris:
«Otro poco de calma, camarada/ (...)/ eres de acero,/ a condición que no seas/ tonto y rehuses/ a entusiasmarte por la muerte tanto/ y por la vida, con tu sola tumba./ Necesario es que sepas/ contener tu volumen sin correr, sin afligirte/ (...)/ Anda, no más; resuelve,/ considera tu crisis, suma, sigue,/ tájala, bájala, ájala/ (...)/ Es idiota/ ese método de padecimiento,/ esa luz modulada y virulenta,/ si con sólo la calma haces señales/ serias, características, fatales./ Vamos a ver, hombre; / cuéntame lo que me pasa,/ que yo, aunque grite, estoy siempre a tus órdenes» (de «Otro poco de calma, camarada...»).
En igual sentido puede uno aproximarse a varios otros poemas, como «Oye a tu masa, a tu cometa, escúchalos; no gimas...»:
«Relátate agarrándote/ de la cola del fuego y a los cuernos/ en que acaba la crin su atroz carrera;/ rómpete, pero en círculos;/ fórmate, pero en columnas combas».
O también a este otro: «(...) no tengas pena, que no es de pobres/ la pena, el sollozar junto a su tumba;/ remiéndate, recuerda,/ confía en tu hilo blanco, fuma, pasa lista/ a tu cadena (...)/ Ya va a venir el día, ponte el alma»; «Ya va a venir el día;/ la mañana, la mar, el meteoro, van/ en pos de tu cansancio, con banderas/ (...)/ la panadera piensa en ti,/ el carnicero piensa en ti, palpando/ el hacha en que están presos/ el acero y el hierro y el metal; jamás olvides/ que durante la misa no hay amigos./ Ya va a venir el día, ponte el sol.» (de «Los desgraciados»).
VIII. LA COMPRENSIÓN DIALÉCTICA de amor / odio, grandeza / pequeñez, alegría / tristeza y bondad / maldad es expresada con tanta luz y solidaridad en este poema, y varios otros ya vistos en Poemas Humanos, que resulta increíble por injusto cómo la intelectualidad reaccionaria ha ido encasillando a Vallejo en su actual esquina de derrota y hermético lamento:
«Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,/ de querer (...)/ amar, de grado o fuerza,/ al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito»; «Y quiero, por lo tanto, acomodarle/ al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;/ su luz, al grande; su grandeza, al chico»; «Quiero (...)/ cuando estoy triste o me duele la dicha,/ remendar a los niños y a los genios»
«Quiero ayudar al bueno a ser su poquillo de malo» (de «Me viene, hay días, una gana ubérrima, política...»).
Como vemos en el último verso citado, en esta poética hay también cierta dosis de irónica y cáustica malignidad (quizá inspirada en el radicalismo neorromántico de Nietzsche). Así, en otro poema leemos: «¡Lloved, solead, (...)/ dad de comer a los novios,/ dad de beber al diablo en vuestras manos!"» (de «¡Ande desnudo, en pelo, el millonario!»).
Y ello es, revolucionariamente, para «ayudar a reír al que sonríe» (de «Me viene, hay días...»).
La poesía de César Vallejo es una poesía vigorosa, rebelde, dinámica y fraterna.
La obra en su conjunto, de este genial escritor, transmite toda esta voluntad y es brillante testimonio de la vida de un hombre, de un intelectual nuevo, que amó honda y sinceramente a las masas y creyó y luchó por hacer realidad su destino.
Aquel ícono emblemático del Vallejo contemplativo / pasivo, sentado muy serio y con el mentón apoyado en su mano abierta, condensa y masifica convenientemente, para la burguesía, su pretendida fosilización (7); la cual corresponde, a todas luces, más bien al corazón de esta clase, antes que a los versos del poeta.
Qué duda cabe que su humor entrañable y solar, del que aquí se han dado hartas pruebas, echa raíz en lo expresado en párrafos anteriores; sobre todo, en el encarnamiento hondo, y consecuentemente creativo, de la praxis y la ciencia marxistas.
NOTAS:
1. Se trata de un libro polémico, donde a fin de cuentas su autora expresa la difícil voluntad que fue parte esencial de su vida desde que, a la muerte de Vallejo, se hiciese cargo de su copiosa obra inédita (poesía, teatro, prosa): es decir, contestar esa línea de historia biográfica y crítica literaria que generalmente ha auroleado de sombras -por lástima, con éxito- al célebre escritor. Ganándose, así, muchos adversarios, y desde su definitiva residencia en el Perú -1951-, Georgette impulsó con su actitud y sus apuntes biográficos otra visión, renovadora, de César Vallejo.
2. Monguió, L.: La Poesía Postmodernista Peruana (México, 1954), p.139. Consúltese también pp.136 y 141.
3. Conviene no perder de vista que en su proceso de decantación político y artístico, es cierto que el poeta peruano en todo momento -incluido el de su primera poesía- se encarga de especificar su parcialidad, enrolándose en «la causa de los pobres». Dice en Los Heraldos Negros: «y llorando quedos/dar pedacitos de pan fresco a todos./Y saquear a los ricos sus viñedos».
4. Conviene no perder de vista que en su proceso de decantación política y artística, es cierto que el poeta peruano en todo momento —incluido el de su primera poesía— se encarga de especificar su parcialidad, enrolándose en «la causa de los pobres». Dice en Los Heraldos Negros: «y llorando quedos / dar pedacitos de pan fresco a todos. / Y saquear a los ricos sus viñedos» (de «El pan nuestro»).
5. Sirva como ejemplo paradigmático esta basta opinión de un periodista peruano: «Es muy probable que Vallejo no esté vigente hoy [...] El mestizo triunfante de ahora, semejante en su origen y en lo físico a Vallejo, ha arrebatado espacios que antes no le pertenecían y exige lo suyo. ¿Cómo podría reconocerse en el verso abatido de César Vallejo? [...] Esta es la pena que le faltaba al poeta de la tristeza en el centenario de su nacimiento» (Umberto Jara, ex-editor de El Suplemento, dominical del diario Expreso, marzo 1992).
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1. En la prensa peruana empiezan a aparecer, desde fines de la década pasada, algunos artículos o comentarios sobre que Vallejo también se reía. Es hasta chistoso, o simplemente revelador de cómo la historiografía oficial suele ocultar los lados más inquietantes de los sujetos, que a estas alturas aún haya que escribir sobre este asunto. Así, en la conocida revista Caretas, Luis Aguirre publicó su artículo «Vallejo sabía reír» (8/4/99); el que, luego de una acertada introducción, decae hacia perfilar un Vallejo tan cómico como un payaso borrachín de circo pobre. A pesar de su apariencia renovadora, dicho texto redunda en la construcción de un personaje hecho para escamotear la poderosa significación e incómoda actualidad —para el orden establecido de las cosas— de la posición y la poética de César Vallejo, su risa incluida.
7. Al final, se reproduce íntegramente el poema «III», que es uno de los poemas más representativos de este libro. Lo mismo se hace con otro poema emblemático, «Los desgraciados», de Poemas Humanos . Ambos son especialmente útiles en relación con las tesis sustentadas en el presente trabajo.
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8. Se utiliza estos términos en el sentido positivo que ya sentara Mariátegui en El Alma Matinal, resaltando su aspecto movilizador en tanto sintetizan lo posible y, principalmente, lo impostergable de ser realizado en la historia.
9. Aquí la referencia es a la bella y famosa foto (Versalles, 1929), tomada por Juan Domingo Córdoba. La crítica va dirigida, sin embargo, a la instrumentalización que comúnmente se ha hecho de ella.
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B I O - B I B L I O G R A F Í A
1892: Nace César Abraham Vallejo Mendoza el 16 de marzo, en Santiago de Chuco: gran aldea, a 3115 metros de altitud, del departamento de La Libertad, en la sierra norte del Perú. Fueron doce hermanos.
1905-1908: Cursa estudios secundarios en Huamachuco.
1910-1912: Ocupa varios empleos administrativos: en un centro minero, en una hacienda azucarera... Piensa estudiar medicina.
1913-1915: Estudia Letras en la Universidad de Trujillo, graduándose de bachiller con su tesis El Romanticismo en la Poesía Castellana, publicada en 1915. Colabora en Cultura Infantil, revista editada por un centro escolar donde trabajó, antes de ingresar al Colegio Nacional de San Juan.
1915-1917: Se une al grupo literario y artístico «Norte», que encabezan Antenor Orrego y Eulogio Garrido. Escribe muchos de los poemas que integrarán Los Heraldos Negros, publicando algunos en los periódicos La Industria y La Reforma, de Trujillo.
1918: No bien llega a Lima, entabla amistad con el célebre narrador y periodista Abraham Valdelomar. Completa Los Heraldos Negros. En agosto muere su madre. Honda crisis anímica y económica.
1919: Trabaja en el Colegio Nacional Guadalupe. A mitad de año lanza Los Heraldos Negros. Escribe las primeras versiones de muchos poemas de Trilce.
1920: En julio está en Santiago de Chuco, donde resulta envuelto en violentos incidentes que oponen a los dos bandos que dominan la ciudad. Se oculta un tiempo, pero en noviembre cae preso y queda detenido en la cárcel de Trujillo.
1921: Sale libre en febrero. Vuelve a Lima. Su cuento «Más allá de la vida y de la muerte» le vale un premio literario.
1922: En octubre publica Trilce, con un visionario y memorable prólogo de Antenor Orrego.
1923: En marzo publica Escalas Melografiadas; en mayo, Fabla Salvaje. En junio se embarca para Francia; llega a París el 13 de julio.
1924: Pasa meses muy difíciles. Su padre muere en Santiago. El sufre una dolorosa operación. Escribe varios de los poemas en prosa que figuran al final de Poemas Humanos y escribe la novela Hacia el reino de los Sciris (1924-1928).. Conoce a Vicente Huidobro.
1925: Trabaja para los Grandes Periódicos Iberoamericanos. Inicia su colaboración en Mundial, de Lima.Viaja por primera vez a España, a cobrar el monto de una beca. En realidad, Vallejo no frecuenta la universidad para estudiar Derecho -como suponía la beca-, y dos años después renuncia a ella por antagonizar con la política de la dictadura del general Primo de Rivera.
1926: Con Juan Larrea edita dos números de Favorables París Poemas. Vive con Henriette Maisse. Manda sus primeras crónicas a Variedades, en Lima. Borges, Huidobro e Hidalgo lo incluyen en su Indice de la Nueva Poesía Americana.
1927: Publica en la revista peruana Amauta, «Sabiduría», capítulo de una novela que nunca continuará. Renuncia a su puesto en los Grandes Periódicos Iberoamericanos. Conoce a Georgette Philippart.
1928: Cae enfermo, y va a pasar el verano al campo en compañía de Henriette. Se ha puesto a estudiar a la luz del marxismo los fenómenos sociales y políticos de la época. En octubre, con el monto de uno de los pasajes que solicitó de su embajada para regresar al Perú, realiza su primer viaje a la Unión Soviética. Vuelve en noviembre a París.
1929: Empieza a convivir con Georgette. Viajan a Bretagne y, en setiembre, nuevamente a la Unión Soviética. Colabora en El Comercio, de Lima.
1930: Publica «Un Reportaje en Rusia», en la revista madrileña Bolívar. En julio sus amigos concretan, también en Madrid, una reedición de Trilce, con prólogo de José Bergamín y poema liminar de Gerardo Diego. Vallejo se pone a escribir para el teatro: destruirá su primera obra Mampar; en cambio, trabajará con ahínco en su segunda, llamada primero Moscú contra Moscú, y luego Entre las dos orillas corre el río. A fines de diciembre, sindicado como comunista, recibe orden de abandonar el territorio francés; pasa a España con Georgette. Cesa toda colaboración en los periódicos limeños.
1931: En Madrid, Vallejo presencia el nacimiento de la República -abril-. Ingresa en el Partido Comunista de España. Escribe para la editorial Cenit una novela proletaria -El Tungsteno-, en la cual incluye, con ligeras modificaciones, el texto «Sabiduría». No logra publicar su cuento para niños Paco Yunque; pero su reportaje Rusia en 1931 / Reflexiones al pie del Kremlin publicado por la editorial Ulises conoce un éxito rotundo. En octubre viaja, por tercera y última vez, a la Unión Soviética. De nuevo en Madrid, empieza otra obra teatral: Lock Out.
1932: En enero escribe a Larrea: «Comparto mi vida entre mi inquietud política y social y mi inquietud introspectiva y personal y mía, para adentro». En febrero, vuelve clandestinamente a Francia, donde no tarda en conseguir permiso para quedarse. Revisa Rusia ante el segundo Plan Quinquenal, que ninguna editorial acepta.
1933: Colabora en Germinal, de París, con una serie de artículos sobre el tema «¿Qué pasa en el Perú?».
1934: Federico de Onís incluye al autor de Trilce en su Antología de la Poesía Española e Hispanoamericana. En octubre, Vallejo se casa con Georgette. Escribe el drama Colacho Hermanos. Prepara dos volúmenes críticos: El Arte y la Revolución y Contra el Secreto Profesional.
1935: Año negro, en que se cierran todas las puertas. Vanos intentos para publicar un volumen que reuniera las prosas poéticas y los poemas, escritos desde 1923.
1936: Estremecido por la tragedia que estalla en España, Vallejo colabora denodadamente en la ayuda al pueblo y a la causa republicana. En diciembre viaja a Barcelona y a Madrid. Redacta artículos en los que subraya «el desorden genial de gesta antigua» de los primeros meses de la guerra civil española; un hecho que constituye «una epopeya única en la historia».
1937: En julio, asiste en Valencia al Congreso de Escritores Antifascistas. Comprueba la vanidad y cobardía de muchos delegados. Visita el frente Madrid. De regreso en París, colabora en la fundación del Comité Iberoamericano para la Defensa de la República Española; pero se retira cuando el boletín Nuestra España pasa a ser controlado por Neruda, cuyas actividades siempre le parecieron interesadas y demagógicas. Entre setiembre y diciembre, revisa algunos versos de los últimos quince años, y.completa lo que luego será Poemas Humanos; e igualmente escribe España, aparta de mí este cáliz.
1938: En marzo, Vallejo cae en cama. Lo transportan a la Clínica Arago, de París, donde nadie llega a determinar cuál es el mal físico que lo consume. El 29 de marzo le dicta a Georgette: «Cualquiera que sea la causa que tenga que defender ante Dios, más allá de la muerte, tengo un defensor: Dios». Muere en la mañana del 15 de abril, Viernes Santo, pocas horas después de que las tropas franquistas han alcanzado el Mediterráneo al norte de Valencia, cortando en dos lo que quedaba del territorio republicano. Sus restos se hallan en el Cementerio de Montparnasse de París (12ª división -4ª ligne du Nord- Nº 7).
1939: En enero, los soldados republicanos del ejército del Este publican en España la edición príncipe de España, aparta de mí este cáliz (varios ejemplares de la misma fueron hallados en la biblioteca del monasterio de Montserrat -Catalunya-, en 1983, luego de un largo período en que se la consideró perdida o destruida por los franquistas). En julio, aparece en París, como homenaje póstumo, la edición de Poemas Humanos hecha por Raúl Porras Barrenechea y Georgette de Vallejo.
Ya va a venir el día; da
cuerda a tu brazo, búscate debajo
del colchón, vuelve a pararte
en tu cabeza, para andar derecho.
Ya va a venir el día, ponte el saco.
Ya va a venir el día; ten
fuerte en la mano a tu intestino grande, reflexiona
antes de meditar, pues es horrible
cuando le cae a uno la desgracia
y se le cae a uno a fondo el diente.
Necesitas comer, pero, me digo,
no tengas pena, que no es de pobres
la pena, el sollozar junto a su tumba;
remiéndate, recuerda,
confía en tu hilo blanco, fuma, pasa lista
a tu cadena y guárdala detrás de tu retrato.
Ya va a venir el día, ponte el alma.
Ya va a venir el día; pasan,
han abierto en el hotel un ojo,
azotándolo, dándole con un espejo tuyo...
¿Tiemblas? Es el estado remoto de la frente
y la nación reciente del estómago.
Roncan aún... ¡Qué universo se lleva este ronquido!
¡Cómo quedan tus poros, enjuiciándolo!
¡Con cuántos doses ¡ay! estás tan solo!
Ya va a venir el día, ponte el sueño.
Ya va a venir el día, repito
por el órgano oral de tu silencio
y urge tomar la izquierda con el hambre
y tomar la derecha con la sed; de todos modos,
abstente de ser pobre con los ricos,
atiza
tu frío, porque en él se integra mi calor, amada víctima.
Ya va a venir el día, ponte el cuerpo.
Ya va a venir el día;
la mañana, la mar, el meteoro, van
en pos de tu cansancio, con banderas,
y, por tu orgullo clásico, las hienas
cuentan sus pasos al compás del asno,
la panadera piensa en ti,
el carnicero piensa en ti, palpando
el hacha en que están presos
el acero y el hierro y el metal; jamás olvides
que durante la misa no hay amigos.
Ya va a venir el día, ponte el sol.
Ya viene el día; dobla
el aliento, triplica
tu bondad rencorosa
y da codos al miedo, nexo y énfasis,
pues tú, como se observa en tu entrepierna y siendo
el malo ¡ay! inmortal,
has soñado esta noche que vivías
de nada y morías de todo...
(de Poemas Humanos)
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POEMA III
Solía escribir con su dedo grande en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas»,
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido y hombre, ferroviario y hombre,
padre y más hombre, Pedro y sus dos muertes.
Papel de viento, lo han matado: ¡pasa!
Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa!
¡Abisa a todos compañeros pronto!
Palo en el que han colgado su madero,
lo han matado;
¡lo han matado al pie de su dedo grande!
¡Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas!
¡Viban los compañeros
a la cabecera de su aire escrito!
¡Viban con esta b del buitre en las entrañas
de Pedro
y de Rojas, del héroe y del mártir!
Registráronle, muerto, sorprendiéronle
en su cuerpo un gran cuerpo, para
el alma del mundo
y en la chaqueta una cuchara muerta.
Pedro también solía comer
entre las criaturas de su carne, asear, pintar
la mesa y vivir dulcemente
en representación de todo el mundo.
Y esta cuchara anduvo en su chaqueta,
despierto o bien cuando dormía, siempre,
cuchara muerta viva, ella y sus símbolos.
¡Abisa a todos compañeros pronto!
¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para siempre!
Lo han matado, obligándole a morir
a Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquél
que nació muy niñín, mirando al cielo,
y que luego creció, se puso rojo
y luchó con todas sus células, sus nos, sus todavías, sus hambres, sus pedazos.
Lo han matado suavemente
entre el cabello de su mujer, la Juana Vázquez,
a la hora del fuego, al año del balazo
y cuando andaba cerca ya de todo.
Pedro Rojas, así, después de muerto,
se levantó, besó su catafalco ensangrentado,
lloró por España
y volvió a escribir con el dedo en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas».
Su cadáver estaba lleno de mundo.
(de España, aparta de mí este cáliz)
1990-1996
última revisión: 22 de julio,1999.
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*César Ángeles L. (Piura, Perú, 1961) es licenciado en Lingüística y Literatura por la Universidad Católica del Perú (Lima). Ha trabajado como docente y periodista. Ha publicado dos libros de poemas: El Sol a Rayas (Lima, 1989) y A Rojo (Barcelona-Lima, 1996), y un libro con dos ensayos breves sobre Rimbaud y Vallejo (Lima, 1998).
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Agradecimientos a la Web.
César Ángeles L, César Vallejo
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