sábado, agosto 25, 2007

César Ángeles L.(Comentario)

22 años del Movimiento Kloaka



1. Tuve noticias de este grupo algunos años después de su disolución ya en la segunda mitad de la década de los 80. Luego de ingresar a la Universidad Católica, así como de un fugaz y curioso paso por su escuela de teatro, recalé en la facultad de Lengua y Literatura. Pero Kloaka no estaba en la Católica, sino que a comienzos de esos años (setiembre de 1982) fue fundado por Edián Novoa, Guillermo Gutiérrez, Mariela Dreyfus y Róger Santiváñez —todos estudiantes sanmarquinos— en el barrio del Rímac. Al poco tiempo se unirían Domingo de Ramos, José Velarde, Julio Heredia, Mary Soto y el pintor Enrique Polanco. Juntos redactaron manifiestos irreverentes contra el establishment culturoso, y organizaron algunos provocadores recitales «en lugares tan disímiles como el bar `La Catedral´ (el mismo utilizado como referencia y escenario en Conversación en la Catedral, la célebre novela de Vargas Llosa), en los extramuros de Lima cuadrada o colonial, o como el `Auditorio Miraflores´, en el corazón del homónimo distrito tan representativo en el imaginario —aunque ya no tanto en la realidad— de la clase media alta limeña» (tomado de la Introducción a El bosque de los huesos, de José Antonio Mazzotti y Miguel Ángel Zapata, p. 31). En Piura, tuvo una base con Lelis Rebolledo, director de la revista Agua, el pintor César Badajoz y el músico Estanislao Quesada, que animaban la escena cultural del norte peruano.



Mary Soto, Domingo de Ramos, José Velarde, Róger Santiváñez,

Mariela Dreyfus, Edián Novoa y Guillermo Gutiérrez, en El Agustino

(1982).


En la universidad de San Marcos, estudiaba también Dalmacia Ruiz Rosas, quien junto a de Ramos y Santiváñez hoy constituyen el núcleo creativo más representativo, sólido y fértil de aquella experiencia grupal y literaria-artística.

Por divergencias de orden personal, así como de diferentes posicionamientos políticos y poéticos relacionados con el propio devenir de los acontecimientos sociales del país, algunos de sus integrantes serían separados o simplemente se apartarían del colectivo —en suerte de parodia de lo que suele ocurrir en los partidos políticos, y especialmente en la atomizada izquierda de los años 70—; hasta que éste finalmente acabó desintegrándose en 1984 (Véase los anexos Uno y Dos).

Es interesante notar la interrelación entre los ritmos y decisiones de un colectivo literario-artístico, y la realidad de un período histórico; porque ello es cabal muestra de que la creación y el arte, más aun en sus momentos y expresiones álgidos como le tocó vivir a Kloaka, a su manera marchan de la mano de los cursos sociales en la historia, y que en este flujo los creadores y su obra van adquiriendo su carácter específico, su personalidad más reconocible.

Kloaka no fue ajeno a ello, y su élan estuvo signado por su irreverencia antiburguesa y su recordada rebeldía anarca contra la cultura y el poder establecidos1. Dicho esto así puede sonar demasiado general, pero se verá que es la más justa caracterización de aquella experiencia2.

Cuando se recuerda lo que fue Kloaka en los años 80, conviene también recordar la efervescencia de la escena cultural «subte»3 y su mejor expresión: la movida del rock limeño-peruano que en dicha década inundó, literalmente, no pocos espacios urbanos nativos donde diversas bandas congregaron de manera estruendosa a una parte de la juventud de entonces. Acerca de la «subterraneidad» y los «subterráneos» en la Lima de los 80 —que es de cuando data esa movida— conviene matizar el alcance real de estos términos, agregando que aquí las referencias se sitúan y entienden mejor en el imaginario de dichos grupos, muchos de cuyos individuos no vivían en su práctica concreta aquella «vida en las cloacas» —su temporada en el infierno, digamos— sino más bien otra menos dramática y desamparada.

Recuerdo su negra vestimenta, su parco saludo, el grito y frenesí de sus letras y guitarras eléctricas; un paisaje en el que destacaría la banda «Leuzemia», que aún hoy existe y ha vuelto reciclada —luego de su disolución en 1985— con otras características y proyecciones. Róger Santiváñez, principal mentor de Kloaka, fue un manager de esta importante banda de rock hecho en el Perú4.

2. El Movimiento Kloaka, como todo en la vida, no surgió por generación espontánea. Es necesario situar su explosivo verbo, como queda dicho, en el escenario de la política nativa para entender cabalmente el significado de toda esta escena grosso modo aquí descrita. Los 80 significan el retorno al régimen de la democracia representativa, luego de doce años de dictadura militar en su primera y segunda fase. Para algunos, como José Antonio Mazzotti, amigo cercano del Movimiento Kloaka y conocido poeta y crítico peruano desde aquella época, los 80 expresan el ascenso triunfante del movimiento popular y de sus organizaciones sindicales y políticas representativas. Para otros como Rodrigo Quijano, también cercano amigo de aquella experiencia, ello significa, en cambio, la derrota del movimiento popular, cuya beligerancia contra la dictadura militar se vio finalmente encausada hacia una alternativa política liderada por aquel sector de la derecha que a fines de los 60 fue derrocada por el golpe militar (específicamente la referencia es a Acción Popular y a su líder Fernando Belaunde, quien volvió a la presidencia del Perú en1980)5.

Como sea, este retorno al régimen representativo mediante las urnas no significó mejorías ni bienestar para las mayorías nacionales, sino que como se comprobó año tras año la crisis económica y de legitimidad fue agravándose. Este proceso no se detuvo; al contrario, se agudizó durante los cinco años del régimen aprista liderado por Alan García, en el cual se llegó al aterrador índice de inflación acumulada de 2 millones por ciento: todo un récord de Guiness, y obtenido por políticos made in Peru. Como suele pasar entre nosotros, mientras el país mayoritario se sumergía en la miseria, la política oficial y oficiosa no sólo no cambiaba de rumbos sino que tampoco mostraba signos de enmienda ni siquiera en su retórica, gastada y abigarrada.

Imbricado con todo ello, la violenta irrupción de Sendero Luminoso» 6 a inicios de los 80, y su alucinante proceso ulterior de inesperada expansión en la sociedad peruana, tanto en el campo como en la ciudad, contribuyeron a que la crisis aludida y el desgobierno se acentuaran; lo que dio lugar a la intervención de las fuerzas armadas en el conflicto, así como a la aparición de comandos paramilitares y a sucesivas acciones represivas del Estado que diversos analistas coinciden en denominar como «la guerra sucia».

Es al centro de este periodo histórico dramático y en trance bélico que se dimensiona mejor ya no sólo la aparición provocadora, de contestación anarca radical, de un grupo como Kloaka, sino en general la escena artística local, que quizá tuvo en el rock «subte» su expresión más definida y pública. A pesar de la aproximación y cierta trayectoria de identificación con las luchas y reclamos del movimiento popular, así como de militancia fugaz en organizaciones y partidos de izquierda, a fines de los 70, de algunos miembros de Kloaka, pudo más su temperamento individualista y sin vocación por admitir otro compromiso que no fuese con el solitario acto de escribir. La historia posterior a la disolución de este colectivo no ha hecho sino confirmar lo que ya estaba incubado allí desde su partida de nacimiento: el heterogéneo decurso individual de sus integrantes, tanto en lo creativo como en lo personal, y que en los mejores de ellos —como el trío destacado al inicio de este artículo, a quienes habría que sumar al narrador Edián Novoa y a los poetas aliados José Antonio Mazzotti y Rafael Dávila Franco— el lenguaje ha alcanzado cuotas de desestructuración (o de otro tipo de estructura verbal, en todo caso) que bien expresan lo acontecido en la propia sociedad peruana desde aquellos años 80.

Así pues, la negra impostura «subte» y su descreimiento y sátira extremada contra todo viso de formalidad (en la vida social, política y cultural) nacen de la propia lumpenización de nuestro medio social y nuestro —es un decir— Estado. La siguiente década de los 90 —bajo la égida del fujimorato y su largo desfile de políticos, empresarios, intelectuales y ciudadanos de diferentes capillas comprados (y grabados en plena acción como muestran los videos de Montesinos) por el régimen— no hizo sino confirmar que el expresivo nombre de Kloaka y aquel otro de «cultura subterránea» no pudieron ser mejor elegidos para representar mediante la ironía y la sátira esta sociedad y este orden, su decadencia irrefrenable.

Quizá la más importante limitación de esta manera de hacer y ver la vida sea su reconocida falta de voluntad y capacidad para sumar la protesta a cualquier propuesta constructiva y masiva 7. Kloaka y la escena «subte» finalmente han visto diluido su grito en los molinos del tiempo y del devenir histórico entre nosotros; pero es innegable que expresaron —y lo hacen aún, en cierto imaginario local— algunas de las maneras de rebeldía y protesta de al menos un sector radicalizado de la pequeña burguesía urbana en el país, sobre todo en Lima (como, entre otros testimonios de época, lo demuestra su «Pronunciamiento» acerca de la matanza de ocho periodistas en Uchuraccay, divergente respecto de la versión oficial de los hechos). También es innegable que en torno a este espíritu beat, creativamente reciclado desde y para nuestra realidad, se nuclearon varios artistas y escritores jóvenes que hallaron en esa manera de ser un espacio para ciertas rupturas, aunque éstas pocas veces llegaron a las últimas consecuencias o fueron procesadas de tal manera que cobrasen mayor complejidad y contundencia, o coherencia. No deja de ser curioso, sin embargo, que estemos dedicando varios párrafos en esta revista —que no guarda mayor relación con el pathos de la experiencia reseñada en estas líneas— a un colectivo que se pretendió contra-cultural y al margen de todo reconocimiento formal o académico. Una señal de las limitaciones aludidas anteriormente de una expresión contracultural que, contradictoriamente, se ha procesado mediante un código de escritura altamente sofisticado y, en principio, elitista como es en nuestro país la moderna poesía escrita en castellano.

Guardando las distancias, algún paralelo puede establecerse entre lo que dice José Carlos Mariátegui del Movimiento «Colónida», respecto a su carácter de ser «movimiento», «estado de ánimo», y no «escuela», y nuestra interpretación de la escena «subte». Dice el Amauta: «(...) Los ‘colónidos’ no coincidían sino en la revuelta contra todo academicismo. Insurgían contra los valores, las reputaciones y los temperamentos académicos. Su nexo era una protesta; no una afirmación. (...) tendieron a un gusto decadente, elitista, aristocrático, algo mórbido». Sin embargo, el mismo Mariátegui destaca el humor del líder colónido: «[...] ningún humorismo menos acerbo, menos amargo, menos acre, menos maligno que el de [Abraham] Valdelomar. Valdelomar caricaturizaba a los hombres, pero los caricaturizaba piadosamente. Miraba las cosas con una sonrisa bondadosa» (en 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: editorial Minerva, 1980; 40ª edición: 281-282 y 288, 286). Algo que ciertamente no podría decirse de la escena «subte» de los 80. Sin embargo, hay otras diferencias más de fondo, ya que «Colónida» irrumpe contra la aristocracia de principios del siglo XX, pero en una Lima más pequeña que el monstruo sobre poblado de hoy. Y, asimismo, sus integrantes son una suerte de vaso comunicante con la actitud revolucionaria de varios miembros de esa poderosa generación que fue la del ‘Centenario’ (a la que pertenecen Mariátegui, Vallejo, Oquendo de Amat, Basadre, Sabogal, Chambi, entre tantos otros); de ahí que los colónidas, y especialmente su líder y mentor, adelantan con su rebelde sensibilidad de sujetos mestizos y migrantes en la capital peruana de entonces, una época de ahondamiento cultural y político trascendental entre nosotros. Digamos, pues, que si los rasgos decadentistas de la pose colónida se reciclaron y agudizaron mediante el estilo filo-punk de los «subtes», Mariátegui y la inmarcesible revista Amauta conformaron el énfasis constructivo inspirado en la doctrina socialista aplicada creadoramente a nuestra realidad. La primera pregunta que cae por su peso es ¿dónde y cómo se encarnaron, individual o colectivamente, aquellas fuerzas afirmativas y constructivas durante los años 80? ¿O seguiremos repitiendo de memoria la generalización de que entonces todo no fue sino una «década perdida», una situación de destrucción, guerra y terror? ¿No es verdad, en cambio, que en todo período histórico, y más aún en los de conflagración y desgarro extremos como se acaban de vivir en nuestro país, afloran diversas voces, sujetos, realidades, de distinto y antagónico sino?

3. Queda por decir en qué momento de la historia literaria peruana aparece Kloaka, lo cual ciertamente da para otro artículo. Pero cabe anotar que algunos de sus principales representantes, como Róger Santiváñez y Dalmacia Ruiz Rosas, provienen del Movimiento «Hora Zero», el cual predominó como colectivo —sobre todo en poesía— en la vida literaria nacional durante los años 70, signado por el populismo del régimen velasquista. Con todo, es claro que el tiempo de los 80 y lo que vino luego difiere mucho a todo nivel, como se ha visto, de lo acontecido entre nosotros, e incluso en el mundo, en años anteriores. De ahí que no deba sorprender que la mejor obra literaria cosechada por algunos integrantes de Kloaka tenga la marca de otro sello, principalmente en la radicalización de algunos postulados horazerianos, como aquel de salir a las calles de nuestras ciudades y volver la mirada a la realidad nacional 8. Si algo debe reconocerse en lo hecho por algunos miembros de Kloaka es precisamente su tomar en serio esta consigna, al punto de haberse aproximado —en ciertos casos, hasta la mímesis— a no pocos de nuestros infiernos de droga y lumpenería 9. Los libros de los autores aquí destacados son testimonio de ello, en los cuales se dio voz a nuevos sujetos y temas de nuestra realidad más reciente, con un ritmo diferente que en sus mejores momentos es realmente original y corresponde a una sociedad rota, herida y desintegrada como la nuestra.
10

Finalmente llegamos a lo que hace que cualquier cosa valga o no: la calidad, pasión y autenticidad con que se haga. Creo que de todos esos años quedan en nuestras manos no pocos libros valiosos, no pocos ritmos y canciones, así como no pocas formas verbales y no verbales contundentes. Todo ello aguarda todavía una suerte de inventario y balance que profundice tanto en la relación entre las partes como en su ineludible y particular articulación con el dramático devenir social de ese período 11. Asimismo, quede claro que si lo ejecutado por los ex integrantes de Kloaka es, sin duda, parte representativa de la cultura de nuestro país en los convulsionados y beligerantes años 80 (aquellos de nuestros 70,000 muertos12 entre víctimas de la represión visible o clandestina del Estado, las acciones senderistas y las del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru —grupo de guerrilla foquista que aparece en 1983—), esto no significa que haya sido lo único ni necesariamente, a priori, lo mejor.

Queda aún mucho por decir sobre otros autores y agrupaciones de los 80, así como de todo aquello creado más recientemente en literatura y arte que por corresponder a provincias, o por pertenecer a circuitos de llegada alternativos al letrado culto en castellano, es poco o nada conocido —cuando no desdeñado— por el establishment cultural entre nosotros
13.

Considerando todo ello, y aun expresando mis diferencias y contradicciones con la posición anarca que vertebra la historia contada, vaya desde aquí mi saludo a los 22 años de este nacimiento que, como suele pasar, en mi caso se limita a estrechar la mano de algunos pocos y a volver la vista hacia algunas imágenes de veladas (¿debeladas?), experiencias comunes, conversaciones, calles, esquinas, días y sobre todo noches que han de existir aún de alguna manera, personal e intransferible, en el tiempo presente y por venir.

Lima, la ex ponja; mayo-junio, 2002
última revisión: abril, 2004.


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BIBLIOGRAFÍA BÁSICA SOBRE KLOAKA
de Lima, Paolo. «Violencia y ‘otredad’ en el Perú de los 80: de la globalización a la ‘Kloaka’». Revista de Crítica Literaria Latinoamericana año XXIX, N 58. Lima, 2do semestre 2003: 275-301. También disponible en Ciberayllu [en línea] , 10 de abril del 2004.
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Gris, Sebastián. «Pelea de blancos». La República. Lima: 21 mayo 1983.

Mazzotti, José Antonio. Poéticas del flujo, migración y violencia verbales en el Perú de los 80. Lima: Fondo editorial del Congreso, 2002.

Mazzotti, José A. y Zapata Miguel A. Selección y prólogo de los autores. El Bosque de los Huesos/ Antología de la nueva poesía peruana 1963-1993. México DF: El Tucán de Virginia, 1995.

Santiváñez, Róger. «¿Quién es el blanco?». La República, Lima 21 de mayo de 1983.

Zevallos Aguilar, Juan y Jose Antonio Mazzotti. «Movimiento Kloaka: Dossier de la vanguardia poética peruana de los 80». Osamayor 4. Pittsburgh: 1991.

Zevallos Aguilar, Juan. Movimiento Kloaka (1982 — 1984): Cultura juvenil urbana de la postmodernidad periférica.(Incluye fotos y documentos de época). Lima: Editorial Ojo de Agua, julio 2002.

VV. AA. (José Antonio Mazzotti, Róger Santiváñez y Rafael Dávila-Franco) La Última Cena. Lima: ASALTOALCIELO / editores & Naylamp editores, 1987.

VV. AA. Revista Kloaka Nro. 1. Lima, verano 1984.


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ANEXOS
UNO
PARTE DE EXPULSIÓN


Ante la inconsecuencia demostrada por —sucesivamente— Guillermo Gutiérrez, Julio Heredia, Mariela Dreyfus, Mary Soto ante diversas situaciones de enfrentamiento —en el campo de la realidad y de la poesía— contra los enemigos del Movimiento, vale decir la imbecilidad del orden establecido y sus conservadores, el Movimiento Kloaka y su instancia suprema hacen conocer lo siguiente:

Los arriba mencionados quedan expulsados del paraíso para siempre/ por incapacidad ideológica y poética/ haber claudicado en distintas y reveladoras performances.

Carencia de bases ideológicas


Gutiérrez: No resistió el ataque reaccionario de Caretas. Huyó en vez de cerrar filas en torno al Movimiento.

Heredia: No supo manejar los límites entre el amor y la fe en el Movimiento. Fue arrasado por una corriente pasional destructiva.

Dreyfus: Imbecilizada por el orden. Incapaz de una verdadera ruptura. Miedo y sujeción al PADRE. Oportunismo.

Soto: Ganada exclusivamente por sus notas. Alejada del Movimiento y de la poesía.

Negaron 3 veces seguidas a Nuestro Señor/ como Pedro/ Serán la mofa del pueblo./ El que no computa NO computa/ Así es.

PORQUE DE KLOAKA SOLO SE SALE MUERTO O EXPULSADO (QUE NO ES LO MISMO, PERO ES IGUAL)

Barranco-Rímac, enero de 1984

Movimiento Kloaka
Edián Novoa Enrique Polanco Domingo de Ramos Róger Santiváñez José Velarde
Aliados Princ..: José Mazzotti/ Dalmacia Ruiz-Rosas



DOS

«Kloaka soportó las inundaciones norteñas del año 1983, estoicamente. Reapareció en octubre cuando ya le había roto el cerebro a todo Lima, con sus manifiestos y declaraciones. Otra vuelta en el auditorio Miraflores, con el desinteresado apoyo a la cultura joven de nuestra primera actriz Dalmacia Samohod. Durazno Sangrandoya había desparecido, pero en cambio contábamos con un grupo recién salidito del horno y que derrochaba talento a borbotones: Del Pueblo 14 y su música peruana contemporánea. Ya por esos días Mazzotti y Dalmacia Ruiz Rosas aparecían como aliados principales del movimiento.

Por fin llegó 1984. En febrero Kloaka realiza su última presentación pública. Siempre en el auditorio Miraflores. Perfomance de Frido Martín con Fernando Bryce, quien destruye su batería a patadas, al son de la lectura delirante de Martín, impecablemente vestido como un new romantic después de tomar té y de haber sido expulsado de la Católica, por escribir Breton Vive en uno de sus muros. Bryce viajó a Alemania; Polanco a la China, Velarde a París. Inmediatamente Heredia hacia China y también París. El movimiento se diluye entregando la única revista del grupo, expresionistamente ilustrada por Polanco. Poco antes una instancia suprema de Kloaka había ofrecido un parte de expulsión para Mariela Dreyfus, Guillermo Gutiérrez, Julio Heredia y Mary Soto, por haber incumplido las bases ideológicas del movimiento. Esas bases ideológicas eran una mezcla de Mayo 68, con toda la tradición de movimientos artísticos de vanguardia que en el mundo han sido, desde el surrealismo hasta los beatniks, pasando por Hora Zero, los nadaístas y el estridentismo mejicano.

Años después, Velarde edita Kloaka Internacional, en París, como queda dicho líneas antes»

(del artículo «Los poetas subterráneos/ Historia jamás contada»,
por Róger Santiváñez; en revista OIGA. Lima: 19 de octubre de 1992).


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POEMAS
Dalmacia Ruiz-Rosas (Lima, 1957)

EL LUGAR...

el lugar donde nos amamos parece un convento
custodiado por camiones del ejército el río
el mercado y palacio de gobierno unas fondas y bares
y nosotros y unos cuantos minutos que nos quedan
...................fumándonos un cacho
somos nosotros y no lo siento real
el agua que nos peina carece de violencia
estamos envueltos en colores fascinantes
por un momento el cielo abría sus puertas
....................ese fue el asalto.



Róger Santiváñez (Piura, 1956)

REFLEXIONES AL PIE DE LA TUMBA DEL LOCO VICHARRA

Cuando veo tu nombre en los periódicos
pienso en la muerte, en la sorda muerte
que no sabe, que no oye, que no
escucha, que es como latón oxidado
a mis preguntas: Por qué no hubo
alguien que te diera una sonrisa,
en vez de recluirte abruptamente
en el Reformatorio, cuando habías
robado 15 libras de la bodega,
de tu barrio por palomillada,
por jugarle una pasada al destino;
el destino es como un viejo caficho
que nunca da la cara. Y así fuiste
perfectamente destruido en Maranga,
y allí, tampoco hubo nadie que
te hablara, porque los cancerberos
de todo Reformatorio, Cárcel, Asilo, Manicomio
son lo mismo: la enfermera antihumana
de Atrapados sin Salida-Pero tú
no eras Jack Nicholson interpretando
un papel, sino José Asunción Vicharra
Sánchez, un muchacho de la esquina,
al que ¿cómo recluyen? para hundirlo
más y más: De palomilla a Enemigo Público N° 1.
Ya el abandono posterior, la sociedad te dio la
espalda y no supiste sino alcoholizar tu
dolor, buscar una música entre la jerga del choro,
porque nadie quiso mirarte sino de soslayo,
murmurando basura, lumpen, ratero, asesino
y allí sí que todo fue irreversible;
después del primer disparo ya no hay
regreso posible, además, regreso ¿adónde?
si todos los corazones te fueron cerrados
si en cada recodo de tu vida, justo
en el momento en que necesitaste
una mano, nadie te la quiso dar,
por eso yo ahora te ofrezco la mía
aunque ya sea el reyno de la muerte
aunque quede tendida en el vacío
como la sensación final de este
canto de rebeldía.


José Alberto Velarde (Puno, 1957)

MI POEMA

Eres precisamente aquella persona que ha tenido acceso
a la comodidad y a la cultura de serie
y obras desde tu propia crisis
como mentor del movimiento.
Eres aquel que ha saboreado alguna vez
la fuerte impresión que supone haberse asomado sin poder por el momento
/salir del plano del espectador
de toda una serie de manifestaciones
AUTENTICAS DE LOS HUMANOS
Eres aquel que advierte la servidumbre
que supone un estilo impuesto
aunque no sepas exactamente por qué ni por quién
Eres aquel que advierte en tu día
el drama de lo cotidiano
y te sabes hijo de esta sociedad decadente
y te sientes culpable al serlo
y ¡qué curiosa burla!
eres educado en una vertiente intelectual
y te ves incapacitado de tratar
de tú a tú a tu pueblo llano
a los restos que de él quedan
Eres el que la sociedad actual no dejó madurar
AFORTUNADAMENTE
Eres hasta ahora inconexo
de objetivos anticapitalista
y de ideología aún no definida
difícil mezcolanza de
Marx Buda Senda Zen Tercer Mundo Poder Cholo
Y ni el mismo monstruo capitalista
tiene actitud clara ante tu movimiento
pero te está viendo peligrosamente cerca
te siente en el seno mismo de las fisuras
que ellos a dentelladas han trabajado
por eso tu dionisiaca presencia
sale de la realidad misma.



Domingo de Ramos (Ica, 1960)

COMO UN MAR ENCALLADO EN EL DESIERTO

Todo está rodeado
Ves hijo naciste cuando el sol era más pequeño
que tu cuerpo
Cuando veías que la tarde se iba
y tu madre llegaba como una ronca respiración
para darte la leche de etiqueta roja
que lactabas como si fueran los pechos de tu madre
Ah hijo viniste justo cuando las esteras ardían
de calor y las banderas aún flameaban dándote la bienvenida
Ahora tienes 15 años
...................................y no has estudiado
pero es como si lo
hubieras hecho
........................levantando construcciones
...................................................................cazando pájaros
corriendo por las playas como una quilla con las olas
pescando en la madrugada
..................................trayendo flores en invierno
vendiendo en agosto
...................Ahora hijo todo está rodeado
rodeado de alambres con piltrafas de aves
que como un oleaje te arrebataron el aliento
en una noche tan distante de la noche en que naciste
mientras yo estaba arrastrando la carretilla azul
...................................recuerdas?
como el Titanic que viste en la televisión
que se hundía y tú te ahogabas de sopor con la fiebre
de la arena sobre tus desnudos pies.
Ahora todo está rodeado. Menos donde descansas. Tus huellas
se han perdido. En la falda del cerro unas lagartijas juegan
haciendo hoyos y bajo la solitaria cruz
hay una voz de conchas marinas que silban
entre las rocas. Más abajo mucho más abajo la casa
que a la distancia verás
como un mar encallado en el desierto.

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NOTAS
1 Lo que ocasionaría ronchas respectivas y duraderas en parte del patio crítico local. Me refiero concretamente a la reseña periodística que no sólo tuvo su exacerbada muestra el año 1983, en CARETAS (marzo y octubre), sino que aun pasados el tiempo y diversas aguas bajo los puentes tuvo otra tristemente muestra en la caza de brujas desatada desde el fujimorato, y que halló nuevamente eco en la mencionada revista (Cf. Los números 1228 –17/09/92- y 1229 –24/09/92-), cuando era editor Fernando Ampuero. Recientemente, y con algunos redactores también presentes en la anterior «caza», ha habido un gris y lamentable reciclaje de todo ello en el suplemento «Somos» del conservador diario El Comercio (Ver el artículo «Jóvenes del 80», 13/07/03, así como la sección «Cartas», 20/09 y 04/10 del mismo año).

2 Quienes se interesen por el tema, pueden consultar mis ensayos sobre poesía peruana actual en la web de esta revista, así como la bibliografía básica que se ofrece al final de este texto.

3 A propósito de este término y su acepción entre nosotros, cito aquí una reflexión en torno a ello tomada de mi ensayo sobre el libro Pastor de perros (Lima, 1993), de Domingo de Ramos, incluido en una edición de la revista mencionada en la nota anterior: «(...) En [Pastor de perros se] da cuenta de la «marginalidad»; y [el autor] aun aclara que, siendo ésta voluntaria, es mejor denominarla «subterraneidad». El matiz entre estos conceptos puede descifrarse como Marginal-Pasivo ante Subterráneo-Activo: «tener una opción»; ser subte implica una cultura, como buena parte de la juventud rokera de los 80 (y aún ahora hay tozuda resaca en esta «opción») en Lima y hasta en otros espacios urbanos de América Latina. Pero ser subte es vivir «en las cloacas» de la ciudad, una metáfora para expresar este modo de nutrirse de la descomposición del sistema. Ésta fue —y es— una opción, como dijimos, de parte significativa y estruendosa de la juventud pequeño-burguesa limeña».

4 Quien se interese por esta relación, puede consultar el artículo «Demolición», del propio Santiváñez, en la revista Debate, número 10, pp. 66-68; setiembre de 1986, Perú.

5 Ver la citada Introducción de El bosque de los huesos así como el artículo «El poeta como desplazado: palabras, plegarias y precariedad desde los márgenes», de Rodrigo Quijano (en revista Hueso Húmero, número 35; Lima, diciembre 1999).

6 Sobre esta organización existe abundante literatura, consecuencia directa del surgimiento de especialistas en el tema conocidos como los «senderólogos». A pesar del tiempo transcurrido y que la coyuntura es otra, aún hoy, en el año 2004, se da una continuidad con dicha línea de investigación. En este sentido, el libro de Nelson Manrique (de título elocuente: El tiempo del miedo/ la violencia política en el Perú, 1980-1996) es apenas uno de los más recientes botones de muestra de ello: la extensa bibliografía que cita así lo corrobora. A manera de información histórica sobre Sendero Luminoso y llamativo testimonio de época proporcionado por un afamado como ya extinto diario de corte liberalista, he tomado esta cita de 1982: «La historia de permanentes excomuniones de la izquierda peruana conoce tres vertientes básicas: la del Partido Comunista, la de Vanguardia Revolucionaria y la Trotskista. Sendero Luminoso proviene de la primera, del desprendimiento surgido de la IV Conferencia Nacional de 1964, con el nombre de ‘Bandera Roja’. En 1969, la VI Conferencia Nacional termina en la ruptura de B.R., naciendo el hoy controvertido grupo político denominado Partido Comunista ‘por el Sendero Luminoso de José Carlos Mariátegui’. Desde ese momento, el PC ‘Sendero Luminoso’ pasa a ser uno de los grupos más virulentos frente al gobierno militar, al que tipifica como ‘fascista’. ‘Sendero Luminoso’ (...) diseña una estrategia de penetración silenciosa pero eficaz del movimiento obrero y campesino. (...) A principios de 1974, y luego de evaluar las experiencias del Ejército de Liberación Nacional y del MIR, se define que la región de Huamanga en Ayacucho es la más apropiada [para hacer estallar ‘la guerra popular del campo a la ciudad’]. [Con] El advenimiento de la ‘segunda fase’ militar (...) ‘Sendero Luminoso’ inicia su plan de ‘Reconstrucción Partidaria’, buscando el crecimiento y la especialización de su estructura de cuadros. Reclutan universitarios, docentes, campesinos e incluso licenciados del servicio militar, llegando a tener una total cobertura del territorio nacional. Sendero sostiene una viva polémica con la izquierda que acepta participar en los comicios constituyentes. Al respecto, su documento ‘Contra las Elecciones Constitucionales y el Estado de Nueva Democracia’, de enero 78, hacía un llamado a ‘apoyar el desborde campesino y las olas huelguísticas, para retomar el camino de la lucha armada’» (del artículo «Sendero Luminoso: del terrorismo a la guerrilla», por Fernando Olmos, en suplemento Perspectiva, del diario La Prensa; Lima, 14 de marzo de 1982; pp. 3-4).

7 Lo que también, en no pocos casos, los hizo más vulnerables a la presión política de las fuerzas más conservadoras, cuando estas sumaron los diferentes medios a su disposición para usufructuar —en defensa de sus intereses y privilegios- la posición pacifista que sinceramente asumió algún sector de la sociedad peruana en el período de mayor conflagración interna. Todo ello, en medio de un clima de guerra y represión creciente, hizo que más de un escritor y artista disidente de aquel poder no supiera —o no quisiera— definir su posición, deslindando a la vez con las fuerzas elitistas y conservadoras. Así, muchos de ellos, al publicar vagas declaraciones contra la violencia, fueron limando sus aristas más filudas y también se volvieron más previsibles cuando no conciliadores con el orden imperante; menos críticos, más cuidadosos, menos rebeldes, en suma.

8 Como réplica al cosmopolitismo practicado y publicitado por varios poetas de la promoción de los 60.

9 «[Durante los años 80, ] Los poetas de Kloaka son los poetas que más acusan la crisis de valores, las tensiones y la agresión galopante que se da en una situación de esa naturaleza: la delincuencia llega a situaciones más perversas, hay más cinismo, y eso es muy difícil de expresar mediante el lenguaje, si uno no es un lumpen. Los poetas de Kloaka pasaron por la universidad y no estaban, digamos, en un plan delincuencial, eran más un grupo de poetas anarcoides que transitaban por ambientes sórdidos, que simpatizaban con toda forma de oposición a lo oficial y no estuvieron políticamente vinculados a ningún grupo; inclusive recibieron muchas censuras, llamándolos decadentes, por ejemplo. Ahí te das cuenta de las ambigüedades de Kloaka (José Antonio Mazzotti, entrevistado por José Medina, en revista Motivos No 39; agosto-setiembre 1995, Lima).

10 «(...) Vivo en la zona sur, en San Juan. Es difícil encontrar el lenguaje poético que exprese ese ambiente. Uno trata de transmitir las frustraciones de la gente, de absorber sus problemas, para hacer una forma de poesía con eso y es muy duro. Creo que la mejor forma es no ser poeta en esa zona. Uno debe estar más adentro con ellos, estar más hondo con ellos y así comenzar a entender ciertos códigos, ciertas ondas que ellos transmiten, pero no abiertamente. Estoy tratando de hacer eso ahora. Me es difícil todavía, porque yo no tengo una sólida formación académica.
P. ¿La cree necesaria para transmitir lo que sucede en su zona?
R. En parte sí. Para poder manejar ciertas formas, ciertos lenguajes, cierto tecnicismo, no lo considero fundamental. Es útil para poder formar una estructura y que la palabra sea más efectiva, para que pueda transmitir eso. José María Arguedas era uno de ellos pues, entonces él absorbía eso y dio bastante, porque se apropió de ese lenguaje. Por eso, él pudo expresar todo un sentimiento andino y es el único que pudo hacerlo»
(Domingo de Ramos responde en entrevista grupal, a propósito del lanzamiento de la selección de poesía peruana aparecida en los 80: La Última Cena. Lima; en El Comercio, Lima, 30 de enero de 1988: C12).

11 Cuando hablo de esto, no puedo evitar que me venga a la memoria un ensayo poco recordado, y curiosamente nada citado en los estudios literarios y de política cultural, pero de innegable valor para nosotros en tanto aplicación creativa del marxismo en el campo de la estética y la crítica literaria contemporáneas: La generación del 50/ un mundo dividido. Historia y balance (ediciones SETIMO ENSAYO; Lima, 1988, 288 pp.), de Miguel Gutiérrez.

12 Este es el dato oficial dado hasta el momento por el informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación: organismo fundado por el gobierno de transición de Valentín Paniagua (2000-2001), con la principal tarea de investigar las causas y dar cuenta de las víctimas de la guerra interna, durante el período 1980-2000. Antes de este informe, la cifra de víctimas que se manejaba públicamente era casi la tercera parte de la actual.

13 Juan Zevallos Aguilar, crítico e investigador literario, ha publicado Movimiento Kloaka (1982 - 1984): Cultura juvenil urbana de la postmodernidad periférica. En su largo estudio introductorio, hallamos una puntual referencia al escenario latinoamericano que sirve de telón de fondo para la experiencia de Kloaka. Tal estudio es un aporte para el mencionado retrato panorámico y puesta al día de la joven escena literaria-artística en dicha década, y más específicamente respecto del colectivo al que dedica su mayor atención (a partir del cual, sin embargo, se desliza hacia cierta idealización cuando no a una aventurada generalización de esa experiencia a todo el conjunto de la sociedad peruana). Contiene, asimismo, algunos conceptos e interpretaciones discutibles; como su caracterización del velascato o del retorno a la democracia representativa, así como en torno a la guerra interna y a los grupos alzados en armas en el período. Un acierto de Zevallos es afinar una mirada, en buena medida, libre de prejuicios y sentencias apodícticas acerca de esos micro universos donde se fermentó durante los años 80 una respuesta, anarca, es verdad, pero una respuesta al fin y al cabo, contra el tono uniforme e institucional de la escena cultural canónica. De ahí que el texto de Zevallos, en general, desecha la retórica oficial u oficiosa de la época —e incluso de ahora— que suele referirse con epítetos baratos cuando no mal intencionados a los sujetos y realidades de diverso tipo que irrumpieron en la sociedad peruana de aquellos años, en pleno proceso de conflagración interna; lo que es otro valor a resaltar. Por lo demás, el empleo del jabonoso y discutible término «postmodernidad» desde el subtítulo de su libro sobre Kloaka, aparece como algo innecesario e injustificado.

14 Sin duda, esta talentosa y pionera banda de rock liderada por Piero Bustos y Ricardo Silva es una de las que más y mejor acompañó a los Kloaka, aun en las presentaciones que algunos de sus miembros realizaron en los últimos años de la década del 80 y hacia el inicio de la siguiente. Su estilo desenfadado, lúdico, así como el carnavalesco mestizaje en sus ritmos, instrumentos y letras la convirtieron en excelente aliado musical. Este año celebra también 22 años de fundación, componiendo con instrumentos andinos, folklóricos, en función de una base musical rock sazonada con aires negroides. A «Del Pueblo» hay que añadir las bandas «Kolarock», liderada por Edgard «Kilowatt» Barraza, y «Durazno sangrando», que fueron parte de los recitales del movimiento.

* * *
Agradecimientos a la Web.

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viernes, agosto 24, 2007

César Ángeles L.(Ensayos)

Hizo la licenciatura en Literatura y Lingüística en la Universidad Católica del Perú (1990). Trabaja en docencia y periodismo desde mediados de los 80. Ha publicado en La Última Cena (Lima, 1987): selección de poesía peruana actual, y tres libros individuales de poesía: El Sol a Rayas (Lima, 1989), A Rojo (Barcelona-Lima, 1996) y Sagrado Corazón (Lima, 2006). Asimismo, un libro con dos ensayos: Peligro: Rimbaud / Vallejo y el humor (Lima, 1998). Integra el comité editorial de la revista Intermezzo tropical.

(Biografía)


El socialismo en la novela peruana
(o viaje a la China de Miguel Gutiérrez y Oswaldo Reynoso)*
César Ángeles L.


Para Alfredo Torero, a quien no conocí personalmente

Bueno, nuestras efemérides, como se les llamaba en los discursos escolares,
son efemérides de derrotas o de victorias cuestionables, más bien metafóricas.
Sobre este destino nuestro reflexioné desde aquella almena
de las Montañas de niebla y luminosidad eternas
(de Babel, el paraíso: 164)

justo al término del banquete el cactus lucía una flor roja de cultivada fragancia silvestre y Siu colocó la maceta sobre la mesa y Liang con unas tijeras cortó la flor y me la entregó
(de Los eunucos inmortales: 238)


I


Indudablemente, la Revolución China (1949) fue uno de los acontecimientos históricos más relevantes e influyentes, a escala mundial, en la segunda mitad del siglo XX. Y aun, dentro de ella, el rol político jugado por Mao Zedong (Mao Tse Tung) al frente del Partido Comunista chino, la victoriosa guerra de guerrillas, la fundación del Ejército Popular y esa amplia, polémica y apasionada gesta que fue la Revolución Cultural (1965-1969).

Años después de la Segunda Guerra, al interior de la otrora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (la primera revolución exitosa de inspiración socialista y marxista) se fue consolidando un penoso proceso de restauración de prácticas más bien burguesas, conservadoras o simplemente burocráticas y mafiosas. El deterioro moral y económico de la URSS —de sus élites, sobre todo, para ser más justos— dio lugar a que con el triunfo del Partico Comunista dirigido por Mao en la vieja China no sólo se abriera cada vez más la brecha entre ambas experiencias socialistas, entre ambos Estados, sino que el prestigio ganado por los comunistas chinos provocó que a escala mundial esta Revolución y sus principales cuadros desplazaran del imaginario socialista internacional a la URSS. Tal hecho, como todo —o casi— en la historia, tuvo estrecha relación con la nueva y floreciente etapa económica, política y cultural del gigante asiático.

Los años 60, por ello, imbuidos de aires renovadores principalmente de parte de organizaciones sindicales y movimientos estudiantiles contraculturales, así como por el triunfo de la Revolución Cubana —de la mano de Ernesto Guevara, Fidel Castro, Camilo Cienfuegos, entre otros— y el consecuente protagonismo de América Latina en la escena internacional, soplaron en cierto modo contra los nubarrones de pesimismo que tras la Segunda Guerra se había instalado en Occidente, a raíz de la frustrada «primavera democrática» en los años 50. La llamada guerra fría entre los bloques capitalista y socialista prolongó sus sombras y amenazas de ataques nucleares (el fantasma de Hiroshima y Nagasaki estaba muy cerca), aun durante los 60.

Todo ello colaboró a que China se irguiera en una alternativa entre el imperialismo principalmente yanqui y el imperialismo soviético, y que así fuera consolidando su liderazgo internacional entre los países más pobres (el llamado, desde mediados de los 50, «Tercer Mundo»).

En los 70, pues, la presencia internacional de China era, como se dijo, masiva, y su influencia en diversos aspectos y latitudes, indudable. Así, en nuestro país, ello daría lugar a un serio cuestionamiento del Partido Comunista peruano, que desde la muerte de su fundador, el gran José Carlos Mariátegui, no había sino ido de tumbo en tumbo, cediéndole protagonismo a la derecha más rancia o al populista y, con el tiempo, corrupto partido aprista. Incluso se había convertido en un satélite del dominio soviético. Dichos cuestionamientos provinieron de lo que a la larga se denominaría «la nueva izquierda», la que en pocos años, a su vez, se fraccionaría sin fin, dando lugar al surgimiento y consolidación de una vertiente maoísta en su versión peruana más radical: el PCP-Sendero Luminoso1. Hasta aquí el recuento histórico.



II

Miguel Gutiérrez y Oswaldo Reynoso son dos de los narradores de mayor talento y originalidad aparecidos en la segunda mitad del siglo XX. A Reynoso, algunos años mayor que Gutiérrez, se le ubica dentro de la importante «Generación del 50». A Gutiérrez, en cambio, algo más joven, es dable ubicarlo en la década siguiente, o en todo caso a caballo entre ambas. Como sea, ambos notables escritores peruanos, anticlericales y provincianos para mayor referencia biográfica (Reynoso es de Arequipa, mientras que Gutiérrez, de Piura), han compartido y comparten diversos asuntos en común. En su cáustico ensayo La generación del 50, Gutiérrez pasa revista a diversos creadores de dicha promoción, especialmente a los narradores, poetas e intelectuales, con quienes es claro que comparte una serie de rasgos, anhelos, sueños, pesadillas, praxis y utopías de la época. Por lo demás, la experiencia inolvidable del grupo Narración2 une a estos dos escritores de manera aún más notoria, como quizás sólo el trabajo en común puede hacer. Son varios los narradores de dicho colectivo que, pasada ya la experiencia grupal, han continuado aportando desde sus diferentes caminos relevantes obras al corpus de la literatura nacional. Sin embargo, Reynoso y Gutiérrez, ideólogos y líderes de la mencionada experiencia grupal, son quienes a partir de sus múltiples creaciones literarias tienen hoy en día mayor reconocimiento en nuestro país3.

Otro de los hechos que aproxima a ambos narradores es, asimismo, el viaje que realizaron, por separado, a China durante los años 704. El viaje de Gutiérrez y el de Reynoso, sin embargo, coinciden con el inicio de otra etapa cualitativamente diferente dentro del proceso histórico y político en China. A la muerte de Mao (1976), una serie de dirigentes y cuadros políticos anteriormente defenestrados retomó posiciones en el poder, aprovechando la restauración política impulsada sobre todo por el enemigo principal de la revolución socialista en China: Deng Xiaoping. No vale la pena dedicar espacio a lo que ya se sabe: el camino capitalista en China, desde entonces, tiene sus propias particularidades y problemas, pero se ha basado en la restauración de privilegios de ciertas élites, a la vez que en un endurecimiento del aparato represivo sobre el pueblo chino. Precisamente, uno de los hechos más trágicamente evidente de dichos cambios fue la matanza de estudiantes en la plaza de Tian‘anmen (1989), quienes, como se evoca en la novela Los eunucos inmortales, de Oswaldo Reynoso, demandaban auténtica democracia y profundizar el camino socialista emprendido por la Revolución.

En efecto, la experiencia china, que como se dijo marca especialmente los años 60 y 70, ha sido recreada tanto por Miguel Gutiérrez, en su novela Babel, el paraíso (Lima: Colmillo Blanco editorial, 1993)5 como por Oswaldo Reynoso en su obra arriba mencionada. Otro punto de contacto, pues, entre estos narradores peruanos. La primera vez que reflexioné sobre esta coincidencia fue en un homenaje público que se le hizo a Miguel Gutiérrez en Miraflores, donde participó, entre otros intelectuales, Oswaldo Reynoso. Éste llamó la atención sobre cómo un mismo hecho puede, sin embargo, ser abordado con diferentes lenguajes, posición y poéticas. Se refería a su novela y a la del homenajeado Gutiérrez. Agregó que mientras en su caso se había nutrido de una experiencia colectiva demoledora como la de Tian‘anmen, Gutiérrez había optado por partir desde el universo cerrado al interior del Hotel de la Amistad, donde los dirigentes chinos albergaban (aislaban) a los «especialistas» extranjeros que viajaban —como ambos narradores— a China para trabajar en labores de traducción y periodismo.

El viaje de Oswaldo Reynoso y Miguel Gutiérrez a esta nación se inserta en el camino que siguieron algunos políticos e intelectuales, en plena crítica de la burocratización en la Unión Soviética y durante los vientos renovadores o populistas (secuela del 60) que soplaban en esa complicada década de los años 70, sobre todo en América Latina. Complicada por la instauración de dictaduras militares de diverso cuño en varios países de la región. Quizá el viaje a la China socialista, líder del entonces llamado «Tercer Mundo», era una suerte de último canto de cisne al menos para estos, ya por entonces, maduros escritores peruanos6.


III

Luego de leer atentamente ambas obras ya mencionadas, resulta claro que la voz narrativa en cada novela («el invitado», en Babel..., y el «Laoshi O» o «el profesor Oswaldo», en Los eunucos...) es una suerte de alter ego de cada autor7. En ambos casos, se trató de un viaje en búsqueda de cierta utopía, la cual, para no dar mayores vueltas metafísicas, identifico como socialista. Es decir, con ambas novelas tanto Gutiérrez como Reynoso terminan expresando de diverso modo y, por cierto, mediante diversas estrategias narrativas, sus ideales socialistas a la vez que su contraste con una realidad como la China que vivieron y que les devolvía, en más de un caso, un reflejo invertido de lo que anhelaban hallar.

Así, ambas obras coinciden en retratar literariamente una China que de socialista iba teniendo cada vez más sólo el nombre. Sin embargo, no conviene siempre ir tan deprisa. En ambas novelas, al mismo tiempo que el distanciamiento crítico de los narradores-protagonistas respecto del poder en marcha y sus representantes, es evidente que aparecen células sanas durante cada relato, las que a su modo ofrecen al lector no sólo alternativas positivas a la descomposición material y concreta del ideal socialista, sino que son evidencias de un socialismo que existió y que, por ello, puede no desaparecer, no todavía. Dicho de otro modo: no se trata de novelas anticomunistas, o donde se reniegue de aquellos principios socialistas que han inspirado la trayectoria personal y creativa de cada uno de estos autores; sino que presentando diversos mosaicos de su experiencia vital en China, durante los años 70 y a la muerte del «Gran Timonel», se deja al lector sacar sus propias conclusiones sobre las contradicciones que van enriqueciendo en cada caso la trama narrativa:

he procurado a través de sucesivas aproximaciones darles una idea lo más fiel y concreta posible de lo que puede ser un paraíso terrenal o si ustedes prefieren, como dije antes, el reino de la utopía. [...] en este reino, que no tiene por qué ser llamado milenario, sin tierra ni fronteras ni propiedades que defender, no todo es gracia, amor y alegría; no, también existe el dolor, las penas, la soledad, la irritación, pero no el avasallamiento de las conciencias, ni la sujeción ni la condena ni el castigo ni el vejamen, salvo en hipótesis extrema, como rituales previa y libremente convenidos para hacer más intenso el placer. Y si esto había sido posible entre veintiún personas, hombres de todas las razas y creencias, era legítimo pensar que el mismo tipo de comunidad podía ensayarse a escalas cada vez mayores... (Gutiérrez: 204-205)

Aquel atardecer hubiera querido sumergirme en ese ritual de masas rebeldes; hubiera deseado marchar con los estudiantes y obreros por la Avenida de la Paz Celestial hasta la Plaza Tian´anmen y quedarme toda la noche al pie de la Columna a los Héroes del Pueblo cantando y danzando en el máximo de la embriaguez con los jóvenes que exigían moralidad, libertad y democracia socialistas (Reynoso: 15)

Uno de los elementos más poderosos e imborrables, al respecto de lo dicho anteriormente, es la presencia activa en cada obra de aquellos disidentes al poder, en una China durante los estertores del socialismo. En Babel... , el protagonista halla lugar, finalmente, luego de ser expulsado de su «comunidad lingüística» (la latinoamericana, castellano-hablante) a causa de no participar del espíritu también corrompido por el burocratismo, la anarquía o la conciliación con el poder de las enfrentadas fracciones de dicha comunidad, en otra colectividad donde han ido a parar todos los expulsados de sus respectivas comunidades. Ello sucede entre los «especialistas» extranjeros que han ido a trabajar a China, y que residen dentro del famoso Hotel de la Amistad («la Reservación», como irónicamente lo denomina el narrador). Esta comunidad de apátridas no tendrá las mencionadas taras que los miembros de sus comunidades de origen poseen —lo que las asemeja, era previsible, a la dirigencia china—, sino que, por el contrario, ha de otorgarle al narrador-protagonista uno de los momentos más felices de su vida, lo que denomina «mi temporada en el paraíso» (197). De este modo, el lugar donde va a parar el narrador en este viaje es el mejor lugar posible, y es, paradójicamente, este aislamiento respecto del proceso político chino lo que le brinda la mayor esperanza de una vida sin injusticias, como la utopía socialista ha pretendido lograr8. Así al menos lo deja entrever en su declaración: «ahora me sentía sereno, en paz conmigo mismo, seguro por fin de que era un hombre apto para la amistad, para la confidencia, para la solidaridad y la convivencia humana» (216).

Toda la novela de Gutiérrez está edificada como una apelación, dentro de una misteriosa asamblea donde se debate, al parecer, las bases de un nuevo humanismo y donde el narrador cumple el rol de un invitado a rendir un testimonio respecto a dicha agenda.

Esta obra se plantea, pues, como una prosa de cámara, casi diría de circuito cerrado. Las diversas intervenciones del «invitado» van dando cuenta de una vasta galería de personajes («el poeta turco», «el novelista iraquí», «la cineasta australiana», «Bomfim», «el viejo Pelayo», «la amiga rubia», «el colega alemán», «el maestro hindú», entre varios otros) al interior de «la Reservación», todos muy bien delineados y con seductoras historias (entre las que la de la cineasta australiana, aun más su película, y la larga charla con el maestro hindú resaltan especialmente por su grado de intenso expresionismo y desgarro vital). En todo lo anterior, por supuesto, se prioriza lo de aquella comunidad babilónica, integrada por hombres y mujeres de diversos países, dentro de la cual el protagonista confiesa exultante que por primera vez sintió la pertenencia a un grupo humano, lo que será otro asunto a agradecer de su viaje a China. Por lo demás, el retraimiento del ojo narrativo respecto de la realidad del «Imperio» (es decir, la China de aquellos años)9 resulta ex professo, y le permite la inmersión en otros asuntos y relaciones que expresan más propiamente el mundo interior del protagonista: «Como habrán advertido ustedes, he procurado eliminar de mi exposición lo relativo a los asuntos internos del imperio» (113); «Sí, mi relación con el Imperio es otra historia que me gustaría poder contar algún día. ¡Mis buenos, mis recordados compañeros de labores, hombres y mujeres! Pero ellos, les aseguro, no tuvieron nada que ver con mi ruptura del contrato de trabajo» (198).

De ahí que, acertadamente, se ha considerado esta novela de Gutiérrez como un pasaje novedoso en su obra édita, ya que ésta se ha caracterizado sobre todo por la inmersión en asuntos sociales e históricos (es el caso de Hombres de caminos y la monumental La violencia del tiempo, sus dos novelas de mayor impacto publicadas antes de Babel...). En este caso, la resquebrajadura del ideal socialista probablemente impulsa al narrador a un estilo más bien centrípeto, donde la posición a favor del socialismo queda expresada entre líneas y de manera nada ortodoxa, a partir de su relación con ese «paraíso» que halló en su babilónica comunidad.

Por otro lado, en cambio, la novela Los eunucos inmortales, de Oswaldo Reynoso, constituye una cima notable en la narrativa de este autor, en tanto cifra varias características de su estética (personajes adolescentes, uso libre y combinado de léxico culto y jergas, atmósfera poética de la narración, contrapunto entre épocas y ambientes de diversa procedencia, adjetivación exquisita y muy sensorial —como, por ejemplo, al referirse a la naturaleza, el cuerpo o las comidas—, entre otras). Pero todo ello se insufla de una cohesión narrativa y temple dramático sostenido que no iguala, según recuerdo, otra obra anterior del propio Reynoso. Asimismo, la densidad humana, política e histórica del hecho matriz —la mencionada matanza en Tian‘anmen— otorga al conjunto de esta novela el carácter de un clásico dentro de la producción literaria de este apreciado autor. Es hasta el momento, y por supuesto sin desmerecer los logros de sus otros apreciables libros, su obra cumbre. Babel, el paraíso, en cambio, no es el equivalente en la vasta trayectoria narrativa de Miguel Gutiérrez, quizá precisamente por tratarse de algo tan sui generis en la misma. En el conjunto de lo publicado por este autor, su novela La violencia del tiempo (Milla Batres, 1991) sigue siendo su obra mayor, de lejos.

Dije que uno de los elementos más poderosos e imborrables en cada obra es la presencia activa de aquellos disidentes al poder, en una China ya en trance de abandonar el socialismo. Pero el mayor disidente al interior de Babel..., dentro de esa comunidad de excluidos adonde se integra finalmente el protagonista, es sin duda «el trabajador del Imperio», el personaje AQ (112-128)11, con quien el narrador irá desarrollando un vínculo estrecho. En él ha de admirar su heroísmo, nobleza y honestidad respecto del socialismo. Se trata, pues, de un personaje símbolo de un hito social y a quien el mismo Gutiérrez ha definido como una suerte de su ideal del revolucionario.

AQ fue un cuadro importante durante «la Gran Irritación» (como el narrador llama a la Revolución Cultural)13 y que a la muerte de los principales dirigentes revolucionarios chinos —empezando con Mao, seguido de Chiang Ching, su compañera, entre otros a los que, por ejemplo, Den Xiaoping injurió con comprensible odio como «la banda de los cuatro»— y en la hora de la restauración, es víctima de la cruel venganza por parte de aquellos «eunucos inmortales» (como los llama Reynoso en su novela) que renacen con el nuevo período político. Aquellos que precisamente jóvenes dirigentes como AQ habían combatido radicalmente. La sanción contra AQ será destinarlo a la «Reservación», castigo maquiavélico ya que durante «la Gran Irritación» aquél había combatido la influencia perniciosa de «los demonios extranjeros». Sin embargo, y luego de una temporal carcelería, AQ halla en este lugar un espacio para poner en práctica su nueva disposición hacia la vida. Así, el castigo se troca en feliz hallazgo de una comunidad solidaria como la del narrador, además de hallar el amor con una misteriosa mujer de «la Reservación».

Las páginas 111 a 142 describen de manera sentida a este personaje, y cómo a raíz de la presión por las autoridades, la vergüenza y la desilusión, termina con su vida arrojándose desde una torre de la «Reservación»14.

Dentro de la mencionada comunidad de marginales, AQ experimenta una mayor apertura hacia asuntos antes negados, como el arte occidental, sobre todo la pintura. Abre, pues, su corazón a la especial sensibilidad estética que la militancia política había constreñido. En verdad, más allá de purgar la condena política impuesta por el poder en la era de la restauración, AQ internamente purga la conciencia de haber participado como dirigente comunista de un acto nefasto: la afrenta política contra uno de los máximos representantes de la escuela tradicional de pintura, y quien fuera su maestro en el liceo imperial. Ello es narrado en un pasaje de suma intensidad (116-117) que culminará en el suicidio —uno más en esta novela— de dicho maestro chino. AQ había ido, pues, hasta las últimas consecuencias en la era de «la Gran irritación» donde se criticaba lo tradicional y se luchaba por imponer las líneas políticas y estéticas de la Revolución.

De seguro que por las notorias contradicciones en el proceso personal de este personaje es que Gutiérrez le dedica, como dije, emocionados pasajes, ya que es muy probable que el trayecto vital de AQ le resonase a características del suyo, o de compañeros de izquierda de los años 50-70, en el Perú. Sin embargo, lo que quiero enfatizar es que AQ, en medio de estas tensiones dramáticas, encarna en la novela los límites y caídas de una militancia ortodoxa en el socialismo, a la vez que una posibilidad de otra manera de encararlo en tanto utopía viable y necesaria en este mundo (ver la nota 8). Es, además, este personaje quien le permite al narrador conectarse más directamente con la realidad china durante los años de su estancia en esa nación que, en general, sólo iba apareciendo como telón de fondo hasta entonces.

Por el contrario, la novela Los eunucos... rebosa China por todos sus poros, ya que el narrador interactúa con diversos personajes nativos en medio del fragor y atmósfera dramática del levantamiento, y ulterior represión militar, en Tian‘anmen. He aquí, sin duda, una diferencia esencial entre ambas novelas. Es verdad que la experiencia vital en torno al nuevo humanismo del «invitado» a la Asamblea, en Babel..., planteada desde sus encuentros y desencuentros en «la Reservación», así como sus meditaciones filosóficas y políticas en torno a la condición humana y a la ética y praxis del socialismo, es catalizado, todo ello, a partir de su viaje a China. Pero en Los eunucos..., la China de los 70, los propios nativos, su idioma tan difícil, sus antiquísimas costumbres y tradiciones, la sorprendente culinaria, los paisajes contrastados, así como la sucesión de emociones y diálogos aparecen más directa y constantemente. Y es que dentro de las razones antes expuestas sobre el planteo narrativo diferente en ambas novelas15, está la propia conciencia metapoética del narrador, en Los eunucos..., acerca de cómo quiere su novela y el lenguaje de la misma:

si sigo jalando este hilo de la vida comunitaria de los expertos en el Hotel de la Amistad es posible que no sólo me enrede en el ovillo de mis recuerdos sino que también tome un camino equivocado por cuanto estaría elaborando un relato muy general con salpicaduras sociopolítico-morales del Hotel y no la novela que desearía escribir: un diario memoria (21)

Y en la posible novela que escriba en el Perú, ¿cómo podría contar ese estado anímico sin enredarme en engorrosos análisis filosóficos sobre la incomunicación del ser, sin perderme en legañosas disquisiciones psicológicas sobre problemas de desajustes emocionales o sin recurrir a callosos dogmas sobre las ineluctables crisis ideológicas de los intelectuales de las sociedades capitalistas transplantados a sociedades socialistas? [...] ¿Y entonces? bueno, contaría ese estado anímico dentro de los estrictos límites de una personal narratividad poética (163-164).

Esta «narratividad poética» queda expresada de manera tan rica y apasionada en estas últimas dos páginas citadas. Y ha de conducir el lenguaje de Los eunucos... por una senda entre sensual (en tanto percepción de la realidad mediante —el desorden de— los sentidos, la piel, el cuerpo), onírica (excelentes pasajes donde la idílica infancia en Arequipa, así como la combativa adolescencia se combinan con el presente narrativo en una China convulsionada, pero a la vez dadora de goces, amistades, luces y sombras; Reynoso: 41) e incluso, diría, visionaria, como suele ser la buena poesía16:

Va anocheciendo y aún no se encienden las luces del alumbrado público y el calor que desciende del cielo destella ese amarillo quemado sobre las tejas de la Tribuna de Tian‘anmen y sobre los ventanales del Hotel Beijing y baña los rostros de la multitud silenciosa, y le digo a Coco: Parece que estuviéramos ingresando al paisaje urbano de un sueño. Coco me mira. Sí, así es el color de los sueños, afirmo, y para salir de este sueño tendremos que seguir caminado por esta avenida miles de miles de kilómetros con esta muchedumbre de millones de millones de personas todas iluminadas con esta luz ámbar y tal vez al final de la marcha cuando salgamos del sueño no encontremos nada, le digo. Saco el pañuelo y me seco algunas lágrimas (219)

Ello, por cierto, no significa que Babel... carezca de poesía (¿acaso no es poético que al final en la Asamblea donde acude el narrador, y el lector, se enteren de que todos los diálogos descritos ocurrieron entre personajes que hablaban cada uno en sus diversas lenguas, y que debido a ello, a diferencia de la maldición bíblica, pudieron entenderse con «armonía y solidaridad»?: 223-224). Tampoco significa que en Los eunucos... no se den reflexiones filosóficas, políticas o diversos razonamientos con base en las prácticas individuales o sociales de los personajes. Creo que en diferente modo y medida, cada novela tiene dichos elementos. Pero es notorio que mientras el estilo casi monologante («casi» porque, como se dijo, el narrador informa en una asamblea, y de cuando en vez hay diálogos directos citados por el protagonista), en Babel..., le otorga a ésta un tono de mayor disquisición, en Los eunucos..., todo fluye hermosamente entre el lenguaje cromático y sensitivo plasmado en esta gran novela.

No quiero dejar pasar la oportunidad para resaltar un rasgo en ambos autores, como es la presencia activa del humor. Una de las expresiones de ello —sólo una— es que en ambos casos los protagonistas, y otros personajes igualmente, no se toman rígidamente en serio a sí mismos, sino que abren lúdica e incluso valientemente sus humanas limitaciones, permitiendo que cierta solemnidad de los acontecimientos narrados, en cada caso, se entremezcle con pasajes de humor en sana operación novelística que hay que agradecer (especialmente, viniendo de dos escritores vinculados a una espléndida generación como la del 50, pero en la que quizá el humor no brilla por su presencia).

Este paréntesis entre ambas novelas nos ha distraído un tanto —espero que fértilmente, de todos modos— de otro paralelo que quisiera ahora cerrar. Si AQ es todo lo ejemplar que es en Babel... y, como queda dicho, encarna a la vez la honestidad y heroísmo revolucionarios así como la posibilidad de un nuevo tipo de militancia socialista, en Los eunucos... el narrador tiene en el joven Liang, estudiante de español y amigo de aquél, un interlocutor constante durante las páginas de la novela; aunque tempranamente se convierte en un interlocutor in absentia porque él mismo formará parte de la protesta estudiantil en la plaza de Tian‘anmen. Aun más, su radicalidad en favor de una auténtica sociedad y democracia socialistas lo llevará a integrarse a quienes se declaran en huelga de hambre permanente contra las autoridades chinas, quienes a la muerte de Mao Zedong se alían, sintomáticamente, con la URSS de la Perestroika, Gorbachov y toda esa mandinga que puso punto final a la restauración capitalista en la otrora patria bolchevique.

Es decir, en algún modo semejante a AQ, Liang encarna el heroísmo de la juventud china y la ética más prístina de este pueblo durante el tempo narrativo. Y asimismo será fuente de inspiración y hondas reflexiones en torno a la praxis revolucionaria en la conciencia y, sobre todo, la sensibilidad del protagonista: el «querido Laoshi O.», el profesor-narrador que en medio de todo va ideando, y escribiendo, su novela sobre su viaje a China.

Pero Liang no militó en la Revolución Cultural, sino que más bien se formó principalmente en la era Deng, del cual reniega. Como AQ, sin embargo, su destino será fatal, pues morirá bajo los tanques de un otrora ejército popular que en la matanza de Tian‘anmen se pintó de negro, bajo las órdenes de una dirigencia china mayoritariamente orientada hacia la usura personal y la aceptación del modelo capitalista como tarea a emprender sobre los cadáveres de cualquier disidencia.

Si hace un momento se dijo que el humor es parte consustancial de estas dos novelas, debe añadirse que un componente del mismo es la nostalgia, la misma que otorga distanciamiento respecto de ciertas condiciones concretas del presente. Y es con nostalgia que la evocación del joven Liang vendrá siempre durante los doce días que abarca la novela de Reynoso, y será sólo al final cuando el lector sabrá directamente cómo el narrador conoció a Liang (ver esa muestra de desenfadada belleza que contienen las páginas 249 a 253): símbolo de lo mejor de su experiencia en China.

Al igual, pues, que en el caso del protagonista en Babel..., en Los eunucos... el personaje central adquirirá sus mejores experiencias con la realidad de esta nación cuando su corazón palpite y se abrigue al lado de las trayectorias individuales y colectivas más honestas, transparentes y sinceramente revolucionarias. Por cierto, en ambos casos, la juventud (china) encarna ello; aunque en el caso de Los eunucos... tal hecho se da inmerso en una gesta histórica de masas como fue la protesta en Tian‘anmen.

Ello otorga, como queda dicho, mayor atmósfera china a la novela de Reynoso, a la vez que una mayor densidad colectiva, y quizá por eso transmite un tono más constructivo y esperanzador acerca del socialismo (al menos de la manera como lo vive y entiende el protagonista: 112 y 161), aun en medio de la masacre, y de la corrupción terminal del PC chino y de los edictos reformadores en pro de una economía de mercado.

Cada novela tiene un final representativo de esta diferencia. Babel... se cierra con una despedida fraterna de los nativos compañeros de trabajo al narrador, a los que se suman algunos de su comunidad de extranjeros, cuando aquél se halla a punto de partir en el tren transiberiano que lo devolverá a Europa, y de ahí al Perú. Poco antes de dichas escenas, cuando un taxi lleva al protagonista a la estación ferroviaria y pasa junto a Tian‘anmen, recordará a AQ en su muerte a la vez que en el momento más intenso de su militancia, con unas palabras que resuenan a otras de Los eunucos...

le grité al chofer que años atrás un amigo mío llamado AQ por esta misma avenida había desfilado al frente de la Naciente Guardia, para decapitar a los demonios de la restauración, pero los palacios, mis amigos, seguían en pie y cinco mil años era demasiado tiempo para el cumplimiento de la profecía (Gutiérrez: 215)

El final de la cita anterior evoca unas palabras del propio Mao Zedong, no sin cierta ironía o desencanto, cuando el conductor de la «La larga marcha» anunció que así tarde cinco mil años el comunismo («el reino de la Gran Armonía» lo llama el narrador) advendrá sobre la faz de la Tierra (204).

Por otro lado, en Los eunucos... la memoria del amigo asesinado durante la represión de la protesta estudiantil es aun más vívida, porque se apropia por completo de la última escena, en un hermoso pasaje lleno de poesía, cuando Liang y «el profesor» van hacia la colina de los Héroes del Pueblo, en Tian`anmen —antes de la rebelión narrada en esta obra, claro— donde paseaban colegiales, soldados de franco, campesinos, parejas y turistas. Allí, en medio de esa festiva multitud, Liang arma una cometa en forma de dragón, haciendo luego que la mano del amigo y profesor gobierne, no sin dificultad, su vuelo. Mas en aquel preciso momento, Liang corta el cordel de la cometa, y el dragón se eleva libre por el cielo, lo cual da pie para que al fin responda la pregunta que el profesor le había formulado: «¿Qué piensas del socialismo?». La respuesta del joven Liang, al final de la escena, destaca y es clara como un estallido en pleno cielo:

Ahora, estaba a mi lado sonriendo con sus ojos almendrados. Desde las balaustradas de la base de la Columna a los Héroes del Pueblo, vimos al dragón, colorido y emplumado, navegar, festivo, en el inmenso cielo de la Plaza Tian‘anmen, hacia el oeste. Entonces, el joven Liang, agarrándome la mano como suelen hacer los muchachos pequineses con sus amigos íntimos cuando pasean, me dijo: La vida sin libertad no es sólo fea, sino sucia (267-268).

IV


En medio de su drama, ambas novelas tienen una línea de gozo en el descubrimiento de la solidaridad, la fraternidad, la limpieza de corazón, la lealtad, la ética auténticamente revolucionaria. Una chispa de solidaridad siempre podrá encender la utopía. Y los protagonistas-narradores sienten un eco de ello en conjunción con su encuentro de lo mejor del pueblo chino, por lo que la realización individual de cada uno se funde con lo social. Esto es importante si se considera que tanto en Babel... como en Los eunucos... los narradores están heridos —por lo demás, como el propio socialismo en China— y han sido siempre marginales, de diverso modo: en la primera obra, herido existencialmente, al no haber podido pertenecer nunca a un grupo social hasta que llegó a China y, además, con su familia muerta; y en la segunda, el narrador, además de su confesa soledad a lo largo de su vida, está convaleciente de una operación de cáncer al estómago (como efectivamente le ocurrió a Oswaldo Reynoso, lo que refuerza el carácter biográfico de esta obra) que lo tiene semipostrado (porque igual se las ingenia para ir con estudiantes y amigos, en feliz y quijotesco pasaje, a la Plaza de Tian‘anmen en solidaridad con los manifestantes) en el Hotel de la Amistad.

Dos de los héroes revolucionarios, que son esenciales en la experiencia vital y en la historia de los narradores en ambas novelas (AQ y Liang, respectivamente), encarnan esa voluntad y compromiso indoblegables ante el poder establecido, en la línea de personajes revolucionarios como los de esa excelente novela, La condición humana, de André Malraux. Esos héroes terminan pereciendo, cómo no, a manos de quienes alguna vez dijeron defender sus mismos principios y que, sin embargo, acabaron sirviendo a ese poder injusto que decían combatir. Fácilmente se puede establecer un paralelo con la izquierda latinoamericana de los años 70, cuando del incendio de aquella época, y la precedente de los 60, al ritmo de jugosos sueldos parlamentarios, casi toda ella se fue convirtiendo en una versión de «los eunucos inmortales» retratados en la obra de Reynoso. O, para ser más exactos, en protoeunucos o «pequeños reyezuelos» (tomando un término usado por el narrador, en Babel..., a propósito de alguien como Deng Xiaoping).

Sí, el humor opera en estas dos novelas, pero cuando están bien lejos los responsables políticos de una China de traiciones y envilecido socialismo. Cuando éstos son criticados, descritos o ignorados, en cambio, el humor se troca por acerba ironía, cuando no, en sátira directa.

He aquí la genial contribución desde el arte de novelar por parte de dos de nuestros mejores escritores, basándose en una experiencia que tanto en su (larga) marcha como en su contramarcha fue, sin duda, un hito durante los años 60 y 70, y que aún hoy sigue propiciando recreaciones como las que aquí se han comentado. Porque todo ello tiene que ver con la justa y bella utopía del socialismo, la cual impregna sobre todo el corazón de hombres como Miguel Gutiérrez y Oswaldo Reynoso, aun a pesar de sus propias incertidumbres e interrogantes al respecto. Ello prueba que el socialismo es una necesidad demasiado humana, y que de una manera u otra ha de cumplirse; a menos que la injusticia, las discriminaciones de toda laya y la explotación de las mayorías tengan mejores apologistas y cancerberos que nuestros mejores trenes y dragones encima de la vieja pradera de la historia.
* * *
Agradecimientos a la Web,


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miércoles, agosto 22, 2007

EDMUNDO DE AMICIS (CORAZÓN)


Octubre

Una desgracia
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Viernes, 21



Ha empezado el año con una desgracia. Al ir esta mañana a la escuela, refiriendo a mi padre las palabras del maestro, vimos de pronto, la calle de gente apiñada delante del colegio. Mi padre djo al punto:

-¡Una desgracia!-. ¡Mal empieza el año!

Entramos con gran trbajo. El conserje estaba rodeado de padres de alumnos y de muvhachos, que los maestros no conseguian hacer entrar en clases y todos se encaminaban hacia el cuarto del Director, oyéndose decir: «¡Pobre muchacho! ¡Pobre Roberto!» Por encima de las cabezas, en el fondo de la habitación, llena de gente, se veia los quepis de los guardias municipales y la gran calva del señor Director. Despues entró un caballero con sombrero de copa, y todos dijeron:
-Es el médico.

Mi padre preguntó a un maestro:

-¿Qué ha sucedido?

-Le ha pasado una rueda por el pie y se lo ha lastimado -respondió el interpelado.

-Se ha roto el pie -dijo otro.

Era un muchacho de la clase segunda, que, yendo a la escuela por la calle de Dora Grossa, viendo a un niño de la primera elemental, escapado de la mano de su madre, caer en medio de la acera, a pocos pasos de un ómnibus que se echaba encima, acudióvalientemente en su auixilio, lo asió y lo puso a salvo, pero no habiendo estado listo para retirar el pie la rueda del ómnibus le había pasado po encima. Es hijo del capitán de artillería..

Mientras nos contaban esto, entró, como loca, una señora en la habitación habríendose paso; Era la madre de Robetti, a la cual habían llamado; Otra señora salió a su encuentro y, sollozando, le echó los brazos al cuello: era la madre del niño salvado del peligro. Ambas entraron en el cuarto de la dirección y se oyó un grito desgarrador:

-¡Oh Roberto! ¡Hijo de mio!

En aquel momento se detuvo un carruaje delante de la puerta y poco después apareció el señor Director con el chico herido en brazos, que apoyaba la cabeza aobre el hombro de aquél, pálidoy cerrados los ojos. Todos permanecieron callados silencio absoluto, se oían los sollozos de las madres. El señor Director se detuvo un instante y levantó con los dos brazos al muchacho que llevaba para que lo viésemos todos. Los maestros y maestras, los padres y los muchachos, exclamaron todos a tiempo.

-¡Bravo, Robeto! ¡Eres un gran muchacho! ¡Un verdadero héroe! ¡Pobre niño!
Y le enviaban besos al aire. Las maestras y los niños que se hallaban más cerca de él le besaban las manos y los brazos. El abrió los ojos y murmuró:

-¡Mi cartera!

La madre del chiquillo salvado se la enseñó lllorando, y le dijo:

-Te la llevo yo, ángel mío; te la llevo yo. Y al decirlo sostenía a la madre del herido, que se cubría el rostro con las manos.

Salieron, acomodaron al muchacho en el carruaje y éste partió. Entonces todos entraron todos silenciosos en la escuela.


El chico calabrés


Sábado, 22




Ayer tarde, mientras el maestro nos daba noticias del pobre Roberto, que andaría ya con muletas, entró el Director con otro alumno, un niño de cara muy morena, de cabello negro, ojos también negros y grandes, con las cejas espesas y juntas. Todo su vestido era de color oscuro y llevaba un cinturón de cuero negro alrededor del talle. El Director, después de haber hablado al oído con el maestro, salió dejándole a su lado al muchacho, que nos miraba espantado. Entonces el maestro lo tomó de la mano y dijo a la clase:

-Os debéis alegrar. Hoy entra en la escuela un nuevo alumno, nacido en la provincia de Calabria, a más de cincuenta leguas de aquí. Quered bien a este compañero que viene de tan lejos. Ha nacido en la tierra gloriosa que dio a Italia antes hombres ilustres y hoy le da honrados labradores y valientes soldados; es una de las comarcas más hermosas de nuestra patria, en cuyas espesas selvas y elevadas montañas habita un pueblo lleno de ingenio y de corazón esforzado. Tratadlo bien, a fin de que no sienta estar lejos del país natal; hacedle ver que todo chico italiano encuentra hermanos en toda escuela italiana donde ponga el pie.


Dicho esto, se levantó y nos enseñó en el mapa de Italia el punto donde está la provincia de Calabria. Después llamó a Ernesto Deroso, que saca siempre el primer premio. Deroso se levantó.

-Ven aquí -añadió el maestro.

Deroso salió de su banco y se colocó junto a la mesa, enfrente del calabrés.

-Como primero de la clase -dijo el profesor- da el abrazo de bienvenida, en nombre de todos, al nuevo compañero: el abrazo de los hijos del Piamonte al hijo de Calabria.

Deroso murmuró con voz conmovida: -¡Bien venidos! -y abrazó al calabrés. Este le besó en las dos mejillas con fuerza. Todos aplaudieron.

¡Silencio!... -gritó el maestro--. En la escuela no se aplaude.

Pero se veía que estaba satisfecho, y hasta el calabrés parecía hallarse a gusto. El maestro le designó sitio y le acompañó hasta su banco. Después repuso:

-Acordaos bien de lo que os digo. Lo mismo que un muchacho de Calabria está como en su casa en Turín, uno de Turín debe estar como en su propia casa en Calabria; por esto luchó nuestro país cincuenta años y murieron treinta mil italianos. Os debéis respetar y querer todos mutuamente. Cualquiera de vosotros que ofendiese a este compañero por no haber nacido en nuestra provincia, se haría para siempre indigno de mirar con la frente levantada la bandera tricolor.

Apenas el calabrés se sentó en su sitio, los más próximos le regalaron plumas y estampas, y otro chico, desde el último banco, le mandó un sello de Suecia.

domingo, agosto 19, 2007

EDMUNDO DE AMICIS (CORAZÓN)


Octubre

El Primer día de clase

Lunes, 17



Hoy , ¡primer dia de clases! ¡pasaron como un sueño aquellos tres meses de vacaciones consumidos con el campo! Mi madre me condujo esta mañana a la sección «Bareti» para inscribirme en al tercera elemental. Recordaba el campo , e iba de mala gana. Todas las callesque desenbocaban cerca de la escuela hervmigueaban de chiquillos; las dos librerías próximas estaban llenas de padres y madres que compraban carteras, cartillas, libros, estuches o plumieres con útiles de trabajo y cuadernos. en la puerta misma se agrupaban tanta gente, que el bedel, auxiliado de los guardias municipales tuvo necesidad de poner orden. Al llegar a la puertasenti un golpecito en el hombro; volvi mi cara: era mi antiguo maestro de la secundaria, alegre simpático, con su pelo ribio rizoso y encrespado, que me dijo:

-Con que, Enrique? ¿es decir que nos separamos para siempre?

Demasiado lo sabía yo, y, sin embargo, ¡aquellas palabras me hicieron daño! Entramos, por fin, a empellones. Señoras, caballeros, mujeres del pueblo, obreros, militares, abuelas, criadas, todos con chicos de la mano y cargados con los libros y objeto de que antes hablé, llenaban el vestíbulo y las escaleras, produciendo un rumor como cuando sale del teatro. Volví a ver con la alegría aquel gran zaguán del piso bajo, con las siete puertas y las siete clases, por donde pasé casi todos los días durante tres años. Las Maestras de párvulos iban y venian entre la muchedumbre, la que fue mi profesora de la primaria superior me saludó diciendome.

-Enrique, tú te vas este año vas al piso principal, y ni siquiera te veré al entrar o salir-. y me miro con tristezacido.

El Director estaba cercano por un porcion de madres que le hablaban a la vez, pidiendo puesto para sus hijos, y por cierto que me pareció que tenía más canas que el año pasado. Encontré a algunos chicos más gordos y más altos de como los dejé; abajo, donde ya cada cual estaba en su sitio, vi algunos pequeñines que no querían entrar en el aula y se defendían como potrillos, encabritándose; pero a la fuerza les hacian entrar en clase, y aun así algunos se escapaban despues de estar sentados en los bancos; otros al ver que se marchaban sus padres, rompían a llorar y era preciso que volvieran las mamás, con lo que la profesora se desesperaba.


Mi hermanito se quedó en la clase de la maestra Delcato, a mi me tocó el maestro Perbono, en el primer piso a las diez, cada cual estaba en su sección cincuenta y cuatro en la mía; solo quince o dieciséis eran antiguos compañeros míos de la segunda, entre ellos Deroso, el que siempre obtenía las mejores notas y acaparaba el primer premio.

¡Qué triste me pareció la escuela recordando los bosques y las montañas donde acababan de pasar el verano! Hasta me acordaba con pena a mi antiguo Maestro, tan bueno y que se reía tanto con nosotros; tan chiquitin, que casi parecia un compañero; y sentía no verlo delante de mí con su cabeza rubia de pelo enmarañado.

Nuestro profesor de ahora es alto. No se deja la barba; tiene el pelo bastante largo y gris, es decir con algunas canas, y tiene una arruga recta que parece cortarle la frente; su voz es algo ronca. Nos mira fijamente uno a uno, como queriendo leer en nuestro interior. En ningún momento le he visto reír. yo decia para mi:

«Es el primer día. Tengo nueve meses por delante. ¡Cuántos trabajos, cuántos exámenes mensuales cuántas fatigas!» Sentía verdadera necesidad de encontrar a mi madre y, al salir, he salir a besarle la mano. Ella me dijo:

-'Anim Enrique. Estudiaremos juntosla lecciones!. y me volví a casa contento. Pero no tengo el mismo maestro, aquel tan buenazo y siempre sonriente. Por eso no me ha gustado tanto esta clase de la escuela tanto como antes. Veremos lo que ocurre este año.


Nuestro maestro

Martes, 18

También me gusta desde esta mañana mi nuevo maestro.

Durante ls entrada, mientras el se colocaba en su sitio iba asomando a la puerta de clase, de cuando en cuando, varios de sus discípulos del año anterior para saludarle:

-Buenos días, señor maestro.

-Buenos días, señor Perbono.

Algunos entraban, le estrechaban la mano y se marchaban de prisa. Se notaba que le querían mucho y que gustosamente habrían continuado en su clase. El maestro les respondía:

-Buenos días.

Y les apretaba la mano que le ofrecían, pero sin fijarse en ninguno; a cada saludo permanecía serio y vuelto hacia la ventana,y miraba al tejano de la casa vecina, y en lugar de alegrarse por aquellos saludos, parecía que le causaban pena. Luego nos miraba uno a uno detenidamente.

Empezó a dictar, bajó del estrado e iba pasando por entre los bancos. Viendo que un chico tenía la cara muy encarnada, enrojecida y con unos granitos, dejó de dictar, se le acercó, le empinó un poco la cara y lo observó atentamente; después le preguntó qué le ocurría le tomó la frente para saber si la tenía calor. Mientras tanto, un chico se puso de pie por detrás en su banco y empezó a hacer muecas y tonterías con las manos. El maestro se volvió de repente como si lo hubiera adivinado y el muchacho se sentó y esperó instantáneamenteel castigo permaneciendo con la cabeza gacha en espera de la merecida reprimenda. Pero el maestro se fue a él, le clocó una mano sobre la cabeza y le dijo:

-No lo vuelvas a hacer.

Y nada más. Volvió a la mesa y acabó de dictar.

Al concluir, nos miró unos instantes en silencio y a continuación, con su robusta, pero agradable voz, empezó a decirnos:

-Escuchad: hemos de pasar juntos casi un año. Procuraremos pasarlo lo mejor posible. Aplicaos y sed buenos chicos. Yo no tengo familia. Vosotros sois mi familia. El año pasado todavía tenía a mi madre, pero ha muerto y he quedado solo. Ahora solamente os tengo a vosotros, que sois el centro de mis afectos y de mis pensamientos. Debéis ser como hijos míos. Os quiero bien, y es preciso me queráis, pagándome con la misma moneda. No deseo castigar a ninguno. Demostradme que sois chicos de buen corazón; que teneis corazón nuestra clase será una familia y vosotros, mi consuelo y mi orgullo. No os pido promesas de palabra, porque estoy seguro que ya lo habéis prometido en el fondo de vuestro corazón. Y os lo agradezco sinceramente.

En aquel momento entró el bedel a dar la hora y todos salimos de los bancos muy silenciosos. abandonamos los bancos, despacio y silenciosos. El muchacho que se había levantado de pie en el banco se acercó al maestro y le dijo con voz temblorosa:

-¡Perdóneme Usted!

El maestro le dio un beso en la frente y le contestó:

-Está bien; vete, hijo mío.