miércoles, abril 18, 2007

Intima Gabriela

Intima Gabriela

Entrañable visión de la poetisa chilena a través del recuerdo de Ciro Alegría.

Este libro fue publicado por primera vez en 1969, en papel bulky, formato chiquitito y muy humilde. Veinte años después Editorial Antártica de Chile entrega una cálida e impecable edición, con fotografías inéditas, cartas y la prosa querendona de Ciro Alegría.


Escribe MARIA ELENA CORNEJO

Gabriela, su secretaria Margaritte Peterson y Ciro en Santa Bárbara en 1947.
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" Gabriela me extendió con llaneza no exenta de altivez, una mano tibia y fina, mano de india. Su rostro, pese a los ojos verdes, me hizo recordar el de las indias que acunaron mi infancia. La misma nariz aguileña, la misma boca pulposa, la misma sonrisa entre suavemente irónica y decididamente tierna." Ese es el primer recuerdo de nuestro escritor Ciro Alegría cuando conoció personalmente a la Premio Nobel chilena. Es cierto que años antes habían tenido un encuentro fugaz y varios desencuentros fortuitos, pero quiso la casualidad que Ciro y Ligia Marchand, su esposa en ese entonces, recalaran en la casa de Gabriela en Santa Bárbara, California, donde pasarían una semana muy rica en intercambio de experiencias y profundización de una afectuosísima amistad que duraría toda la vida.

El común de la gente tenía un erróneo concepto de la personalidad de Gabriela. La hacían altanera, hosca y hasta tacaña, con temibles altibajos de carácter. Ciro Alegría descubrió más bien a un ser de nobleza conmovedora, de risa fácil y conversación amplia e interesada "hasta en el menor asunto que saliera al paso. Desde el destino de la cultura grecorromana, hasta la utilidad del maguey". Era una india que, como Garcilaso, se enorgullecía de sus orígenes y reivindicaba su cultura.

Gabriela tenía la letra grande, extendida y ligeramente recostada. Cuando el trazo era tembloroso le echaba la culpa a la regadera de plantas.


Errabunda como su propio padre, con la salud resquebrajada a causa de una diabetes temprana y con el alma en añicos por sufrimientos que arrastraba desde siempre, Gabriela era una solitaria que gustaba de conversar con las personas con quienes se sentía bien pero evitaba el contacto con las que por alguna razón le disgustaban.

Ciro recuerda especialmente la mirada de la Mistral que por un extraordinario misterio parecía que traspasaba las gruesas gafas que la miopía diabética le imponía. "Gabriela me daba la impresión que veía las palabras. Los grandes ojos verdes miraban alternativamente con ternura, con júbilo, con tristeza, con angustia, con cautela, con recelo y aun con furor. Miraba en un juego permanente de gamas, reflejando innumerables emociones, según el tema del cual se hablase, según lo que viviera recónditamente su corazón".

Era un alma doliente y conflictuada, quizás a raíz de dos suicidios que marcaron a fuego vivo su corazón: el de Romelio Ureta, su enamorado de la adolescencia y el de Yin Yin, su sobrino adorado al que ella adoptó, crio y amó como si fuera su propio hijo y que se quitó la vida en plena juventud. Gabriela jamás se repuso de esa muerte y lloró al hijo ausente durante toda su vida. Llegó al punto de querer persuadirse que Yin Yin había muerto asesinado, pero cuando la certidumbre la abandonaba trataba de refugiarse en otras filosofías como la budista que cree en la reencarnación. Nada, sin embargo, lograría consolarla. "Mi vida ha estado casi siempre vacía. La gente habla pero no es verdad. No tuve amor. Si alguna vez te preguntan, di eso, como si fueras mi hijo...", le confesaría a Ciro en uno de los escasos momentos en que se abandonó al sufrimiento.

Yo les quiero mucho aunque calle", dijo la poeta en carta dirigida al escritor.

La relación amistosa de Ciro Alegría con Chile es grande. Allí fue desterrado en 1934 por ser militante del Partido Aprista. En Santiago escribió su primera novela `La Serpiente de Oro' y luego `Los Perros Hambrientos'. En un hospital de ese país estuvo internado dos años aquejado por tuberculosis y fueron los filántropos chilenos los que acordaron pasarle una "beca de generosidad" durante 4 meses para que pudiera escribir `El Mundo es Ancho y Ajeno'. Este último libro vende anualmente 15,000 ejemplares -en una adaptación para escolares trabajada por Dora Varona- porque es un libro de texto aprobado por el Ministerio de Educación de Chile.


Todos estos datos los recuerda su viuda Dora Varona en la solapa del libro. "Gabriela Mistral Intima", hermoso libro publicado por Editorial Antártica de Chile, es un ejemplo más de los estrechos lazos de amistad que unieron al escritor con la poetisa.
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Vale un paréntesis para mencionar la valiosa e incansable labor de Ediciones Varona a quien el mundo debe la difusión de la gran obra de Ciro Alegría. Cuando el escritor murió el 17 de febrero de 1967, solamente se habían publicado las tres novelas mencionadas líneas arriba. De manera póstuma se editaron 13 libros juveniles, 4 novelas, 3 libros de cuentos y un libro de memorias. En preparación hay tres libros más: "Boceto de un retrato del Perú" (escritos periodísticos publicados en Puerto Rico, Cuba y Lima), "Mi máquina de escribir" (artículos pu-blicados en el año 1933 en `La Tribuna' aprista) y "Breve viaje a través de la literatura". Falta investigar, recopilar y seleccionar muchos otros artículos publicados en Estados Unidos y que seguramente serán materia de varios otros libros.

"Nada de esto hubiera sido posible sin el apoyo de mi esposo Genaro Llaqui, gran conocedor de la obra de Ciro y mi ayuda invalorable en todos esos años", dice la editora.

Cubana de nacimiento, Dora fue una precoz poetisa que a los 13 años conoció el aplauso del público. Creció entre halagos y fue mimada desde entonces, pero cuando se casó con Ciro optó por convertirse en su secretaria privada. Al enviudar, se quedó con tres pequeños hijos y uno más en el vientre, afrontando un verdadero via crucis para poder mantener a su familia. Trabajaba en doble turno como maestra de escuela cuando ordenando la biblioteca de Ciro se detuvo en un libro sobre la vida de Ana Grigorievna, segunda esposa de Dostoievski. La lectura fue más bien una revelación y a partir de allí decidió dedicarse a recopilar la dispersa y prolífica obra de su esposo.

Los años han pasado, el impulso inicial sigue incólume aunque otros bríos se han sumado a la tarea. Ella y Genaro han redescubierto el Evangelio y se han incorporado como pastores al servicio de su Iglesia. "Nada de fotos, nada de lucimiento personal, nada de reconocimientos individuales", dice con la serenidad y fortaleza de quien ha encontrado la paz por caminos menos terrenales.
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Articulo sacado gracias a caretas.com.pe sección cultura:

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