En paralelo a su reconocida labro periodística, Fernando Ampuero (Lima, 1949) ha venido desarrollando una interesante obra narrativa que se inició con el libro de cuentos Paren el mundo que aquí me bajo (1972); y que ha alcanzado un especial éxito, tanto de ventas como de crítica, con sus dos últimos títulos: Caramelo verde (1992) y Malos modales (1994). Esta narrativa se enriquece ahora con Bicho raro (Campodónico, 1996), un conjunto de siete cuentos con personajes que, como los cronopios cortazarianos, se empeñan escandalosamente en romper con todas las convenciones sociales.
Son propios de estos peculiares "bichos raros" la búsqueda constante de la belleza y el ser incomprendidos por las personas que los rodean. Así se plantea desde el primer cuento, Criaturas musicales, que trata de las constantes discusiones de una desigual pareja de esposos. Él es emotivo y con una fuerte sensibilidad estética; ella es práctica y temperamental. Por eso, cuando él descubre una madrugada que en la TV hay un especial sobre María Callas y decide despertar a su mujer para que participe de tan sublime experiencia, la respuesta de ella sólo puede ser: "¡Y me despiertas para decirme que María Callas está en la tele!... ¿Eres imbécil o qué?" (p. 26).
Los problemas encontrados al tratar de acceder directamente a la belleza hacen que estos personajes opten por acecharla en los lugares más insospechados. Cuarto del oeste, sin duda el mejor cuento del libro, narra las travesuras de dos hermanos, aprendices de bichos raros, en una vieja casona de campo familiar. Ahí, rodeados de los más extraños objetos, estos niños comienzan a inventar excéntricos rituales: dispararle seis balazos a la luna, pasear de noche por el campo alumbrados con candelabros de plata. O, mucho más inquietante, durante el velorio de la hermosa tía Elenita -aprovechando que los demás se quedaron dormidos- desnudarla para besar sus senos.
Ampuero recurre al humor como elemento que permite a estos personajes orientarse en su búsqueda de la belleza. Y con el humor aparecen algunos de sus mecanismos clásicos, entre otros la unión de opuestos (como la conjunción de eros y tánatos en Cuarto del oeste) o las inversiones de estirpe carnavalesca (reemplazar lo heroico por lo infame, lo sublime por lo bajo, etc.). Esto último sucede en los cuentos Más allá del amor a los perros (donde incluso se presenta a un veterinario que masturba a sus pacientes) y Una pasión del espíritu, que narra la extraña costumbre de Ernesto, un talentoso pero poco afortunado pintor, de apropiarse de los objetos que le gustan a través de la "meada espiritual"; es decir, orinando sobre ellos. Lo hace en la fachada de La Merced, en una pintura de Duchamp, en un pisapapel de cristal, etc. Finalmente, intenta hacerlo en una hermosa mulata que acaba de cantar Georgia on my mind con una voz que era "una devastadora combinación de Billie Hollyday y Aretha Franklin" (p. 133).
En todos estos cuentos encontramos las ya conocidas virtudes narrativas de Ampuero: una prosa simple pero efectiva, acertada dosificación en el manejo de las tramas y, especialmente, la creación de atmósferas apropiadas para cada cuento mediante pequeños sucesos secundarios (un Papa Noel acuchillado por "pirañitas" en Bicho raro, una gata de Angora comiendo fresas reventadas en Cuarto del oeste). Pero también encontramos una cierta pobreza en los diálogos y en las descripciones, las que suelen presentar lugares comunes y elementos de discutible gusto. Podemos notarlo especialmente en las descripciones de mujeres, casi todas hermosas, "de grácil figura" (p. 16), "rostro perfecto" (p. 50), "bonita cola, cintura estrecha y unas piernas larguísimas" (p. 132). Y la enumeración podría continuar.
Es esta tendencia a la banalidad y el estereotipo la que hace que no poco de la propuesta narrativa de Ampuero se pierda. Sus "bichos raros" sólo se diferencian del resto de personajes por su bondad o su obsesión por la belleza. Por eso los cuentos más débiles del libro son aquellos en los que se pretende interiorizar en la forma de pensar de estos personajes, como en el cuento que da título al libro, centrado en el diálogo entre un suicida y el doctor que pretende animarlo a seguir viviendo. Algo parecido ocurre en Azul caribe, el cuento más flojo del conjunto y el único que presenta a un "bicho raro" hablando en primera persona.
Aunque inferior a Malos modales, Bicho raro es, sin embargo, un libro que se lee con mucho interés, un conjunto de cuentos sumamente coherente y en el que podemos encontrar hasta una estética personal del autor (la de las inversiones y la marginalidad, presente ya en el título del libro). Pero es también una obra en la que se reafirman las ideas y los gustos más comunes, los estereotipos más difundidos. Narrativa light de alta calidad, pero light al fin y al cabo.
Son propios de estos peculiares "bichos raros" la búsqueda constante de la belleza y el ser incomprendidos por las personas que los rodean. Así se plantea desde el primer cuento, Criaturas musicales, que trata de las constantes discusiones de una desigual pareja de esposos. Él es emotivo y con una fuerte sensibilidad estética; ella es práctica y temperamental. Por eso, cuando él descubre una madrugada que en la TV hay un especial sobre María Callas y decide despertar a su mujer para que participe de tan sublime experiencia, la respuesta de ella sólo puede ser: "¡Y me despiertas para decirme que María Callas está en la tele!... ¿Eres imbécil o qué?" (p. 26).
Los problemas encontrados al tratar de acceder directamente a la belleza hacen que estos personajes opten por acecharla en los lugares más insospechados. Cuarto del oeste, sin duda el mejor cuento del libro, narra las travesuras de dos hermanos, aprendices de bichos raros, en una vieja casona de campo familiar. Ahí, rodeados de los más extraños objetos, estos niños comienzan a inventar excéntricos rituales: dispararle seis balazos a la luna, pasear de noche por el campo alumbrados con candelabros de plata. O, mucho más inquietante, durante el velorio de la hermosa tía Elenita -aprovechando que los demás se quedaron dormidos- desnudarla para besar sus senos.
Ampuero recurre al humor como elemento que permite a estos personajes orientarse en su búsqueda de la belleza. Y con el humor aparecen algunos de sus mecanismos clásicos, entre otros la unión de opuestos (como la conjunción de eros y tánatos en Cuarto del oeste) o las inversiones de estirpe carnavalesca (reemplazar lo heroico por lo infame, lo sublime por lo bajo, etc.). Esto último sucede en los cuentos Más allá del amor a los perros (donde incluso se presenta a un veterinario que masturba a sus pacientes) y Una pasión del espíritu, que narra la extraña costumbre de Ernesto, un talentoso pero poco afortunado pintor, de apropiarse de los objetos que le gustan a través de la "meada espiritual"; es decir, orinando sobre ellos. Lo hace en la fachada de La Merced, en una pintura de Duchamp, en un pisapapel de cristal, etc. Finalmente, intenta hacerlo en una hermosa mulata que acaba de cantar Georgia on my mind con una voz que era "una devastadora combinación de Billie Hollyday y Aretha Franklin" (p. 133).
En todos estos cuentos encontramos las ya conocidas virtudes narrativas de Ampuero: una prosa simple pero efectiva, acertada dosificación en el manejo de las tramas y, especialmente, la creación de atmósferas apropiadas para cada cuento mediante pequeños sucesos secundarios (un Papa Noel acuchillado por "pirañitas" en Bicho raro, una gata de Angora comiendo fresas reventadas en Cuarto del oeste). Pero también encontramos una cierta pobreza en los diálogos y en las descripciones, las que suelen presentar lugares comunes y elementos de discutible gusto. Podemos notarlo especialmente en las descripciones de mujeres, casi todas hermosas, "de grácil figura" (p. 16), "rostro perfecto" (p. 50), "bonita cola, cintura estrecha y unas piernas larguísimas" (p. 132). Y la enumeración podría continuar.
Es esta tendencia a la banalidad y el estereotipo la que hace que no poco de la propuesta narrativa de Ampuero se pierda. Sus "bichos raros" sólo se diferencian del resto de personajes por su bondad o su obsesión por la belleza. Por eso los cuentos más débiles del libro son aquellos en los que se pretende interiorizar en la forma de pensar de estos personajes, como en el cuento que da título al libro, centrado en el diálogo entre un suicida y el doctor que pretende animarlo a seguir viviendo. Algo parecido ocurre en Azul caribe, el cuento más flojo del conjunto y el único que presenta a un "bicho raro" hablando en primera persona.
Aunque inferior a Malos modales, Bicho raro es, sin embargo, un libro que se lee con mucho interés, un conjunto de cuentos sumamente coherente y en el que podemos encontrar hasta una estética personal del autor (la de las inversiones y la marginalidad, presente ya en el título del libro). Pero es también una obra en la que se reafirman las ideas y los gustos más comunes, los estereotipos más difundidos. Narrativa light de alta calidad, pero light al fin y al cabo.
Bicho Raro tiene mucho que ofrecer con ironía, nostalgia, humor, inteligencia y calidez a raudales.
Es difícil situar preferencias ante un conjunto tan uniforme de relatos. Sin embargo en "Más allá del amor a los perros" se introduce una situación absurda y desmesurada que la pericia del narrador la libra precisamente de caer en lo absurdo y desmesurado. Unos finísimos perros daneses que viven en una mansión suiza empiezan a comportarse con tan patológica elegancia que ni el psiquiatra de perros puede curarlos. El final sorprende y divierte por lo insólito. Realmente memorable.
Radicalmente opuesto es "Los árboles", tenso relato que aborda el desgaste psicológico de dos combatientes del Cenepa enfrentados a la muerte, el abandono, la locura. La continua referencia a la exuberancia del follaje se contrapone adrede con un diálogo simple, elemental, que va creando abismos que preparan al desenlace.
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Finalmente "Bicho Raro", cuento que da nombre al libro cierra el conjunto. Un suicida frustrado cae en un hospital de emergencias la noche de Navidad donde es atendido por un eficiente, aséptico e imperturbable médico que termina sugiriéndole la clave del buen morir. Nuevamente se evidencia la tendencia de Ampuero por alejarse de la moralina y el juicio fácil. Administra con igual rigor la angustia y el escepticismo, el humor y la nostalgia, la comedia y la poesía, elementos que impregnan la vida cotidiana donde a final de cuentas todos somos una suerte de bichos raros. Un libro que se lee con verdadero placer.
Finalmente "Bicho Raro", cuento que da nombre al libro cierra el conjunto. Un suicida frustrado cae en un hospital de emergencias la noche de Navidad donde es atendido por un eficiente, aséptico e imperturbable médico que termina sugiriéndole la clave del buen morir. Nuevamente se evidencia la tendencia de Ampuero por alejarse de la moralina y el juicio fácil. Administra con igual rigor la angustia y el escepticismo, el humor y la nostalgia, la comedia y la poesía, elementos que impregnan la vida cotidiana donde a final de cuentas todos somos una suerte de bichos raros. Un libro que se lee con verdadero placer.
Gracias por http://www.caretas.com.pe/
Fernando Ampuero
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